San León
Magno Carta 31,2-3
De nada
sirve reconocer a nuestro Señor como hijo de la bienaventurada Virgen María y
como hombre verdadero y perfecto, si no se le cree descendiente de aquella
estirpe que en el Evangelio se le atribuye. Pues dice Mateo: Genealogía de
Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán; y a continuación viene el orden de
su origen humano hasta llegar a José, con quien se hallaba desposada la madre
del Señor. Lucas, por su parte, retrocede por los grados de ascendencia y se
remonta hasta el mismo origen del linaje humano, con el fin de poner de relieve
que el primer y el último Adán son de la misma naturaleza. Para enseñar y
justificar a los hombres, la omnipotencia del Hijo de Dios podía haber
aparecido, por supuesto, del mismo modo que había aparecido ante los patriarcas
y los profetas, es decir, bajo apariencia humana: por ejemplo, cuando trabó con
ellos un combate o mantuvo una conversación, cuando no rehuyó la hospitalidad
que se le ofrecía y comió los alimentos que le presentaban.
REFLEXIÓN
En Jesús, toda carne ha sido restaurada, gratuitamente, para participar de la suya, que es novedad absoluta. Así no hay posibilidad de que nuestra humanidad no pueda regenerarse ante Dios, aunque no le parezca posible a los hombres. No hay exceso de humillación infligida a cualquier persona, que no pueda ser restaurada para gloria de su Señorío. Así ningún poder sobre la faz de la tierra lograría desvanecer la gloria de la carne humana restaurada ante la mirada amorosa del Padre