sábado, 5 de octubre de 2024

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS

BEATO CARLO


 

Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, sobre la oración

(9-10: PG 11, 442-446)

Sobre la oración pura

Lo que acabamos de decir, hay que demostrarlo con el testimonio de las divinas Escrituras, por este orden: El que ora ha de alzar las manos puras, perdonando a todos las injurias recibidas, rechazando de su alma de tal forma cualquier perturbación, que a nadie guarde resentimiento. Más aún: para que

ningún pensamiento extraño distraiga su mente es necesario que durante la oración olvide todo cuanto no dice relación con la oración. ¿Quién podrá dudar de que este estado de ánimo es el mejor, tal como enseña san Pablo en su primera carta a Timoteo, diciendo: Encargo a los hombres que recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de ira y divisiones?

En efecto, cuando los ojos de la mente están tan elevados que ya no se fijan en las realidades terrenas ni se recrean en la contemplación de cosas materiales, planean a tales alturas que pueden permitirse despreciar todo lo corruptible y dedicarse exclusivamente al Uno, de modo que no piensan más que en Dios, a quien hablan reverente y humildemente en la seguridad de ser escuchados.

¿Cómo tales ojos no van a progresar enormemente, si con la cara descubierta,

reflejan la gloria del Señor y se van transformando en su imagen con

resplandor creciente? Ahora bien, ¿cómo es posible que el alma, segregada del cuerpo y elevada en seguimiento del Espíritu, y que no sólo va en pos del. Espíritu, sino que es transformada en él, no se convierta en espiritual, depuesta la naturaleza animal?

Y si ya es una gran cosa el olvido de las ofensas, hasta el punto de que en él, como en un compendio, se contiene toda la ley, según lo que dice el profeta Jeremías: No fue ésta la orden que di a vuestros padres cuando los saqué de Egipto, sino que les ordené: Que nadie entre vosotros recuerde allá en su corazón la injuria que recibió de su prójimo; cuando nos acercamos a la oración olvidando las ofensas, observamos el precepto del Salvador, que dice: Cuando estéis de pie orando, perdonad lo que tengáis contra otros; está claro que cuando nos ponemos a orar con tales disposiciones, hemos ya obtenido un magnífico resultado.

Cuanto antecede, lo hemos dicho en la hipótesis de que de la oración no sacáramos ningún otro provecho: sería ya un óptimo resultado si llegáremos a comprender cómo hemos de orar y lo pusiéramos por obra. Es evidente que quien así ora, mientras todavía está hablando, fijos los ojos en el poder del que le escucha, oirá aquello: Aquí estoy, siempre que antes de la oración se haya

liberado de toda ansiedad con respecto a la providencia. Es lo que significan aquellas palabras: Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia. Pues quien se contenta con cuanto sucede, está libre de toda atadura y jamás extenderá su mano contra Dios, el cual dispone todo lo que quiere para probarnos; más aún, no se le ocurrirá siquiera murmurar allá en lo íntimo de su corazón y menos en un lenguaje audible a los hombres. Parece como si los que no se atreven a maldecir la providencia de viva voz o con toda el alma por las cosas que ocurren, pretendieran ocultar al Señor del universo lo que de mala gana soportan, imitando a los malos siervos, que no se atreven a desobedecer abiertamente las órdenes de sus amos.

viernes, 4 de octubre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Viernes 26 de tiempo ordinario

Job 38, 1. 12-21; 40, 3-5



REFLEXIÓN

Cuéntamelo, si lo sabes todo

La maldición del comienzo: sabrás pero a un costo muy alto. Respondemos: no lo sabemos todo, pero lo haremos. Y así parece ser, es cuestión de tiempo. 

Pero y el costo?: saber no es lo mismo que saborear. El conocimiento arrebatado no es lo mismo que el compartido amigablemente. 

El enfoque de competitividad se enfrenta al de colaboración.

Me siento pequeño, ¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano; he hablado una vez, y no insistiré, dos veces, y no añadiré nada.

Despunta ya en la Palabra la revelación de una dignidad humana y de una soberanía del Señor.

Relacionarlas en su mejor proporción no resulta tarea fácil en ciertas coyunturas.

Pero la Palabra irá dando cada vez más rienda suelta a la dignidad humana hasta el extremo de potenciarla a encarar a Dios.

Y la Palabra también irá descubriendo un Misterio riquísimo de tolerancia, paciencia, misericordia y comprensión hacia la rebeldía humana.

La dignidad no se desarrolla sin ejercitarse, siquiera con reclamos por los derechos subjetivamente asumidos como conculcados.

Y el Señor en Jesús de Nazareth mostrará una paternidad capaz de asumir esa rebeldía para transformarla en la dignidad de los Hijos de Dios.

Salmo responsorial: 138



REFLEXIÓN

de lejos penetras mis pensamientos

Como Jesús a Natanael.

allí me alcanzará tu izquierda, / me agarrará tu derecha

Derecha e izquierda están comprendidas en el Misterio de la Palabra. Libertad de expresión y solidaridad social. Somos nosotros en nuestra miopía y apasionamiento los que desgarramos una integridad de paz y justicia.

La Palabra celebra en Job el que creciera tanto en su reclamo, para que integrara su propio dolor por su ruina con el amoroso designio del Señor. Dignidad de Hijo de hombre en fértil relación con dignidad de Hijo de Dios.

Dios trabaja con las dos, que ahora se enfrentan fratricidamente.

Lucas 10, 13-16



REFLEXIÓN

En aquel tiempo dijo Jesús: "¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. T tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado".

Cuando en nuestra existencia se muestra una conversión se puede decir que se ha escuchado la Palabra

Milagros entendidos como señales para la conversión tenemos muchos todos los días. No se puede decir que tengamos mucha conversión, porque escuchamos poco la Palabra.

Escuchar la Palabra, nos lo muestra Job, es quedarnos sin más que decir en nuestra defensa, tal como el publicano en el último sitio del templo, y asumir con gozo el designio del Padre.

Los signos constantes a nuestro alrededor también son para la conversión. Una responsabilidad nuestra será dar cuenta de los signos que se nos ofrecieron y no nos convertimos más.

Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado

La cadena de envío que se ha debilitado por falta de credibilidad.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1575818420846678018?s=20&t=hGx4yuXoc9EE8hGEkYGgfA


motivaciondehoy


COMPARTIR LA PALABRA


Viernes 26 de tiempo ordinario

Job 38, 1. 12-21; 40, 3-5

Salmo responsorial: 138

Lucas 10, 13-16