Martes 1 de Adviento
Isaías
11,1-10
REFLEXIÓN
No juzgará por apariencias
ni sentenciará sólo de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
con rectitud a los desamparados
Nosotros solemos
inclinarnos a un lado u otro por interés. Los pobres y desamparados son todos los
que no logran inclinar la balanza a su favor, porque su interés no interesa ni
aprovecha.
Nuestras sociedades
funcionan sobretodo con una justicia interesada, influída: la apariencia de
poder y riqueza, el rumor que condena antes de oir. Nos saturamos de prejuicios
y sentenciamos.
No es un problema de la
justicia como rama del poder, sino que alcanza a todo hombre y mujer, capaz de
tomar decisión que afecte a otros persiguiendo sólo su interés.
No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está
lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar.
Se trata
de la visión mesiánica, el fin del designio del Señor, su impronta: una
sociedad solidaria que emerge finalmente de una sociedad inicua.
Es el
fin del largo proceso según nuestra medida de tiempo de la conversión social,
estructural y personal.
Un faro
de luz en los arrecifes y riscos para advertir a los navíos. Una luz al final
del túnel para avisar a los que vienen caminando en penumbra. Una visión que
comunica energía a las fuerzas y decisiones, dándoles un norte y un punto de
convergencia.
Tiempos
de paz, época de paz, era de paz, paz definitiva.
Se mira
en derredor y cualquier espacio parece tomado por la guerra, de cualquier tipo:
intereses en guerra, vicios en guerra, relaciones en guerra, pueblos en guerra,
un mismo país en guerra, políticos en guerra, iglesias en guerra.
No
parece que nada ni nadie puede anunciar la paz, si acaso balbucearla.
Por eso
se siente tan necesario celebrar la esperanza de paz. Una paz tan extensa y tan
profunda, que logre que un león se vuelva vegetariano, como sugiere la Palabra.
Y así
los que asumen que tienen fe en Jesús de Nazareth, a quien vemos como vástago
de Jesé, según el profeta, tienen una responsabilidad: hacer la paz.
Hagamos
la paz a todo nivel en el que nos veamos involucrados: familia, trabajo,
relaciones sociales.
Demos a
entender que la paz es posible, aun fragmentariamente, para que simbolicemos
Aquel día.
Salmo
responsorial: 71
REFLEXIÓN
para que rija a tu pueblo con justicia, / a tus humildes con
rectitud
El fondo bueno y anhelado
de la historia. El mecanismo que vive descompuesto y anhelamos perfeccionar: justicia
y derecho.
En jueces, fiscales,
abogados, pero sobretodo y también en todos nosotros, que en todo nivel y a
toda hora con nuestras decisiones que afectan a los demás, administramos
justicia en nombre de la conciencia y su libertad.
Él librará al pobre que clamaba, / al afligido que no tenía
protector; / él se apiadará del pobre y del indigente, / y salvará la vida de
los pobres
Los
creyentes en Jesús de Nazareth hacen la paz a su estilo: con justicia a los
pobres.
El
estilo de las sociedades a todo nivel es la paz por negociación. Lo cual
significa que cada uno cede lo conveniente hasta llegar a un pacto final.
El
estilo de Jesús es la conversión, que lleva a la renuncia por el reino. La
conversión supera el cálculo de la negociación.
La
negociación pretende dejar los adversarios en pie, sin perder cara.
La
conversión es un ejercicio de abajamiento, como Jesús que se abajó para dar
vida.
Lucas
10,21-24
REFLEXIÓN
lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús:
"Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la
gente sencilla”
La
alegría de Jesús vino de su Padre como un don. Es alegría al modo del Espíritu
Santo.
Ignacio
de Loyola menciona la consolación sin causa precedente: un gozo que llega sin
saber la causa precisa. El bienestar de la vida misma, gozosa y espléndida en
su mostración, aun superando dolores, enfermedades, frustraciones y
limitaciones. El gozo de lo más hacia lo más.
Se
pudiera pensar que todo gozo y alegía es causado por nuestro cerebro o
inconsciente, de modo aun recóndito.
Pero se
trata de recibirlo en acción de gracias y conversión. Porque el gozo de Jesús
es propio del sencillo, cuando se ha despojado de cualquier apego de cualquier
clase y se entrega generosamente al
reino.
Entonces
sobreviene la paz más allá de los delirios ecologistas.
La
alegría que viene del Espíritu como un don de Dios, que ilumina el sentido de
la existencia y potencia la vivencia para acceder a la visión del fin, que está
en proceso.
Una
contemplación del designio del Señor da paso a un gozo de su prestigio y
gloria, quien realiza sus promesas.
Mucha
gente sencilla con enfoque sociológico muestra este gozo y visión agradecidos.
No se
agota en esa categoría el don de Dios, abierto a todo hombre y mujer de buena
voluntad.
Es la
novedad que aporta la encarnación de la Palabra: su mensaje del fin por fin
ancló entre nosotros y se propuso no volverse a ir.
nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y
aquel a quien el Hijo se lo quiere
revelar
La
revelación del Padre es responsable de la identificación del Hijo, y la que lo
da a conocer a otros, como Pedro Cefas que hizo el descubrimiento en su
momento, para sostener esa identificación mientras el Hijo vuelve.
"¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis!
Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y
no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron."
Lo que
no quiere decir que no esté disponible para nosotros si el Señor lo otorga.
Es la
petición que insta San Ignacio en los ejercicios, en la segunda semana: que el
Padre dé a conocer a su Hijo, para seguirlo con mayor entrega.
https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1597546540562014560?s=20&t=cTBCNeyq3b-mEAxoczJfGA
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