miércoles, 13 de octubre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

MIÉRCOLES 28 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Romanos 2,1-11



REFLEXIÓN

al dar sentencia contra el otro te condenas tú mismo, porque tú, el juez, te portas igual

Israel como elegido, Pablo lo puede decir, pretende no ser como los gentiles.

Más que don para compartir, su elección es vivida como sentencia de perdición para otros.

Una actitud que no está lejos de cada uno de los que por experiencia de fe, nos engañamos al sentirnos superiores o distintos.

No hay honor humano, ni méritos propios en este orden de la gracia.

Por eso los acontecimientos, con frecuencia nos bajan del pedestal que nos hemos hecho como oportunidades de recobrar la perspectiva del don.

al no reconocer que esa bondad es para empujarte a la conversión?

Es frecuente en este tiempo escuchar opiniones en contra de cualquier rasgo penalizador en el Señor. Él es todo bueno y misericordioso.

Sin embargo no hacemos igual énfasis que la misericordia abona la conversión, que sin embargo depende de nuestra voluntad.

A los que han perseverado en hacer el bien, porque buscaban contemplar su gloria y superar la muerte, les dará vida eterna

Es la intención que nos mueve y no la podemos esconder. Querer la vida es quererlo a Él, fuente de vida.

gloria, honor y paz a todo el que obre el bien, primero al judío, pero también al griego; porque Dios no tiene favoritismos

Todo el que obre el bien, en cualquier trinchera-representadas en el judío y en el griego- tiene gloria, honor y paz ante un Dios que no procede por favoritismos, sin sombra de corrupción, justo juez.

Esta sencilla expresión pulverizaría radicalmente las causas de las guerras de religión, que más parecen tiendas de un mercado de divinidades, que caminos de realización de la buena nueva.

Todos y todas, enfundados en sus mil colores de diversidad, estarían amparados por una única religión y culto: obrar, hacer el bien.

Sólo que nuestro enemigo, el envidioso del reino preparado para quienes aman al Señor, mete cizaña y confusión sobre la naturaleza del bien a obrar.

De ahí se desprende nuestra única obligación posible: vigilar, escrutar, discernir como vírgenes prudentes, con la lámpara de la fe debidamente alimentada para encenderla cuando sea menester.

Salmo responsorial: 61



REFLEXIÓN

Sólo en Dios descansa mi alma, / porque de él viene mi salvación

Una vez se reconoce esta realidad de fe, que es el fundamento de toda paz y el principio de todo desapego, las fuerzas humanas se liberan para el servicio del ágape fraterno.

Lucas 11,42-46



REFLEXIÓN

que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!

La Palabra encarnada va más a fondo aún. Porque desenmascara aparentes conductas según el Espíritu que excluyen un compromiso más profundo.

Como sí se contrastara la exterioridad y formalidad de ciertas obras buenas, que sirven a propósitos carnales y egoístas, pero dejan de lado una opción fundamental por el reino.

Por lo que mucho hemos de interrogarnos sobre la relación con el reino de nuestras obras y conductas aparentemente buenas y espirituales.

Es posible ser buen ciudadano y cumplir las leyes pero sin derecho y amor de Dios, que es ágape

Esto habría que practicar, sin descuidar aquello

No es procurar lo mejor a costa de lo bueno, sino poner en orden los énfasis, de acuerdo al mayor bien, a lo más importante: derecho y amor de Dios.

Tampoco lo contrario es positivo para el reino.

Porque el conocimiento de que hay obras espirituales incorrectamente planteadas, no es para abstenerse de ellas, como gusta cierta corriente anti-tradicional.

abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo

Padres, maestros, sacerdotes e incluso pelagatos con un décimo de poder, que gustamos de criticar lo que nosotros no hubiéramos hecho en su lugar.

Lo correcto es no hacernos a un lado como si la Palabra no nos concerniera.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1448251432243695621?s=20

BEATO CARLO

BRILLO COMO LUZ SIN ESTAR POR ENCIMA
 
De las Cuestiones de san Máximo Confesor, abad, a Talasio
(Cuestión 63: PG 90, 667-670)

LA LUZ QUE ALUMBRA A TODO HOMBRE

La lámpara colocada sobre el candelero, de la que habla la Escritura, es nuestro Señor
Jesucristo, luz verdadera del Padre, que, viniendo a este mundo, alumbra a todo hombre;
al tomar nuestra carne, el Señor se ha convertido en lámpara y por esto es llamado "luz",
es decir, Sabiduría y Palabra del Padre y de su misma naturaleza. Como tal es proclamado
en la Iglesia por la fe y por la piedad de los fieles. Glorificado y manifestado ante las
naciones por su vida santa y por la observancia de los mandamientos, alumbra a todos los
que están en la casa (es decir, en este mundo), tal como lo afirma en cierto lugar esta
misma Palabra de Dios: No se enciende una lámpara para meterla debajo el celemín, sino
para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Se llama a sí mismo
claramente lámpara, como quiera que, siendo Dios por naturaleza, quiso hacerse hombre
por una dignación de su amor.
Según mi parecer, también el gran David se refiere a esto cuando, hablando del Señor,
dice: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Con razón, pues, la
Escritura llama lámpara a nuestro Dios y Salvador, ya que él nos libra de las tinieblas de la
ignorancia y del mal.
Él, en efecto, al disipar, a semejanza de una lámpara, la oscuridad de nuestra
ignorancia y las tinieblas de nuestro pecado, ha venido a ser como un camino de salvación
para todos los hombres: con la fuerza que comunica y con el conocimiento que otorga, el
Señor conduce hacia el Padre a quienes con él quieren avanzar por el camino de la justicia
y seguir la senda de los mandatos divinos. En cuanto al candelero, hay que decir que
significa la santa Iglesia, la cual, con su predicación, hace que la palabra luminosa de Dios

brille e ilumine a los hombres del mundo entero, como si fueran los moradores de la casa,
y sean llevados de este modo al conocimiento de Dios con los fulgores de la verdad.
La palabra de Dios no puede, en modo alguno, quedar oculta bajo el celemín; al
contrario, debe ser colocada en lo más alto de la Iglesia, como el mejor de sus adornos. Si
la palabra quedara disimulada bajo la letra de la ley, como bajo un celemín, dejaría de
iluminar con su luz eterna a los hombres. Escondida bajo el celemín, la palabra ya no sería
fuente de contemplación espiritual para los que desean librarse de la seducción de los
sentidos, que, con su engaño, nos inclinan a captar solamente las cosas pasajeras y
materiales; puesta, en cambio, sobre el candelero de la Iglesia, es decir, interpretada por
el culto en espíritu y verdad, la palabra de Dios ilumina a todos los hombres.
La letra, en efecto, si no se interpreta según su sentido espiritual, no tiene más valor
que el sensible y está limitada a lo que significan materialmente sus palabras, sin que el
alma llegue a comprender el sentido de lo que está escrito.
No coloquemos, pues, bajo el celemín, con nuestros pensamientos racionales, la
lámpara encendida (es decir, la palabra que ilumina la inteligencia), a fin de que no se nos
pueda culpar de haber colocado bajo la materialidad de la letra la fuerza incomprensible
de la sabiduría; coloquémosla, más bien, sobre el candelero (es decir, sobre la
interpretación que le da la Iglesia), en lo más elevado de la genuina contemplación; así
iluminará a todos los hombres con los fulgores de la revelación divina.