San Juan
Crisóstomo Catequesis 3,24-27
Los
judíos pudieron contemplar milagros. Tu los verás también, y más grandes
todavía, más fulgurantes que cuando los judíos salieron de Egipto. No viste al
Faraón ahogado con sus ejércitos, pero has visto al demonio sumergido con los
suyos. Los judíos traspasaron el mar, tú has traspasado la muerte. Ellos se
liberaron de los egipcios, tú te has visto libre del maligno. Ellos abandonaron
la esclavitud de un bárbaro, tú la del pecado, mucho más penosa todavía.
¿Quieres conocer de otra manera cómo has sido tú precisamente el honrado con
mayores favores? Los judíos no pudieron entonces mirar de frente el rostro
glorificado de Moisés, siendo así que no era más que un hombre al servicio del
mismo Señor que ellos. Tú en cambio has visto el rostro de Cristo en su gloria.
Y Pablo exclama: «Nosotros contemplamos a cara descubierta la gloria del
Señor». Ellos tenían entonces a Cristo que los seguía; con mucha más razón, nos
sigue él ahora. Porque, entonces, el Señor les acompañaba en atención a Moisés;
a nosotros, en cambio, no nos acompaña solamente en atención a Moisés, sino
también por nuestra propia docilidad. Para los judíos, después de Egipto,
estaba el desierto; para ti, después del éxodo, está el cielo. Ellos tenían, en
la persona de Moisés, un guía y un jefe excelente; nosotros tenemos otro
Moisés, Dios mismo, que nos guía y nos gobierna. ¿Cuál era en efecto la
característica de Moisés ?
REFLEXIÓN
La fe cristiana opera una actividad contra corriente del tiempo usual porque nos instala en una nueva vida, nueva luz, nueva visión que compartimos con la usual y cotidiana, como cuando nadamos en un lago y podemos a voluntad hundirnos y entrever lo que hay bajo la superficie, siendo así que no es nuestro entorno permanente, y volvemos a la superficie usual. Se operó un rompimiento con la convicción de que lo nuevo era después del tiempo usual, al final de todo, para sustituirlo con el don de la visión dual de lo usual y lo nuevo, en proceso