lunes, 27 de septiembre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

LUNES 26 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Zacarías 8,1-8



REFLEXIÓN

Si el resto del pueblo lo encuentra imposible aquel día, ¿será también imposible a mis ojos?

Dice el Señor a través de sus enviados que para Él no hay nada imposible.

Detenerse en pensarlo ayuda a descansar la tensión por la tribulación y el conflicto.

Cuando las circunstancias no ceden, y muestran que los esfuerzos humanos son poca cosa para lograr un cambio favorable.

Son dificultades tenaces, las que propician un cambio de actitud en el creyente.

Son pasividades de disminución, momentos de impotencia, porque el clamor parece topar con oidos sordos.

Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios con verdad y con justicia

La transformación progresiva va siendo, en la impotencia de la superficie, una identificación unitiva entre el Señor y su pueblo, el creyente.

La unión de voluntades es una empresa de toda la vida, porque en ella hay avances, empantanamientos y retrocesos, dada nuestra limitación y labilidad.

Pero hecha la opción radical de nuestra parte es asunto de persistir e insistir en dejarse hacer por el Espíritu, quien va dando vueltas a la mesa del torno.

Salmo responsorial: 101



REFLEXIÓN

y se vuelva a las súplicas de los indefensos

para escuchar los gemidos de los cautivos

Cualquiera diría, en suspicacia nietzscheana, que nuestra dignidad consiste en una indignidad, porque la Palabra nos muestra como favorables ante el Señor actitudes de abajamiento.

No nos favorece la perspectiva actual del igualitarismo. Ni siquiera la buena nueva en Jesús de Nazareth, quien guardó las proporciones ante su Padre, nos convence hoy del abismo de grandeza y gloria entre el Señor y nosotros.

Es una gracia del Señor hacernos entrar en su gloria para entender, ya desde la historia, cuán benéfica y salvadora es, lejos de cualquier prepotencia y avasallamiento.

Jesús de Nazareth es la muestra viviente de la dignidad que alcanza el hombre nuevo en el Espíritu, carne dignificada por el amor de Dios.

Lucas 9,46-50



REFLEXIÓN

los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante

Si no discutimos, por lo menos nos afanamos anhelando el reconocimiento de nuestra importancia.

A veces llegamos a excesos penosos por la búsqueda de gloria.

No es que no importe como un estímulo de nuestros talentos.

Pero es muy frecuente que encallemos en una obsesión y ambición ansiosa por ser reconocidos más que otros.

Hemos vivido constantemente esta competencia y celotipia envidiosa. Nos creemos merecedores del más alto sitial, y nos deprimimos cuando nos ignoran.

El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante

Un niño es un ser vulnerable y en su visión lúdica de la existencia no sobresale, aunque pueda existir como semilla de mala hierba, la ambición por la importancia sobre los demás.

El mundo al revés.

Un niño en ese contexto de competitividad qué significa: ausencia de ambición conscientemente pretendida.

El niño es pequeño, eso se ve.

El niño, entonces más que ahora, no cuenta en la sociedad como el adulto.

Traerlo al medio de la conversación es como un acto profético de Jesús, que evidencia la pequeñez física y social, para proyectarse a la otra pequeñez: la que importa en el reino.

Las caricaturas de la pequeñez dañan el significado profundo que se quiere transmitir, incluso la que distorsiona la infancia espiritual de Santa Teresita del niño Jesús.

Pero no se trata de pusilanimidad, que contraria otros textos de la Palabra, sino de una identidad de cara al reino donde el protagonismo es del Espíritu, y la lucha por el poder se reemplaza con el esfuerzo de la solidaridad fraterna.

Ignacio de Loyola funda su Compañía de Jesús como mínima, en el sentido de la dependencia del Espíritu Santo, de quien depende el ágape discernido, más que del número de participantes.

No se lo impidáis; el que no está contra vosotros, está a favor vuestro.

Más bien nos debemos gozar que la obra se vaya haciendo, aunque sea con la gloria de otros.

La obra del Señor es lo importante.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1442447177213698052?s=20

BEATO CARLO

 


De la carta de san Policarpo, obispo y mártir, a los Filipenses
(Caps. 3,1-5,2: Funk 1,269-273)
ARMÉMONOS CON LAS ARMAS DE LA JUSTICIA

No es por propia iniciativa mía, hermanos, que os escribo estas cosas referentes a la
justicia, sino que lo hago porque vosotros mismos me habéis incitado a ello. Porque ni yo
ni persona alguna semejante a mí puede competir con la sabiduría del bienaventurado y
glorioso apóstol Pablo, el cual, viviendo entre vosotros y hablando cara a cara con los

hombres que vivían en aquel entonces en vuestra Iglesia, enseñó con exactitud y con
fuerza la palabra de verdad y, después de su partida, os escribió una carta, que, si
estudiáis con atención, os edificará en aquella fe, madre de todos nosotros, que va
seguida de la esperanza y precedida del amor a Dios, a Cristo y al prójimo. El que
permanece en estas virtudes cumple los mandamientos de la justicia, porque quien posee
la caridad está muy lejos de todo pecado.
La codicia es la raíz de todos los males. Sabiendo, pues, que sin nada vinimos al mundo
y sin nada nos iremos de él, armémonos con las armas de la justicia e instruyámonos
primero a nosotros mismos a caminar según los mandamientos del Señor. Enseñad
también a vuestras esposas a caminar en la fe que les fue dada, en la caridad y en la
castidad; que aprendan a ser fieles y cariñosas con sus maridos, a amar castamente a
todos y a educar a sus hijos en el temor de Dios. Que las viudas sean prudentes en la fe
del Señor y que oren sin cesar por todos, apartándose de toda calumnia, maledicencia,
falso testimonio, amor al dinero, y alejándose de todo mal. Que piensen que ellas son
como altar de Dios y que el Señor lo escudriña todo, pues nada se le oculta de nuestros
pensamientos ni de nuestros sentimientos ni de los secretos más íntimos de nuestro
corazón.
Y, ya que sabemos que con Dios no se juega, nuestro deber es caminar de una manera
digna de sus mandamientos y de su voluntad. De una manera semejante, que los
diáconos sean irreprochables ante la santidad de Dios, como ministros que son del Señor y
de Cristo, no de los hombres: que no sean calumniadores ni dobles en sus palabras ni
amantes del dinero, sino castos en todo, compasivos, caminando conforme a la verdad del
Señor, que quiso ser el servidor de todos. Si le somos agradables en esta vida,
recibiremos, como premio, la vida futura, tal como nos lo ha prometido el Señor al
decirnos que nos resucitará de entre los muertos y que, si nuestra conducta es digna de él
y conservamos la fe, reinaremos también con él.