Miércoles I
San Bernardo Sermón en el Adviento del Señor 5,1-3
Sabemos de
una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una
venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta no. En la primera, el Señor
se manifestó en la tierra y convivió con los hombres, cuando, como atestigua él
mismo, lo vieron y lo odiaron. En la última, todos verán la salvación de Dios y
mirarán al que traspasaron. La intermedia, en cambio, es oculta, y en ella sólo
los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se
salvan. De manera que, en la primera venida, el Señor vino en carne y
debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y
majestad. Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la
primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última,
aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y nuestro consuelo. Y
para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta
venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama – nos dice– guardará mi
palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él. He leído en otra parte: El que
teme a Dios obrará el bien; pero pienso que se dice algo más del que ama,
porque éste guardará su palabra…
REFLEXIÓN
Las venidas del Señor entre Encarnación y Juicio se dan en la historia común y corriente, cada vez que caminamos y avanzamos con su Palabra en lo profundo y entre los que la aceptan y por ella se guían. Nada de grandes solemnidades y espectáculos. En la sencillez de la existencia va viniendo el Señor y su salvación, su significado para nuestras vidas.De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Juan(Homilía 19, 1: PG 59, 120-121) HEMOS ENCONTRADO AL MESÍAS
Andrés, después de haber estado con Jesús y haber aprendido de él muchas cosas, no guardó para sí este tesoro, sino que se apresuró a acudir a su hermano, para hacerle participe de su dicha. Fijémonos en lo que dice a su hermano: «Hemos encontrado al Mesías» (traducido, quiere decir «Cristo»). ¿Te das cuenta cómo empieza, ya desde este momento, a enseñar lo que en breve tiempo había aprendido? Con ello demuestra la eficacia del Maestro, que tan convencidos los había dejado, y su propio interés y diligencia, manifestada ya desde el primer momento. Este mensaje, en efecto, es propio del alma que anhela ardientemente la llegada del Señor, que espera su venida del cielo, que se llena de gozo con su aparición y que se apresura a anunciar a los demás algo tan grande. Ésta es la prueba del verdadero y sincero amor fraternal, el mutuo intercambio de bienes espirituales.
También es digna de notar la docilidad y prontitud de ánimo de Pedro. Al momento, sin dilación, acude a Jesús. Y lo presentó -dice- a Jesús. Pero no debemos extrañarnos de esta facilidad de Pedro, que acude sin previo examen. Lo más verosímil es que su hermano le explicara todas estas cosas con detalle; pero es que los evangelistas lo explican siempre todo de manera resumida, por razón de brevedad. Por lo demás, tampoco dice que hubiese creído al instante, sino: Y lo presentó a Jesús, para ponerlo en sus manos y para que fuese él quien le enseñase; pues estaba ahí en calidad de un discípulo más y a eso venía.
En efecto, si Juan Bautista -cuando dijo: Es el Cordero, y: Bautiza con el Espíritu- dejó a Cristo la ulterior explicación de estas palabras, con mayor razón lo hizo Andrés, ya que él no se consideraba capaz de explicarlo todo, y por esto condujo a su hermano a la fuente de la luz, a la que éste acudió con prisa y alegría, sin perder un instante.