lunes, 15 de julio de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Lunes 15 de tiempo ordinario

Año Par

Isaías 1, 10-17



REFLEXIÓN

¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios?

Nos cuesta entender y aceptar que el Dios de la Palabra que interpela no está pidiendo ni esperando nada de nosotros. Es autosuficiente.

Que nos ame con locura no significa que nos incluye en una relación de dependencia sino más bien en una correspondencia de libertad.

Nuestra imagen y semejanza, difícil de aprender y aplicar, consiste además en la gratuidad y libertad de nuestro amar.

Buscar y exigir y prestarse a transacciones de interés egoísta nos distorsiona como sacramento de la existencia del Señor entre nosotros como salvador.

se me han vuelto una carga que no soporto más.

Quizá no hemos hecho suficiente conciencia de esta realidad de fastidio por parte del Señor ante la proliferación devocional de algunos creyentes, prometiendo cosas y menos a sí mismos: única ofrenda aceptable en memoria de Jesús de Nazareth.

Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda." 

Si tanta algarabía de protesta por supuestos derechos de víctimas oprimidas estuviera fundamentada en este compromiso de buscar el derecho y la fraternidad, podríamos decir que se está densificando la presencia del reino. Pero algo nos dice que no todo es eso. También las alegadas víctimas, si no se purifican, actúan en forma egoísta como otros verdugos.

Salmo responsorial: 49



REFLEXIÓN

tú que detestas mi enseñanza / y te echas a la espalda mis mandatos?

El dogma que estamos viviendo trata sobre la corrupción de toda autoridad. En consecuencia la desobediencia es virtud. Un argumento parecido a la serpiente del paraíso en el libro del Génesis.

Te acusaré, te lo echaré en cara

Después que pasa la borrachera, el trance de drogas, la enervación del sexo nos despertamos a la culpa de la conciencia, que a diferencia de la mórbida, nos pide cambio, no desesperación.

Mateo 10,34-11,1



REFLEXIÓN

"No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa

Una guerra sin cuartel en el seno de la sacrosanta familia. Como parece que se da actualmente con los ejemplos de familia alternativa.

Por qué? Porque la única familia que se sostiene y sostendrá hasta el fin es la del Padre, en la que todos somos hermanos.

Así que la familia tradicional no es el paradigma del reino sino en la medida que promueve la fraternidad en vez de la jerarquía.

La equivocidad de las palabras es un riesgo, porque en tiempos de Jesús la paz es un término imperial: Pax romana. Un proyecto político de dominación. 

No era totalmente perjudicial, porque garantizaba estabilidad en las regiones bajo su tutela. 

Pero se erigía sobre injusticias y crímenes. Para los judíos equivaldría a una imposición y un grave riesgo para su identidad religiosa y política.

Era un semillero de corrupción por la venalidad que sembraba en esa sociedad, con clases poderosas aliadas al imperio.

Resulta paradójico este dicho, por lo inerme de Jesús y los suyos. 

La palabra eirene traduce una bendición judía de saludo que es la paz: prosperidad, bienestar, éxito, tranquilidad.

La palabra majairan además de daga para luchar, sirve para dividir en dos partes exactas, retribuir.

La palabra dijasai es dividir en trozos

Pero a diferencia de las espadas del imperio las de Jesús y su reino aluden a una lucha tan profunda que llega hasta la división de la familia, epítome de unidad.

los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí

Más que una situación de violencia de guerra parece un conflicto que Jesús provoca hasta en el seno familiar con la consecuente división. Nos enfrentaremos por causa de Jesús, lo que dijo y lo que hizo. 

Lógicamente a la base del conflicto que divide se encuentra la división de criterios e interpretación sobre Jesús.

La paradoja de perder para hallar nos habla de la actitud de Jesús que se despoja de la jerarquía para servir como si fuera el de más abajo.

Porque el abajamiento se da en la calidad del servicio prodigado a nuestros hermanos, sobre todo los más vulnerables que casi no tienen esperanza de salvación. 

y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro

Pensar que es más noble dar sin expectativa de reconocimiento es desconocer la dinámica de la Promesa de la Palabra desde que se comenzó a revelar. 

Con su amor primero el Señor nos enseñó a tener expectativa de plenitud. Dar un vaso de agua al vulnerable, gesto simple de servicio, se transfigura por la promesa y cumplimiento de perfección que conlleva.

El peso de la buena obra legítima es eterno y bien vale la pena ese servicio.

Estamos en un texto que alude a instrucciones para la misión de sus seguidores. 

Se puede entender un escenario de misión, con requisitos claros sobre actitudes a tener en cuenta. 

No se trata de bienestar sino de conflicto que divide en trozos. En el foco no se trata de conservar la familia, lo más preciado, sino de preferir a Jesús, por quien son enviados. 

En ese sentido es una cruz a cargar, una vida antigua que evitar. 

Darle a estos pobres seguidores, así conflictuados por la misión, hasta un vaso de agua no quedará sin recompensa.

En conclusión seguir a Jesús es asumir un destino de profeta y su lucha, pero también conlleva su recompensa.

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motivaciondehoy


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Lunes 15 de tiempo ordinario

Año Par

Isaías 1, 10-17

Salmo responsorial: 49

Mateo 10,34-11,1

DOCTORES DE LA IGLESIA

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


De las obras de san Buenaventura, obispo
(Opúsculo sobre el itinerario de la mente hacia Dios, 7,1,2,6: Opera omnia 5, 312-313)
La sabiduría misteriosa revelada por el Espíritu Santo
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Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo, él, que es la placa de la expiación colocada sobre el arca de Dios y el misterio escondido desde el principio de los siglos. El que mira plenamente de cara esta placa de expiación y la contempla suspendida en la cruz, con la fe, con esperanza y caridad, con devoción, admiración, alegría, reconocimiento, alabanza y júbilo, este tal realiza con él la Pascua, esto es, el paso, ya que, sirviéndose del bastón de la cruz, atraviesa el mar Rojo, sale de Egipto y penetra en el desierto, donde saborea el maná escondido, y descansa con Cristo en el sepulcro, como muerto en lo exterior, pero sintiendo, en cuanto es posible en el presente estado de viadores, lo que dijo Cristo al ladrón que estaba crucificado a su lado: Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Para que este paso sea perfecto, hay que abandonar toda especulación de orden intelectual y concentrar en Dios la totalidad de nuestras aspiraciones. Esto es algo misterioso y secretísimo, que sólo puede conocer aquel que lo recibe, y nadie lo recibe sino el que lo desea, y no lo desea sino aquel a quien inflama en lo más íntimo el fuego del Espíritu Santo, que Cristo envió a la tierra. Por esto, dice el Apóstol que esta sabiduría misteriosa es revelada por el Espíritu Santo.

Si quieres saber cómo se realizan estas cosas, pregunta a la gracia, no al saber humano; pregunta al deseo, no al entendimiento; pregunta al gemido expresado en la oración, no al estudio y la lectura; pregunta al Esposo, no al Maestro; pregunta a Dios, no al hombre; pregunta a la oscuridad, no a la claridad; no a la luz, sino al fuego que abrasa totalmente y que transporta hacia Dios con unción suavísima y ardentísimos afectos.

Este fuego es Dios, cuyo horno, como dice el profeta, está en Jerusalén, y Cristo es quien lo enciende con el fervor de su ardentísima pasión, fervor que sólo puede comprender el que es capaz de decir: Preferiría morir asfixiado y la misma muerte. El que de tal modo ama la muerte puede ver a Dios, ya que está fuera de duda aquella afirmación de la Escritura: Nadie puede ver mi rostro y quedar con vida. Muramos, pues, y entremos en la oscuridad, impongamos silencio a nuestras preocupaciones, deseos e imaginaciones; pasemos con Cristo crucificado de este mundo al Padre, y así, una vez que nos haya mostrado al Padre, podremos decir con Felipe: Eso nos basta; oigamos aquellas palabras dirigidas a Pablo: Te basta mi gracia; alegrémonos con David, diciendo: Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi lote perpetuo. Bendito sea el Señor por siempre, y todo el pueblo diga: "¡Amén!"