lunes, 25 de octubre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

LUNES 30 DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Romanos 8,12-17



REFLEXION

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios

Ser conducidos o guiados por el Espíritu del Señor implica una conciencia de la presencia del Espíritu y su actividad en nosotros. Este conocimiento ha sido expresado, mostrado y buscado en muchos de los pasajes que nos traen diversos libros de la Biblia. En ellos se abre una subjetividad a la comprobación y credibilidad de los demás, y muchas veces queda en la penumbra de la duda.

Los indicios que se prestan al asentimiento de la subjetividad de quien hace la experiencia del Espíritu son variados: hechos, palabras, situaciones, acontecimientos, estados de ánimo, reflexiones. Es el arte del discernimiento en el que siempre se es aprendiz porque uno es el Maestro: el mismo Espíritu.

Ignacio de Loyola es un clásico de ese aprendizaje a través de sus Ejercicios Espirituales y toda su obra escrita e institucional. Entre los requerimientos para avanzar en este aprendizaje insiste en el alejamiento del propio amor, querer e interés porque se erigen como obstáculos para una verdadera escucha. Igualmente se requiere tiempo y según la gravedad de la decisión que se discierne, probarla en varios momentos. Por último la prudencia básica en este arte pide que se busque una confirmación.

nos hace gritar: "¡Abba!" (Padre).

Jesús es nuestro paradigma de hijo de Dios quien deja escuchar ese llamado al Señor como Padre, íntimamente sentido: papito.

Ese Espíritu y nuestro espíritu dan testimonio concorde

Nuestro espíritu-con minúscula-inhabitado por el Espíritu de Dios- con mayúscula-vive un proceso de conversión y persuasión del designio del Padre. No le es tarea sencilla, por nuestra libertad, apegos y aferramientos. Su fuerza está en su persistencia.

 ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

Y convencernos de la glorificación, es su misión.

Qué hubiera sido de la glorificación sino se hubiera incubado en el silencio de la conciencia, una moción que nos persuada a la obra buena?

Los que son del Espíritu trabajan y viven así: desde lo oculto y en la trastienda velan por la obra buena.

Salmo responsorial: 67



REFLEXION

 

Dios lleva nuestras cargas, / es nuestra salvación.

Dios solidario y compañero, así es nuestro Padre.

Lucas 13,10-17



REFLEXION

 

indignado porque Jesús había curado en sábado

Con el gozo de la rigidez de la prohibición. Ese gozo que sentimos por poder prohibir y sancionar la desobediencia. Como si fuera un absoluto.

Jesús mira el caso y flexibiliza por misericordia, como un desafío al absoluto en el que se ha convertido una norma.

Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo llevaba a abrevar, aunque sea sábado?

Somos hipócritas porque decimos en muchas formas que nos impulsa la buena voluntad y los valores, el amor, la civilización, la santidad etc. Pero en su momento tenemos más prontitud con las situaciones que tienen que ver con nuestra economía, que las que tienen que ver con la dignidad de las personas en situación crítica. Pero es más: desenmascara Jesús decisiones que exoneran de la norma, por beneficio propio.

Es decir, que el cumplimiento puede servir al egoísmo y matar el altruismo.

A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía

Bochorno que se convertirá en resentimiento hasta eliminar a Jesús, quien humilla el poder abusivo y egoísta.

La Palabra en persona de Jesús sabe abochornarnos cuando revela nuestra incongruencia: exigimos para otros lo que nos permitimos a nosotros.

Este bochorno es una liberación de la falsedad con la que evaluamos nuestra existencia salvando nuestro ego por propia iniciativa.

Cuando nos hundimos en el bochorno se rompe la coraza de ese ego apegado a la falsedad y reconocemos que la salvación del Señor es otra cosa diferente a la propia permisividad.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1452587597180592135?s=20

BEATO CARLO

 

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
(Caps. 21,1-22, 5; 23,1-2: Funk 1 89-93

NO NOS APARTEMOS NUNCA DE LA VOLUNTAD DE DIOS

Vigilad, amadísimos, no sea que los innumerables beneficios de Dios se conviertan
para nosotros en motivo de condenación, por no tener una conducta digna de Dios y por
no realizar siempre en mutua concordia lo que le agrada. En efecto, dice la Escritura: El
Espíritu del Señor es lámpara que sondea lo íntimo de las entrañas.
Consideremos cuán cerca está de nosotros y cómo no se le oculta ninguno de nuestros
pensamientos ni de nuestras palabras. Justo es, por tanto, que no nos apartemos nunca
de su voluntad. Vale más que ofendamos a hombres necios e insensatos, soberbios y
engreídos en su hablar, que no a Dios.
Veneremos al Señor Jesús, cuya sangre fue derramada por nosotros; respetemos a los
que dirigen nuestras comunidades, honremos a nuestros presbíteros, eduquemos a
nuestros hijos en el temor de Dios, encaminemos a nuestras esposas por el camino del

bien. Que ellas sean dignas de todo elogio por el encanto de su castidad, que brillen por la
sinceridad y por su inclinación a la dulzura, que la discreción de sus palabras manifieste a
todos su recato, que su caridad hacia todos sea patente a cuantos temen a Dios, y que no
hagan acepción alguna de personas.
Que vuestros hijos sean educados según Cristo, que aprendan el gran valor que tiene
ante Dios la humildad y lo mucho que aprecia Dios el amor casto, que comprendan cuán
grande sea y cuán hermoso el temor de Dios y cómo es capaz de salvar a los que se dejan
guiar por él, con toda pureza de conciencia. Porque el Señor es escudriñador de nuestros
pensamientos y de nuestros deseos, y su Espíritu está en nosotros, pero cuando él quiere
nos lo puede retirar.
Todo esto nos lo confirma nuestra fe cristiana, pues el mismo Cristo es quien nos
invita, por medio del Espíritu Santo, con estas palabras: Venid, hijos, escuchadme: os
instruiré en el temor del Señor; ¿hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca
la paz y corre tras ella.
El Padre de todo consuelo y de todo amor tiene entrañas de misericordia para con
todos los que lo temen y, en su entrañable condescendencia, reparte sus dones a cuantos
a él se acercan con un corazón sin doblez. Por eso, huyamos de la duplicidad de ánimo, y
que nuestra alma no se enorgullezca nunca al verse honrada con la abundancia y riqueza
de los dones del Señor.