martes, 16 de enero de 2024

PALABRA COMENTADA

Martes 2 de tiempo ordinario

Año Par

1Samuel 16, 1-13



REFLEXIÓN

En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado como rey de Israel? Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí"

Ni siquiera el vidente Samuel comparte del todo con el Señor su poco aprecio por Saúl, aun a pesar de sus errores.

Debe ponerse en marcha para buscar el sucesor y su nueva misión no da espacio para un duelo y nostalgia prolongados.

Los objetivos del pueblo son prioritarios y aunque no todas las tradiciones están de acuerdo en la necesidad de un rey, las circunstancias lo requieren, para sobrevivir a sus enemigos.

La marcha del designio del Señor en las circunstancias históricas concretas de un periodo, requieren superar ciertas sensibilidades, apegos y afectos, por legítimos que parezcan. El bien común es primero.

Sin embargo sucede que los que soportan las decisiones del poder en sus vidas cotidianas, no son avisados o comunicados de lo que la autoridad considera como bien común. Y la credibilidad en ese diagnóstico se erosiona.

Samuel contestó: "¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me mata". El Señor le dijo: "Llevas una novilla y dices que vas a hacer un sacrificio al Señor. Convidas a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que tienes que hacer; me ungirás al que yo te diga".

La nueva misión de Samuel no está exenta de riesgo porque se trata de una conspiración contra el trono, para reemplazar al rey repudiado por el Señor.

Además debe mentir, en aras del éxito de la misión encomendada. Qué dirían nuestros contemporáneos, las filtraciones contra el poder tan celebradas, la censura contra toda clase de mentira y simulación?

En el marco de la teología del poder para Israel, el verdadero rey es el Señor, y el monarca su subalterno. Tal reemplazo no alcanza a tener el nivel de una alta traición, porque es el verdadero rey el que decide y lo hace conocer por su profeta.

Un verdadero administrador, aun entre los seguidores de Jesús de Nazaret, es un subordinado que se desvive por servir la voluntad de su Señor, verdadero Rey. Incluso puede ser resistido en sus decisiones, en nombre de Dios, sin considerar en conciencia que sea un traidor.

La ética judeocristiana del súbdito cristiano lo convierte en un disidente potencial de cualquier autoridad, porque por encima de ellas está el Señor.

La recomendación de obediencia a las autoridades por parte del evangelio y Pablo, es relativa y no absoluta. Es una obediencia penúltima, porque la absoluta y última es la que vincula la conciencia al Señor Dios.

El todopoderoso objetor de conciencia, que sella in extremis su rebeldía y protesta, en nombre de un absoluto, sea de la religión que sea.

De ello se sigue que el creyente comprometido con la ética judeocristiana no puede apegarse, ni ser domesticado por ninguna autoridad. Pero tampoco puede esperar preferencias y una actitud amigable, en principio, de la autoridad que conoce la idiosincracia de estos súbditos.

Por eso el cristiano está obligado al discernimiento político del bien común, para obedecer u objetar en conciencia.

La época actual muestra abundantes manifestaciones de descontento y protesta en diferentes órdenes, y un alto nivel de participación de los que se consideran víctimas de diferentes abusos.

Lo mínimo para la ética del creyente es examinar la justicia y ponderar la verdad de tales protestas.

La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón".

Se nos da un criterio para aceptar las decisiones que el Señor hace conocer a través de la historia bíblica: él conoce el corazón del hombre.

Una sabiduría que recoge también el evangelio, porque Jesús es partícipe de ese conocimiento del lugar antropológico, donde la libertad humana se determina a tomar una decisión.

Sin embargo no siempre estamos inclinados a esa aceptación, porque tenemos nuestro propio juicio sobre el corazón humano.

En aquel momento invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante

David como Moisés y Jesús, es un líder señero y conviene que los relatos de su elección hagan constar la validación por la plenitud del Espíritu del Señor. El Espíritu es la vitalidad, el respirar del Señor en una criatura.

Salmo responsorial: 88



REFLEXIÓN

lo he ungido con óleo sagrado; para que mi mano esté siempre con él

Donde está su unción, está su Espíritu: y está Él. Es el sentido de los sacramentos con unción.

Quieren significar una presencia dinámica permanente, es decir, disponible siempre que la actitud del recipiente sea apta.

Pero supera esta presencia la intención y actitud del administrador, quien no la puede manipular.

Marcos 2,23-28



REFLEXIÓN

los discípulos iban arrancando espigas

En el orden social israelita la tradición que favorecía a los pobres, permitía que se dejaran sobras de la cosecha para que ellos obtuvieran alimento.

Un sábado atravesaba el Señor un sembrado

Pero el motivo de la confrontación es el sábado, no la propiedad. Actualmente se cambia la prioridad. Lo que nos interesa es la propiedad privada, privada más bien de función social.

Un sábado como tiempo dedicado a hacer espacio a la memoria del Señor, no parece tener lugar en una ciudad secular. Ni es problema.

cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre?

Jesús vuelve al espíritu de la ley, que es favorecer al hombre en sus necesidades humanas. Antes hay que comer que observar una prohibición de trabajo en sábado, que en este caso no se aplica, porque no es un trabajo sino una actividad lo que hacen los discípulos.

Jesús se muestra tomar partido por la necesidad sentida de hombres y mujeres. Eso vale más que una regulación prevista para momentos diferentes.

Son muchos los que claman por necesidad sentida y merecen atención por encima de legislaciones y sistemas que no los contemplan.

También se da los que levantan las necesidades como bandera de partidos para pugnar por el poder.

Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros"

En el ejemplo que plantea Jesús el contraste es más extremo: un lugar sagrado, unos panes consagrados, un privilegio sacerdotal. Todo esto cayó en segundo plano ante la necesidad de alimentarse.

Jesús los refiere a un relato que se relaciona a algo considerado tan sagrado como el sábado: el templo y sus ofrendas.

Si la necesidad del ser humano requiere respuesta, no hay excusa para atenderla. Ni siquiera una en nombre de lo santo.

Es congruente con la ética judeocristiana de la objeción de conciencia. No hay mandato humano, ni siquiera divino formulado por humanos, que no sea posible confrontar en nombre de Dios, ante una necesidad humana apremiante.

Los pobres son los portadores de esas necesidades apremiantes y ellos reescriben las prioridades de los mandatos, dados a conocer en nombre de Dios.

"El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado."

El sábado es importante, o su equivalente como tiempo para la memoria y acción de gracias al Señor. Pero el propio Señor hay momentos que antepone la necesidad sentida, como prioritaria según su voluntad.

Hemos de estar abiertos a esas señales de los tiempos para adecuarnos a su inspiración y seguirla.

Igual habrá que proceder a desenmascarar las pretensiones de poder de quienes utilizan las necesidades sentidas de las personas.

No sólo Jesús, Hijo de hombre, es Señor, sino que todo hombre/mujer hijo de hombre es señor de toda estructura que ordena la convivencia para servicio de él/ella.

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1Samuel 16, 1-13 

Cuando se da el criterio de no fijarse sino en el corazòn para la selecciòn se establece que es privilegio de Dios y de sus reyes fieles asociados 

Salmo responsorial: 88 

David elegido y ungido rey asociado al Rey absoluto por encima de los reyes. Es la base de la rebeldìa teològica 

Marcos 2, 23-28 

Jesùs objeta la ley en favor de una autoridad superior que se manifiesta a travès de una necesidad humana bàsica apremiante.  

BEATO CARLO

SU TESTIMONIO DE AMISTAD FUE POR LA CARIDAD

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios.
(Cap. 49-50: Funk 1, 123-125)
¿QUIÉN SERÁ CAPAZ DE EXPLICAR EL VÍNCULO DE LA CARIDAD DIVINA?

El que posee la caridad de Cristo que cumpla sus mandamientos. ¿Quién será capaz de explicar debidamente el vínculo que la caridad divina establece? ¿Quién podrá dar cuenta de la grandeza de su hermosura? La caridad nos eleva hasta unas alturas inefables. La caridad nos une a Dios, la caridad cubre la multitud de los pecados, la caridad lo aguanta todo, lo soporta todo con paciencia; nada sórdido ni altanero hay en ella; la caridad no admite divisiones, no promueve discordias, sino que lo hace todo en la concordia; en la caridad hallan su perfección todos los elegidos de Dios y sin ella nada es grato a Dios. En la caridad nos acogió el Señor: por su caridad hacia nosotros, nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo la voluntad del Padre, dio su sangre por nosotros, su carne por nuestra carne, su vida por nuestras vidas.

Ya veis, amados hermanos, cuán grande y admirable es la caridad y cómo es inenarrable su perfección. Nadie es capaz de practicarla adecuadamente, si Dios no le otorga este don. Oremos, por tanto, e imploremos la misericordia divina, para que sepamos practicar sin tacha la caridad, libres de toda parcialidad humana. Todas las generaciones anteriores, desde Adán hasta nuestros días, han pasado; pero los que por gracia de Dios han sido perfectos en la caridad obtienen el lugar destinado a los justos y se manifestarán el día de la visita del reino de Cristo. Porque está escrito: Anda, pueblo mío, entra en los aposentos y cierra la puerta por dentro; escóndete un breve instante mientras pasa la cólera; y me acordaré del día bueno y os haré salir de vuestros sepulcros.

Dichosos nosotros, amados hermanos, si cumplimos los mandatos del Señor en la concordia de la caridad, porque esta caridad nos obtendrá el perdón de los pecados. Está escrito: Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito y en cuyo espíritu no hay falsedad. Esta proclamación de felicidad atañe a los que, por Jesucristo nuestro Señor, han sido elegidos por Dios, al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén