domingo, 14 de enero de 2024

PALABRA COMENTADA

Domingo 2 de tiempo ordinario

1Samuel 3,3b-10.19



REFLEXIÓN

Respondió Elí: "No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte."

La guía de alguien experimentado es insustituíble en el acompañamiento espiritual.

Por importante que sea la teoría, los conceptos, las ideas y las vivencias, se requiere alguien que haya hecho el camino para que asista el proceso de fe del hermano.

Es un modo de expresar que el conocimiento del Señor es sabiduría, sabor del espíritu, el cual se logra en el trato, la familiaridad, el uso y costumbre de una relación.

Como el amor de una pareja, como el afecto de una familia, como la unión de los amigos.

Salmo responsorial: 39



REFLEXIÓN

He proclamado tu salvación / ante la gran asamblea; / no he cerrado los labios; / Señor, tú lo sabes.

La sabiduría consistente requiere el testimonio. Es el signo del compromiso, de la alianza. La muestra sobre en qué lado se está.

1Corintios 6,13c-15a.17-20



REFLEXIÓN

El que se une al Señor es un espíritu con él

Esa sabiduría, sabor del Señor, es una unión de intereses. Estar con El, nos hace partidarios de Él y su reinado.

Pero el que fornica peca en su propio cuerpo

Pecar en el cuerpo: fornicar. Desviar el cuerpo de la experiencia y sabor del Señor.

Fornicar es un uso del sexo como fin en sí mismo. Tiene consecuencias devastadoras para la autoestima y dignidad propia de la persona. Nos degradamos al nivel de cosa placentera.

Fornicar no es amar sexuada y sexualmente. Es diferente y la calidad del uso del cuerpo es distinta.

Es algo positivo que nos ha enseñado la época actual, y los jóvenes saben vivirlo con mucha autenticidad. Muchos de ellos, cuando se quieren y tienen sentimientos mutuos de aceptación y dignificación, se entregan mediante el acto sexual, que sella y trata de significar esos sentimientos profundos. Eso no es el fornicar al que se refería Pablo.

Y podrá haber una cosa por otra? Podrá haber abuso? Por supuesto. No hay nada sobre la haz del la tierra que implique la libertad de la persona y no sea desafiada por el abuso. Por eso hay que discernir y moderar.

No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

Pero la exigencia del Reino del Espíritu llega hasta limitar nuestra propiedad y decisión absoluta sobre el cuerpo.

En esto hay un choque frontal contra las apreciaciones actuales que proclaman que somos los dueños absolutos de nuestra existencia y por ende de nuestro cuerpo.

Es uno de los dogmas del feminismo a ultranza, cuando lo antepone como criterio para decidir sobre el aborto.

Juan 1,35-42



REFLEXIÓN

Entonces fueron, y vivieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde

El sabor y la familiaridad se fue haciendo con el trato personal.

Se trata de un en-amoramiento, cualitativa y diferente al deslumbramiento afectivo de los novios.

Se trata del impacto integral del Señor en nosotros, ayudados por un acompañante, como Juan, que ayudó a sus discípulos a entrar en la familiaridad de Jesús, quienes se fueron  a vivir con él.

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1Samuel 3,3b-10.19 

Salmo responsorial: 39 

1Corintios 6,13c-15a.17-20 

Juan 1,35-42 

BEATO CARLO

SIRVIÓ CON EL TESTIMONIO DE VIDA A LA INTENCIÓN ECLESIAL EN SU CONJUNTO


 De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Efesios
(Cap. 2, 2--5, 2: Funk 1, 175-177)
 
EN LA CONCORDIA DE LA UNIDAD

 

Es justo que vosotros glorifiquéis de todas las maneras a Jesucristo, que os ha glorificado a vosotros, de modo que, unidos en una perfecta obediencia, sumisos a vuestro obispo y al colegio presbiteral, seáis en todo santificados. No os hablo con autoridad, como si fuera alguien. Pues, aunque estoy encarcelado por el nombre de Cristo, todavía no he llegado a la perfección en Jesucristo. Ahora, precisamente, es cuando empiezo a ser discípulo suyo y os hablo como a mis condiscípulos. Porque lo que necesito más bien es ser fortalecido por vuestra fe, por vuestras exhortaciones, vuestra paciencia, vuestra ecuanimidad. Pero, como el amor que os tengo me obliga a hablaros también acerca de vosotros, por esto me adelanto a exhortaros a que viváis unidos en el sentir de Dios. En efecto, Jesucristo, nuestra vida inseparable, expresa el sentir del Padre, como también los obispos, esparcidos por el mundo, son la expresión del sentir de Jesucristo.

 

Por esto debéis estar acordes con el sentir de vuestro obispo, como ya lo hacéis. Y en cuanto a vuestro colegio presbiteral, digno de Dios y del nombre que lleva, está armonizado con vuestro obispo como las cuerdas de una lira. Este vuestro acuerdo y concordia en el amor es como un himno a Jesucristo. Procurad todos vosotros formar parte de este coro, de modo que, por vuestra unión y concordia en el amor, seáis como una melodía que se eleva a una sola voz por Jesucristo al Padre, para que os escuche y os reconozca, por vuestras buenas obras, como miembros de su Hijo. Os conviene, por tanto, manteneros en una unidad perfecta, para que seáis siempre partícipes de Dios.

 

Si yo, en tan breve espacio de tiempo, contraje con vuestro obispo tal familiaridad, no humana, sino espiritual, ¿cuánto más dichosos debo consideraros a vosotros, que estáis unidos a él como la Iglesia a Jesucristo y como Jesucristo al Padre, resultando así en todo un consentimiento unánime? Nadie se engañe: quien no está unido al altar se priva del pan de Dios. Si tanta fuerza tiene la oración de cada uno en particular, ¿cuánto más la que se hace presidida por el obispo y en unión con toda la Iglesia?