lunes, 14 de marzo de 2022

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


Lunes II semana de Cuaresma 

San Juan Crisóstomo Catequesis 3,24-27

Los judíos pudieron contemplar milagros. Tu los verás también, y más grandes todavía, más fulgurantes que cuando los judíos salieron de Egipto. No viste al Faraón ahogado con sus ejércitos, pero has visto al demonio sumergido con los suyos. Los judíos traspasaron el mar, tú has traspasado la muerte. Ellos se liberaron de los egipcios, tú te has visto libre del maligno. Ellos abandonaron la esclavitud de un bárbaro, tú la del pecado, mucho más penosa todavía. ¿Quieres conocer de otra manera cómo has sido tú precisamente el honrado con mayores favores? Los judíos no pudieron entonces mirar de frente el rostro glorificado de Moisés, siendo así que no era más que un hombre al servicio del mismo Señor que ellos. Tú en cambio has visto el rostro de Cristo en su gloria. Y Pablo exclama: «Nosotros contemplamos a cara descubierta la gloria del Señor». Ellos tenían entonces a Cristo que los seguía; con mucha más razón, nos sigue él ahora. Porque, entonces, el Señor les acompañaba en atención a Moisés; a nosotros, en cambio, no nos acompaña solamente en atención a Moisés, sino también por nuestra propia docilidad. Para los judíos, después de Egipto, estaba el desierto; para ti, después del éxodo, está el cielo. Ellos tenían, en la persona de Moisés, un guía y un jefe excelente; nosotros tenemos otro Moisés, Dios mismo, que nos guía y nos gobierna. ¿Cuál era en efecto la característica de Moisés ?

REFLEXIÓN

La fe cristiana opera una actividad contra corriente del tiempo usual porque nos instala en una nueva vida, nueva luz, nueva visión que compartimos con la usual y cotidiana, como cuando nadamos en un lago y podemos a voluntad hundirnos y entrever lo que hay bajo la superficie, siendo así que no es nuestro entorno permanente, y volvemos a la superficie usual. Se operó un rompimiento con la convicción de que lo nuevo era después del tiempo usual, al final de todo, para sustituirlo con el don de la visión dual de lo usual y lo nuevo, en proceso.

domingo, 13 de marzo de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 2 de Cuaresma C

Génesis 15, 5-12. 17-18



REFLEXIÓN

"Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes."

Se trata de una contemplación reservada a unos cuantos actualmente: el firmamento tachonado de luces que corresponden a estrellas que ya desaparecieron, pero su luz apenas nos está llegando.

En nuestras ciudades, que compiten en luces, resulta difícil la tal contemplación.

Algunos la hacen para conocer leyes astronómicas, otros para ir preparando los planes de ocupación de otras tierras, en otros planetas.

Estos últimos están preocupados que nuestros recursos terráqueos y nuestra densidad demográfica crezcan y decrezcan en proporción invertida.

"Así será tu descendencia."

Pero cuando el Señor invitó a Abraham a contemplar todavía no había esa preocupación por la densidad de población, al contrario, se requerían muchos brazos para desarrollar las nuevas tierras por donde pasaban y asentaban las caravanas.

"Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?"

Por eso a Abraham no se le pasaba por la cabeza un problema demográfico en proporción inversa de crecimiento al de los recursos. Su problema era otro: la edad. Era algo mayor para engendrar, según él.

El Señor gusta de elegirse unos socios de empresa poco cualificados a los ojos de los observadores. Si se lo hubiera prometido a un vigoroso joven, que derrochaba energía de vida por su juventud, se hubiera entendido mejor.

Pero el Señor utiliza la política de lo pequeño que admira, lo vulnerable que glorifica, lo mínimo que llega a lo máximo.

Cosas de su misterio, que redundan en su prestigio y gloria, y que nos llenan de gozo, porque sentimos que para Él no hay nada imposible.

Un modo de pensar parecido tuvo Ignacio de Loyola cuando en su tiempo pensó en una institución que trabajara inspirada en los ejercicios espirituales por la mayor gloria, por el mayor bien. Y llamó a esa institución mínima. La mínima Compañía de Jesús.

Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber.

Desde Abraham su modo de creer, su fe, es como la matriz de toda fe. No es como el que ve al mago sacar conejos del sombrero y se admira. Sino el que ve surgir de lo pequeño la gloria humana y del Señor, de la pequeña semilla el extendido arbusto del reino de Dios.

Una actitud que se involucra en lo que requiere esfuerzo y entrega para que crezca. Será así nuestra fe?

Salmo responsorial: 26



REFLEXIÓN

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor

La fe desde lo mínimo no anda sola. Se acompaña de esperanza, la cual agiganta el compromiso porque fundamenta una expectativa de logro. No sólo nos metemos hasta el tuétano a construir el reino, sino que nos anima un gran deseo de logro.

A veces nuestra fe desfallece porque le falta esperanza.

Filipenses 3, 20-4, 1



REFLEXIÓN

Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo

Porque el reino somos también nosotros en nuestro conjunto individual de cuerpo y espíritu. Y aunque la debilidad de él nos haga dudar, quizá por enfermedad y limitación, hemos de tener fe y esperanza en nuestra transformación, que ya se incoa. Que ya se gestiona.

Lucas 9, 28b-36



REFLEXIÓN

No sabía lo que decía.

Pedro se destaca por su importunidad e impertinencia. No atina con el sentido de la contemplación. Tomará tiempo y experiencias llegar al nivel de fe y esperanza que requiera su misión.

Habla de la transformación, este relato operado en Jesús como una avance de su gloria, pero también de la potencialidad de gloria a sus seguidores, si se desarrollan.

Una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle."

Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo.

Reminiscencias profeticas en el texto harían pensar en una comparación de glorias: Moisés, Elías vs Jesús.

Pero Jesús, el, tan solo un hombre, en cuya pequeñez histórica converge la revelación y la presencia por la voz, es quien desde si augura una gran transformación, que sólo se entenderá desde su resurrección. Antes, como la pequeña semilla, deberá morir.

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