PALABRA COMENTADA
Jueves 18 de tiempo ordinario
Jeremías 31, 31-34
REFLEXIÓN
haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva
La re-ingienería de Jesús cinco siglos después.
Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones
no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: "Reconoce al Señor."
todos me conocerán, desde el pequeño al grande
Se trata del don del Espíritu desde Cristo Jesús.
La docencia, la pedagogía del Espíritu para conocer al Señor se dirige a la formación de la autonomía del corazón que encarna la alianza con el Señor.
Todo magisterio, todo liderazgo, toda tutela, tutoría o jerarquía, con pretensión de perpetuarse en su ascendencia, está destinada al fracaso, en este asunto del conocimiento del Señor, y probablemente en otros, como la maduración de la persona humana, por ejemplo.
Todo poder que sueñe con perpetuarse en su dominación de otros y otras, con la patraña de enseñar y conducir, se chocará con la autonomía del corazón, cuando adquiere la estatura de conocimiento del Señor y su designio.
Por lo que todos los que tienen carisma de formadores, padres y educadores, deben hacer conciencia de servidores temporales, que están dispuestos y disponibles al gozo de reconocer la autonomía de la persona, llegado el momento.
Es el frontispicio de toda acción educativa, sobretodo la que brota de lo profundo de la persona.
Salmo responsorial: 50
REFLEXIÓN
crea en mí un corazón puro
Es decir: házme de nuevo.
afiánzame con espíritu generoso
Para soportar la purificación del corazón, que dura toda la vida.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado
Incansable en sacrificar el propio interés para servir el del prójimo: el necesitado que se aproxima, al necesitado que me aproximo .
Mateo 16, 13-23
REFLEXIÓN
Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Una pregunta que nos examina para graduarnos de cristianos.
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo
Una respuesta que da Pedro en nuestro nombre, hasta que aprendamos bien a contestar por nosotros mismos.
eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo
El liderazgo que Jesús enseña es el del Padre, abierto a su revelación, no a la murmuración.
Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Se da inicio a un servicio que se comporte diferente al abrir y cerrar de los maestros de la ley en ese momento y en sintonía con la nueva alianza en el corazón.
La señal que el liderazgo es según el Padre es la fortaleza en persistir en su voluntad y defenderla, aun con la resistencia y presión de la gente.
Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: "¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte". Jesús se volvió y dijo a Pedro: "Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.”
Porque Pedro en ese momento no entendió que se daba una cosa con la otra: nueva alianza con cruz.
El antiguo régimen nunca se dejará quitar el poder fácilmente y opondrá siempre resistencia.
Dos señalamientos contradictorios respecto de la misma persona, que no está asegurada en gracia.
Una cosa es la Iglesia, resistente al maligno, y otra la persona que ata y desata, que puede ser inspirada por Dios o no.No siempre ni necesariamente.
Esto parece ser una enseñanza de nuestro tiempo cuando el papado, baluarte moral, es desacreditado, desoído.
Para nosotros, desde la perspectiva del discernimiento, significa que no todo lo que se nos ocurre es de Dios, y que desde un corazón quebrantado debemos escuchar al Señor para actuar la alianza nueva.
Se requiere de este carisma y asistencia para pensar y decidir según el liderazgo del Señor
https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1555156236609282048?s=20&t=aCIo8CcEdq7KwHNtPBBqwQ
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Jueves 18 de tiempo ordinario
Jeremías 31, 31-34
Salmo responsorial: 50
Mateo 16, 13-23