domingo, 21 de enero de 2024

PALABRA COMENTADA

Domingo 3 de tiempo ordinario

Jonás 3,1-5.10



REFLEXIÓN

Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida;

La conversión de la mala vida puede volverse un tema cultural porque es posible atascarse en aquello de lo que para unos es bueno para otros es malo.

La mala vida tampoco es un mero asunto ético-moral, en donde se puede discutir hasta la saciedad qué es lo bueno, qué es lo malo, qué lo correcto y qué no.

Es relativamente sencillo:hay que centrarse en el único mandamiento que es doble: Amar a Dios y amar al prójimo. Si amamos bajo estas premisas desarrollamos una buena vida, una vida de calidad, aunque seamos pobres.

Salmo responsorial: 24



REFLEXIÓN

enseña su camino a los humildes.

Porque si la intención de amar a Dios y al prójimo es honesta, Él nos da un Espíritu pedagogo que nos inspira y asesora en el camino.

Y cómo saber si esa intención lo es? Si uno se conoce lo sabe. El problema para muchos es que no se conocen y se sorprenden de sí mismos por su autoengaño.

1Corintios 7,29-31



REFLEXIÓN

el momento es apremiante

la representación de este mundo se termina

Vivir el amor del Reino: a Dios y al prójimo, equivale a posicionarse en un último momento siempre.

Son el adelanto del fin que nos dona el Espíritu.

Marcos 1,14-20



REFLEXIÓN

"Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio."

Se vive el fin del mundo cuando se da la conversión al Reino: amar a Dios y amar al prójimo.

dejaron las redes y lo siguieron

Como estos elegidos cuyo mundo de redes y pesca terminó con la conversión al llamado de Jesús para proclamar el Reino.

dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Estas son señales de un fin del mundo para abrirse a uno nuevo.

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Jonás 3,1-5.10

Es difìcil aceptar que como testigos del Reino, tenemos que mostrar que sabemos salir del mundo que pasa, nuestra muerte, y que hemos ingresado en la nueva vida, nuestra resurrecciòn.  Nos cuesta aceptar esta misiòn porque nos convertimos mal y es duro el anuncio de la conversiòn si esta no està asegurada cuando lo anunciamos

Salmo responsorial: 24

Dispuesto està el Señor a enseñarnos e instruirnos si ponemos de nuestra parte y nos convertimos

1Corintios 7,29-31

Es una constante en el anuncio del Reino: sòlo es posible si cotidianamente morimos, nos convertimos del mundo que pasa para peregrinar al mundo nuevo que va llegando.

Marcos 1,14-20

Jesùs empieza su misiòn de anuncio del Reino con la muerte de Juan B. Una nueva manera de vida. Vida nueva en una modalidad històrica, que significa salvar echando redes para salvar pecadores. Y para eso tambièn hay que morir a los modos de vida que pasan. Y pertenecen al mundo que pasa.

BEATO CARLO

BEATO CARLO

 ¿Qué es lo que Carlo nos regaló a todos en estos días que hizo que los recientes acontecimientos  se “viralizaran” tan rápidamente y llegaran a impactar en tantos corazones? ¿Qué fue lo que hizo que la atención de tantos creyentes se fijara en su vida y en las celebraciones en torno a su beatificación? ¿Cómo puede ser que unas pocas frases que nos quedaron de él, algunas imágenes y videos hayan atraído tan fuertemente la atención de quienes lo miraban? Para mí, la respuesta es que Carlo nos regaló por un instante poder poner la mirada en el Cielo.


Sí, en medio de la peor pandemia que pudiéramos haber imaginado alguna vez, en medio de un encierro que nos asfixia, de un aislamiento que nos arrojó a la más profunda soledad, las nubes de nuestro cielo se abrieron y por un tiempito pudimos vislumbrar a lo que estamos llamados: ¡al Cielo! (P. Guido Petrazzini https://iglesiamillennial.com/2020/10/26/con-los-ojos-en-el-cielo/)

De la Constitución Sacrosánctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, del Concilio Vaticano segundo.
(Núms. 7-8. 106)

CRISTO ESTÁ PRESENTE EN SU IGLESIA

Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, tanto en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, como sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que cuando alguien bautiza es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura es él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, pues él mismo prometió: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
En verdad, en esta obra tan grande, por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno.
Con razón, pues, se considera a la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y realizan, cada uno a su manera, la santificación del hombre; y así el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.
En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es la acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no es igualada, con el mismo título y en el mismo grado, por ninguna otra acción de la Iglesia.
En la liturgia terrena participamos, pregustándola, de aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo, ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, está sentado a la diestra de Dios; con todos los coros celestiales, cantamos en la liturgia el himno de la gloria del Señor; veneramos la memoria de los santos, esperando ser admitidos en su asamblea; esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor, hasta que se manifieste él, que es nuestra vida, y nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria.
La Iglesia, por una tradición apostólica que se remonta al mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la eucaristía, celebren el memorial de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No deben anteponérsele otras solemnidades, a no ser que sean realmente de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.