martes, 1 de octubre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Martes 26 de tiempo ordinario

Año Par

Job 3, 1-3. 11-17. 20-23



REFLEXIÓN

¿Por qué dio luz a un desgraciado y vida al que la pasa en amargura, al que ansía la muerte que no llega y escarba buscándola más que un tesoro, al que se alegraría ante la tumba y gozaría al recibir sepultura, al hombre que no encuentra camino porque Dios le cerró la salida?" 

La Palabra asume la amargura humana en su radicalidad. Nada de lo que podamos pensar o decir la aleja y le es extraña. Asume todo lo que el ser humano destila en su amargura y lo que exulta en su alegría, porque el Señor es su fuente de energía.

Quizá no se tome como un consuelo pero saberlo y asumirlo permite vivir el acompañamiento del Señor, siempre al pie de nosotros.

Nada de esto nos quita la autodeterminación pero sí nos aporta la humanización que implica no sentirse solo en el universo.

En lo profundo de nosotros está la Palabra inspirando la apertura al designio sobre el universo y la historia. Sólo apropiarlo calma por ratos la inquietud congénita que acompaña a todo hombre y mujer que viene a este mundo.

El sentimiento en este momento, una vez más, aunque sea por poco tiempo, es de hartura, irritación, abominación de una situación de dependencia y aferramiento de algún tipo. 

Salmo responsorial: 87



REFLEXIÓN

inclina tu oído a mi clamor

ya me cuentan con los que bajan a la fosa

Sentimos tener el existir de un envejecido que se va inclinando a tierra, en ciertas ocasiones.

Tengo mi cama entre los muertos, / como los caídos que yacen en el sepulcro, / de los cuales ya no guardas memoria, / porque fueron arrancados de tu mano

Ir a la nada, ser nada. Ser borrado de la mente del Creador es el extremo de la desdicha para el humano lleno de presagios de significativos en su existencia. 

No nos resignamos nunca a ser una sombra de la que no se acuerdan y cuyo esfuerzo y sueños terminen en el vacío.

La novedad de Jesús reside básicamente en la oferta inédita y única que se da a la humanidad por parte de la Palabra: el Señor no nos olvidará, viviremos para siempre.

Lucas 9,51-56



REFLEXIÓN

De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?" Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

Nada de revanchas ni de castigos ni de desquite. 

Sencillamente, cambio de rumbo. Ya se sabe que allí no se les acepta.

Por encima de cualquier enojo está la verdad del designio: salvar hombres en continuidad de Jesús.

En algunos manuscritos se añade en el v.55:

"No sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos".

Cómo hemos querido acabar con el adversario de todo tipo, para afirmar nuestra idea y afirmarnos con ella.

Un Espíritu de Jesús es la gloria que tenemos junto al Padre, que se prodiga a todo hermano desde este mundo. 

Estamos llamados a contribuir con la vida, no a pulverizarla en alguien distinto.

No por las apariencias de la tolerancia y la convivencia, que son motivos frágiles, sino porque todos estamos llamados a la fraternidad de los hijos del Señor.

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Martes 26 de tiempo ordinario

Año Par

Job 3, 1-3. 11-17. 20-23

Salmo responsorial: 87

Lucas 9,51-56

SAN CARLO DE JESÚS ACUTIS DE ASIS

BEATO CARLO

 

De la narración de la vida de santa Teresa del Niño Jesús, virgen, escrita
por ella misma
(Manuscrits autobiographiques, Lisieux 1957, 227-229)
En el corazón de la Iglesia, yo seré el amor

Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san

Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el

ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara,

ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.

Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores

dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.

Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido

a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí, que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el

amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si

faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los

mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.

Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: "Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo, y mi deseo se verá colmado."