sábado, 14 de agosto de 2021

PALABRA COMENTADA

 

SABADO 19 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Josué 24,14-29



REFLEXIÓN

se volverá contra vosotros y, después de haberos tratado bien, os maltratará y os aniquilará."

Cuándo una teología bíblica del Señor misericordioso, orilló la del Señor castigador. Qué factores pesaron en este cambio hermenéutico?

Hasta dónde es inspirado por el Espíritu de Dios, más allá de un cielo histórico y cultural?

O debemos reconocer en la imagen auténtica de Dios, la que nos viene en su hijo Jesucristo, aspectos de Juez que no alcanzamos a correlacionar coherentemente con los aspectos de amor, compasión, misericordia y bondad?

Hemos de reconocer, en gracia a la Trascendencia del totalmente otro, que nuestra coherencia y lógica y sentido común, puede forzar y no penetrar el Misterio?

"Mirad esta piedra, que será testigo contra vosotros, porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho.

Por qué una piedra? Qué significado guarda este elemento para hacer memoria de una alianza.

Fue en tablas de piedra también, que se escribieron los mandamientos de la ley.

Piedra puede ser el elemento común, más consistente, de un terreno pedregoso, abundante en la región.

Se trata de tomar en serio lo que se tiene a la mano y penetrar por fe en su significado oculto, para propiciar una revelación.

Salmo responsorial: 15



REFLEXIÓN

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi suerte está en tu mano

Ante el Señor no hay posición estable y segura, como quien ha asegurado un puesto para siempre.

Sería negar nuestra condición fluída, histórica, y su misterio de libertad.

Nuestra fe, esperanza y caridad como fuerzas que vienen de Él, nos sostienen en una posición de tensión, de una realidad procesual que no podemos vivir como terminada o garantizada. Escatológica.

Resultado de la intersección de la eternidad en el tiempo.

hasta de noche me instruye internamente.

Se trata de una realidad experimentada en el desvelo nocturno, cuando el terror danza a nuestro alrededor y nos intimida.

Mateo 19,13-15



REFLEXIÓN

"Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los cielos".

No se trata de una niñez involutiva, ni de un infantilismo sicológico. Se trata de una semejanza.

En qué se centra la semejanza de los niños en este texto? En el acercarse a Jesús de Nazareth sin precondiciones, con vulnerabilidad, dispuestos a dejarse amar.

Qué difícil es dejarnos amar como nos quieren amar. Más bien actuamos en plan de un contrato: postulando requisitos y condiciones, insertando cláusulas para rescindir. Un amar como transacción.

Un escándalo mayúsculo recorre la Iglesia Católica en estos tiempos, aunque no es privativo de ella: la pedofilia y pederastia de algunos ministros suyos.

A nivel evangélico este escándalo hace escarnio de las palabras de Jesús sobre la semejanza de los niños.

Esta acción vil del pederasta representa la traición de la vulnerabilidad, que se le entregó en la confianza de un niño.

Pero el escándalo cunde si caemos en cuenta de todas las vulnerabilidades traicionadas y  contaminadas en quienes alguna vez se confiaron a una persona que representaba un valor de guía, comprensión, asistencia, orientación.

En este conjunto entrarían además de los sacerdotes, los educadores, los padres y madres, las amistades. En fin todo el que se aprovecha de su ascendiente moral. Se podría asumir que los niños cumplen la bienaventuranza de los limpios de corazón, porque en ellos aún no se formado el cálculo que distorsiona la buena voluntad en el adulto.

Esa pureza es la actitud de aceptación del Misterio y la tensión de conocer al Señor, sin paralizarse por una lógica que no tiene que ver con la Trascendencia.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1426506603369537539?s=20

BEATO CARLO

 BEATO CARLO



Del sermón de san Paciano, obispo, sobre el bautismo
(Núms. 6-7: PL 13, 1093-1094)

¿QUÉ DIOS COMO TÚ, QUE PERDONAS EL PECADO?

Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre
celestial; porque el primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del
cielo. Si obramos así, hermanos, ya no moriremos. Aunque nuestro cuerpo se deshaga,
viviremos en Cristo, como él mismo dice: El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá.
Por lo demás, tenemos certeza, por el mismo testimonio del Señor, que Abrahán, Isaac
y Jacob y que todos los santos de Dios viven. De ellos dice el Señor: Para él todos están
vivos. No es Dios de muertos, sino de vivos. Y el Apóstol dice de sí mismo: Para mí la vida
es Cristo, y una ganancia el morir; deseo partir para estar con Cristo. Y añade en otro
lugar: Mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor.
Caminamos sin verlo, guiados por la fe. Esta es nuestra fe, queridos hermanos. Además:
Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados.
La vida meramente natural nos es común, aunque no igual en duración, como lo veis
vosotros mismos, con los animales; las fieras y las aves. Lo que es propio del hombre es la
que Cristo nos ha dado por su Espíritu, es decir, la vida eterna, siempre que ya no
cometamos más pecados. Pues, de la misma forma que la muerte se adquiere con el
pecado, se evita con la virtud. Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios
regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Como afirma el Apóstol, él es quien redime, perdonándonos todos los pecados. Borró el
protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en
medio, clavándolo en la cruz, y, destituyendo por medio de Cristo a los principados y
autoridades, los ofreció en espectáculo público y los llevó cautivos en su cortejo. Ha
liberado a los cautivos y ha roto nuestras cadenas, como lo dijo David: El Señor liberta a
los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan. Y
en otro lugar: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza. Así, pues,
somos liberados de las cadenas cuando, por el sacramento del bautismo, nos reunimos
bajo el estandarte del Señor, liberados por la sangre y el nombre de Cristo.
Por lo tanto, queridos hermanos, de una vez para siempre hemos sido lavados, de una
vez para siempre hemos sido liberados y de una vez para siempre hemos sido trasladados
al reino inmortal; de una vez para siempre, dichosos los que están absueltos de sus
culpas, a quienes les han sepultado sus pecados. Mantened con fidelidad lo que habéis
recibido, conservadlo con alegría, no pequéis más. Guardaos puros e inmaculados para el
día del Señor.