lunes, 3 de junio de 2024

Lunes 9 de tiempo ordinario Año Par

2Pedro 1,1-7

 REFLEXIÒN

con los cuales podéis escapar de la corrupción que reina en el mundo por la ambición, y participar del mismo ser de Dios

 

Porque la fe apostólica entra por su propio ímpetu en medio del campo de fuerzas de este mundo y su corrupción alimentada por la ambición que no se conforma.

Se dice que sin ambición, sin libido no hay energía que se

 movilice hacia un fin identificado como bueno y apto.

No se trata del ímpetu vital sino de aquella codicia que subordina todo a su paso y coopera con la edificación del anti-reino.

Por lo tanto necesitamos el auxilio del Señor que nos preserve en nombre de Jesús de Nazaret mientras laboramos en el campo donde hay mala yerba.

En vista de eso, poned todo empeño en añadir a vuestra fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor.

 

Un perfil moral que enriquece la fe y es motivado por ella. Un perfil que se manifiesta como una construcción procesual desde la conciencia individual hasta la social:Fe, Honradez, Criterio, Autodominio, Constancia, Piedad, Cariño Fraterno, Amor.

Salmo responsorial: 90

REFLEXIÓN

 

"Lo defenderé, lo glorificaré, / lo saciaré de largos días / y le haré ver mi salvación."

 

Es Jesús quien ha mostrado estar a la sombra del Señor su Padre y quien mediante su nombre nos hace conocer diariamente su salvación.

Quienes se van uniendo a este designio en su nombre.


Marcos 12,1-12

REFLEXIÓN

 

Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:

 

Es como si Jesús hablara al Sanedrín de Jerusalén, auditorio muy prestigiado para un galileo desconocido. Puede ser una recomposición posterior. En todo caso es como si en el ahora de la comunidad se quisiera hacer llegar el mensaje a esas alturas.

Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían

 

Se muestra la vinculación del último emisario, nombrado como hijo. La claridad que alcanzaba ya la comunidad sobre Jesús el hijo en sentido único.

Acabará con los ladrones y arrendará la viña a otros.

 

La división de clases sociales es un hecho incontrovertible. Se da y punto. El hecho en la parábola de matar al heredero es una forma de

querer solucionar esa división. Pero resulta estéril. Se trata de otra clase que mantendrá divisiones también.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular

 

Quienes organizaban esa sociedad, como tantos otros, no habían procedido como les exigía el Señor, dueño del designio.

Y a muchos enviados los habían liquidado para no dar cuenta. El hijo fue enviado como último recurso, el más valioso pero también fue eliminado.

Pero ésta fue su última fechoría. Porque el Hijo resultó la clave de una nueva organización, de un nuevo Reino, y todo esto brotó de su muerte y resurrección.

La clave para que toda organización inicua termine y se autoliquide es la crucifixión en nombre de Jesús, misterio pascual, misterio de liberación.

veían que la parábola iba por ellos

 

A su modo la parábola es también denuncia profética: llamado a la conversión de las malas acciones.

Es la solución que se ofrece en la construcción del Reino para superar las divisiones que creamos sin parar. Sólo que suscitan irritación, odio, violencia. Es el riesgo.

motivaciondehoy


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Lunes 9 de tiempo ordinario Año Par

2Pedro 1,1-7

Salmo responsorial: 90

Marcos 12,1-12

San Carlo



De la Homilía del papa Pablo sexto, en la canonización de los mártires de Uganda
(AAS 56 [1964], 905-906)


LA GLORIA DE LOS MÁRTIRES SIGNO DE RENOVACIÓN

Estos mártires africanos añaden una nueva página a aquella lista de vencedores llamada Martirologio, página que contiene unos hechos a la vez siniestros y magníficos; página digna de formar parte de aquellas ilustres narraciones de la antigua África, que nosotros, los que vivimos en esta época, pensábamos, como hombres de poca fe, que nunca tendrían una continuación adecuada.

¿Quién hubiera podido sospechar, por ejemplo, que aquellas actas, tan conmovedoras, de los mártires escilitanos, de los mártires cartagineses, de los mártires de la «blanca multitud» de Útica, recordados por san Agustín y Prudencia, de los mártires de Egipto, ampliamente ensalzados en los escritos de Juan Crisóstomo, de los mártires de la persecución de los vándalos, se verían enriquecidas en nuestro tiempo con nuevas historias, en las que se narrarían unas hazañas no inferiores en fortaleza y en brillantez?

¿Quién hubiera podido imaginar que a aquellos ilustres mártires y confesores africanos, tan conocidos y recordados, como Cipriano, Felicidad y Perpetua, y Agustín, aquel gran hombre, añadiríamos un día los nombres tan queridos de Carlos Lwanga, de Matías Mulumba Kalemba y de sus veinte compañeros? Sin olvidar aquellos otros, de confesión anglicana, que sufrieron la muerte por el nombre de Cristo.

Estos mártires africanos significan, en verdad, el inicio de una nueva era. No permita Dios que el pensamiento de los hombres retorne a las persecuciones y conflictos de orden religioso, sino que tiendan a una renovación cristiana y civil.

África, regada con la sangre de estos mártires, los primeros de esta nueva era (y quiera Dios que los últimos, tratándose de un holocausto tan grande y de tanto precio), África renace libre y dueña de sí misma.

Aquel crimen, del que ellos fueron víctima, es tan abominable y tan significativo, que proporciona un motivo claro y suficiente para que este nuevo pueblo adquiera una formación moral, para que prevalezcan nuevas costumbres espirituales y sean transmitidas a los descendientes, para que sea como un símbolo eficaz del paso de un estado de vida simple y primitivo, en el que no faltaban unos valores humanos dignos de consideración, pero que era también corrompido y débil y como esclavo de sí mismo, a una cultura más civilizada, que tienda a unas más elevadas expresiones de la mente humana y a unas superiores condiciones de vida social.