miércoles, 4 de enero de 2023



GRACIAS SEÑOR POR PONER A CARLO EN MI VIDA COMO TÚ MENSAJERO Y COMPAÑÍA
 De los Capítulos, distribuidos en cinco centurias, de san Máximo Confesor, abad
(Centuria 1, 8-13: PG 90, 1182-1186)
 
MISTERIO SIEMPRE NUEVO

 

El Verbo de Dios nació según la carne una vez por todas, por su bondad y condescendencia para con los hombres, pero continúa naciendo espiritualmente en aquellos que lo desean; en ellos se hace niño y en ellos se va formando a medida que crecen sus virtudes; se da a conocer a sí mismo en proporción a la capacidad de cada uno, capacidad que él conoce; y si no se comunica en toda su dignidad y grandeza no es porque no lo desee, sino porque conoce las limitaciones de la facultad receptiva de cada uno, y por esto nadie puede conocerlo de un modo perfecto.

 En este sentido el Apóstol, consciente de toda la virtualidad de este misterio, dice: Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre, es decir, que se trata de un misterio siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca.

 Cristo, que es Dios, nace y se hace hombre, asumiendo un cuerpo y un alma racional, él, por quien todo lo que existe ha salido de la nada; en el Oriente una estrella brilla en pleno día y guía a los magos hasta el lugar en que yace el Verbo encarnado; con ello se demuestra que el Verbo, contenido en la ley y los profetas, supera místicamente el conocimiento sensible y conduce a los gentiles a la luz de un conocimiento superior.

 Es que las enseñanzas de la ley y los profetas, cristianamente entendidas, son como la estrella que conduce al conocimiento del Verbo encarnado a todos aquellos que han sido llamados por designio gratuito de Dios.

 Así pues, Dios se hace perfecto hombre, sin que le falte nada de lo que pertenece a la naturaleza humana, excepción hecha del pecado (el cual, por lo demás, no es inherente a la naturaleza humana); de este modo ofrece a la voracidad insaciable del dragón infernal el señuelo de su carne, excitando su avidez; cebo que, al morderlo, se había de convertir para él en veneno mortal y causa de su total ruina, por la fuerza de la divinidad que en su interior llevaba oculta; esta misma fuerza divina serviría, en cambio, de remedio para la naturaleza humana, restituyéndola a su dignidad primitiva.

 En efecto, así como el dragón infernal, habiendo inoculado su veneno en el árbol de la ciencia, había corrompido al hombre cuando éste quiso gustar de aquel árbol, así también aquél, cuando pretendió devorar la carne del Señor, sufrió la ruina y la aniquilación, por el poder de la divinidad latente en esta carne.

 La encarnación de Dios es un gran misterio, y nunca dejará de serlo. ¿Cómo el Verbo, que existe personal y substancialmente en el Padre, puede al mismo tiempo existir personal y substancialmente en la carne? ¿Cómo, siendo todo él Dios por naturaleza, se hizo hombre todo él por naturaleza, y esto sin mengua alguna ni de la naturaleza divina, según la cual es Dios, ni de la nuestra, según la cual es hombre? únicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe que es el fundamento y la base de todo aquello que excede la experiencia y el conocimiento natural.



martes, 3 de enero de 2023

PALABRA COMENTADA

 

3 de Enero de

Antes de Epifanía

1Juan 2,29-3,6



REFLEXIÓN

todo el que obra la justicia(poion ten dikaiosinen:construye la justicia divina) ha nacido de él

El ideal de justo en el judaísmo lo encarnaba la persona que era fiel a la ley como alianza de amor reverencial con el Señor y se dejaba palpar en la vida corriente en las obras de misericordia: dar limosna, dar de comer al hambriento, de beber al sediento, alivio a los enfermos…

Un ejemplo colectivo de esa calidad de justos la tenían en tiempo de Jesús los fariseos, con quien él compartía algunos puntos de vista.

Pero Jesús, con probabilidad histórica, y sus seguidores después cuando fueron perseguidos, confrontaron y denunciaron los fariseos como hipócritas: sepulcros blanqueados, justicia de apariencia.

Y el énfasis del justo y su construcción de justicia se ubicó en la sinceridad, en la consistencia, en la congruencia entre el corazón profundo de la persona y la buena obra que practicaba.

Este es el desafío que nos deja el seguimiento con Jesús: una construcción sincera y no hipócrita de la justicia. La justicia que construimos en nombre de la fe que vivimos en Jesús debe congruir con las decisiones y acciones justas emprendidas.

A esta luz resulta aleccionador desde el enfoque de la espiritualidad ignaciana la insistencia en la oración y el examen de la misma y de la vida, cada día.

Se trata de un compromiso de juicio sobre la sinceridad de las cosas buenas que emprendo por fe. Porque puedo simular el bien y autoengañarme.

aún no se ha manifestado lo que seremos

La calidad de honestidad, sinceridad y congruencia del corazón creyente y sus acciones será puesta a prueba en las persecuciones, incomprensiones, aflicciones.

Para que nos despojemos de la insinceridad y nos purifiquemos en nuestro seguimiento amoroso del Señor.

No hay contingencia humana mirada como historia de salvación que no se ordene a tal fin.

Es en este esfuerzo de construcción que nos vamos manifestando procesualmente como hijos de Dios, nacidos de su Espíritu.

Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro

Esta construcción es un rudo trabajo cotidiano y por eso se alienta con la esperanza de conseguir el fin, que es la pureza de la sinceridad.

Nuestros escándalos de todo tiempo, pero exacerbados mediáticamente en la actualidad, pueden robarnos la esperanza de alcanzar la sinceridad. Eso quiere el anti-cristo para seguir aparentando demoler el reino de la buena nueva.

Salmo responsorial: 97



REFLEXIÓN

Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas

La esperanza ayuda a la fe en su construcción de una justicia sincera, porque inspira la acción de gracias ante las maravillas que proceden del Señor.

Juan 1,29-34



REFLEXIÓN

Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo."

Juan Bautista pertenece a la clase de hombres de fe, que procesualmente construye la justicia con sinceridad y esperanza.

No obstante la calidad de su entrega a la misión de reunir el pueblo de Dios para su purificación final, es capaz de reconocer que tiene límites, que no es perfecto, que debe dar paso a Alguien que quita el pecado del mundo.

Las personas que ostentan un índice elevado de comunión con el Señor y que conocemos por la historia de los santos, anteriores y actuales, junto a su construcción de justicia manifiestan un alto grado de autocrítica.

Así se mantienen en el proceso de purificación que lleva a la confianza en la reparación por parte del Señor.

Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Ver al Señor Jesús, el de Nazareth crucificado y resucitado, nos mueve a poner en marcha un proceso de justificación: construir la justicia con sinceridad y esperanza.

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