viernes, 25 de noviembre de 2022

BEATO CARLO


 
Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la muerte
(Cap. 18, 24. 26: CSEL 3, 308. 312-314)
 
RECHACEMOS EL TEMOR A LA MUERTE CON EL PENSAMIENTO DE LA INMORTALIDAD QUE LA SIGUE

 

Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza. ¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro deseo de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?

 Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que no amemos el mundo ni sigamos las apetencias de la carne: No améis al mundo -dice- ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no posee el amor del Padre, porque todo cuanto hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. El mundo pasa y sus concupiscencias con él. Pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Procuremos más bien, hermanos muy queridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.

 Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que mientras vivimos en él somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.

 Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que con el vigor de su continencia dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos. Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él.


jueves, 24 de noviembre de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 34 tiempo ordinario

Año Par

Apocalipsis 18, 1-2. 21-23; 19, 1-3. 9ª



REFLEXIÓN

"Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.""

Después de cantar a la destrucción de Babilonia, y glorificar la liberación de sus víctimas, llega la hora del banquete, símbolo de la reunión en armonía, de los elegidos del Reino.

Babilonia fue mencionada y cantada su destrucción, desde los profetas antiguos en el primer testamento.

Su mortífero poder dominante fue la causa del exilio y sufrimiento del pueblo de Dios.

Quedó su nombre como un símbolo de iniquidad, maldad y opresión. Y como tal es vuelto a tomar en este último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis.

Ignacio de Loyola también ubica este símbolo de pecado y causa de todos ellos en la meditación de dos banderas, cuando propone al ejercitante, que emerge de la purificación de la primera semana, los programas que se abren a su elección: con Cristo o con Babel.

Hoy en día muchos siguen reinterpretando ese símbolo en otros poderes que se van sucediendo en el panorama mundial, incluído el papado, para algunos disidentes del catolicismo.

Se identifica también a cualquier Potencia política y económica dominante en el escenario internacional teniendo a Babilonia como sinónimo de Imperialismo.

Importa sin embargo rescatar más allá del señalamiento, el efecto permanente para la liberación de las víctimas y su regocijo definitivo, en la simbología del banquete.

El gozo es la mayor posibilidad de la paz y la comunión fraterna, para lo cual la destrucción de un símbolo del mal, cualquiera que sea, no es más que una oportunidad histórica.

Salmo responsorial: 99



REFLEXIÓN

dándole gracias y bendiciendo su nombre

Cada derrota del Maligno en el territorio de los acontecimientos de la historia es, más que nada, un motivo de acción de gracias por la aproximación del reino.

Somos un pueblo que vive del ágape, no de la ley del talión y el revanchismo.

Lucas 21,20-28



REFLEXIÓN

Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción

En boca de Jesús se da una advertencia: la historia del asedio y destrucción de Jerusalén volverá a ocurrir.

La seguridad no está allí en sus murallas, ni en su templo.

hasta que a los gentiles les llegue su hora.

Una expresión que puede tener, además del sentido obvio, el de la conversión de los gentiles que se impulsará desde la misión de apóstoles como Pablo, quien también se convierte de perseguidor en seguidor del crucificado resucitado.

Todo daño de una potencia sobre los más débiles no quedará impune, porque en los ciclos históricos se dará la retaliación.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación

No está allí en la destrucción del Imperio la solución definitiva, porque otro surgirá.

La definición es la manifestación del poder de Dios, como nos lo ha mostrado el Hijo de Hombre, Jesús de Nazareth.

Los signos de acabamiento y extinción de la vida como la que conocemos y el orden como lo acostumbramos, no traen sólo mensajes trágicos sino también, anhelos y esperanzas en aquel de quien se espera lo más, lo único: la salvación total.

Este es el hijo de hombre glorificado.

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