viernes, 1 de noviembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

TODOS LOS SANTOS(1 DE NOVIEMBRE)

Apocalipsis 7,2-4.9-14



REFLEXIÓN

apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: "¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!"

Héroes anónimos, eso son los  santos innombrados y ocultos.

Hombres, mujeres, niños y ancianos, tejiendo existencias que       aportan bien, amor y justicia a otros, no obstante sus traspiés.

Grupos humanos acosados, perseguidos, violentados por fuerzas hostiles que los desarraigan de sus bienes, y sancionan por su fe pacífica yreligiosa.

"Éstos son los que vienen de la gran tribulación(tzlipsis:presión interna extrema que deja sin escapatoria, ni opciones, en impotencia): han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero."

La Palabra recoge un momento histórico de martirio. Persecución, aflicción y muerte por ser cristiano, en el siglo I d.C.

Los santos serán en toda época quienes den su sangre y sus vidas en nombre de Jesús, como testimonio de fe.

Un martirio para serlo no requiere  exigitivamente el derramamiento de sangre, porque la confesión o testimonio de fe también se puede manifestar a lo largo de la vida de una persona, asumiendo las presiones y tensiones que comporta  la congruencia y fidelidad a la Palabra.

Así muchos creyentes anónimamente viven entregando sus existencias a una lucha por un reino de equidad, justicia, paz, amor.

Esta humilde, muda y sorda construcción tiene un espacio de celebración en este día memorial, porque nada se pierde de esa lucha por la acogida que le hace el Padre    de Jesús.

En esta celebración y abrazo del    Señor tiene su lugar toda acción solidaria de buena voluntad esparcida por el ancho mundo.

Encuentran su nicho en esta conmemoración los mártires jesuitas de la UCA de San Salvador, entre otros.

Hombres y mujeres sin afán de notoriedad, pero servidores del evangelio en diversos contextos: académico, político, investigativo, pastoral o el servicio doméstico.

Vidas que echan luz sobre la propia existencia y la de nuestras violentas sociedades, faltas de suficiente equidad.

Igual parece un signo, dentro de la diversidad de ellos, la conciencia que se tiene entre muchos creyentes, sobre la justicia  de tantos que no están, oficial y confesionalmente, como creyentes de  un credo determinado.

Quizás ante el desengaño y la desilusión de la incongruencia de nuestro testimonio, fijamos la mirada en otros modos de creer en el Absoluto Radical, por si entre ellos se da la verdadera justicia.

Salmo responsorial: 23



REFLEXIÓN


¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón, / queno confía en los ídolos

Cualquiera que cumple con este perfil es un santo de Dios. Aun sin   ceremonia de canonización eclesiástica.

Los ídolos pueden revolcarnos, pero no derrotarnos, si contamos con la justiciadel Señor.

1Juan 3,1-3



REFLEXIÓN


El mundo no nos conoce porque no le conoció a él

El anonimato y no el protagonismo es el que distingue a este pueblo de santos.

Confiamos en hacerlo conocer  cuando nos conozcan

ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos

En la opacidad de la carne, como en el cuarzo, refulgen diminutos destellos cual advertencia de una silente transformación.

Todo el que tiene esperanza en él, se purifica a  mismo, como él es puro.

La autocrítica purificadora brota imparable como signo de la presencia de la esperanza y en ella el Señor.

Se va abriendo nuestra conciencia, capa tras capa para ir revelándose en nosotros, en medio de las contingencias históricas.

Mateo 5,1-12ª



REFLEXIÓN


al ver Jesús el gentío

Qué vería Jesús en ese momento dentro del corazón de la muchedumbre? Porque la masa popular  en muchos textos bíblicos se muestra torpe, de dura cerviz,inconforme, demandante, exigente, malagradecida, insaciable.

Sin embargo en lo profundo Jesús recoge un espíritu que es ayudado por el gemido de otro Espíritu, y  así es alcanzado en su corazón.

Un anhelo de transformación de su  destino e incorporación al designio  del Padre.

Por y para ese anhelo Jesús enumera las felicidades de los  pobres, los sufridos, los misericordiosos…

"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."

Una felicidad especial nace del  estilo de vida que nos comunica aquí la Palabra.

Gente que busca ciertos valores que casi nadie ambiciona, pero permiten una convivencia pacífica y equitativa.

Se configura así un reino, un dominio, una jurisdicción a contravía de la violencia mundana que prolonga la ley del más fuerte   de una evolución del caos no humanizante.

Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo

Confesamos que sí nos motiva nuestra recompensa en los cielos, morada del Padre.

Porque en ello, más allá del interés por el premio, se encuentra la convivencia perfecta que anhelamos.

Sobre todo valor relativo, hay un valor absoluto: el Reino de Dios, Dios.

Esto implica una captación del   valor supremo, mas allá de la razón, que no es suficientemente   capaz.

Por eso la necesidad del espíritu: ser pobres de espíritu.

El es el que permite y facilita la  purificación por medio de la esperanza.

En ella anima nuestra vigilia histórica hasta el fin…


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TODOS LOS SANTOS(1 DE NOVIEMBRE)

Apocalipsis 7,2-4.9-14

Sólo la sangre, paradójicamente , del cordero lava y blanquea. Este será el vestido apropiado para participar el el convite definitivo del triunfo de Jesús.

Salmo responsorial: 23

La existencia feliz del cristiano en la historia implica el desapego constante de los ídolos a los que su corazón es propenso. Para su logro contamos con aquellos que ya participan en la celebración definitiva de la vida perdurable.

1Juan 3,1-3

Ser hijo de Dios, como realidad presente pero aún en proceso, en desarrollo significa la felicidad cristiana, paradójica en su existencia, porque implica la confluencia del dolor y el gozo, por la causa de Jesús.

Mateo 5,1-12a

Las felicidades o la felicidad propuesta por Jesús es el estilo de vida que cumplido se constituirá la palma para celebrar el triunfo o reinado de Jesús, no ya en la entrada a la Jerusalén histórica y temporal, sino a la celestial , donde el cordero se destapa finalmente como la víctima sanadora por su sangre y entrega, como inspiración de una muchedumbre de seguidores.

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS

BEATO CARLO

 
De los sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 2: Opera omnia, edición cisterciense, 5 (1968), 364-368)
Apresurémonos hacia los hermanos que nos esperan

¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos? De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido

verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por

lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.

El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable, y de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados, de convivir con la asamblea de los patriarcas, con el grupo de los profetas,con el senado de los apóstoles, con el ejército incontable de los mártires, con la asociación de los confesores, con el coro de las vírgenes, para resumir, el de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los

santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención.

Despertémonos, por fin, hermanos; resucitemos con Cristo, busquemos los bienes de arriba, pongamos nuestro corazón en los bienes del cielo. Deseemos a los que nos desean, apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo de nuestra alma.

Hemos de desear no sólo la compañía, sino también la felicidad de que gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen aquellos cuya presencia deseamos. Y esta ambición no es mala, ni incluye peligro alguno el anhelo de compartir su gloria.

El segundo deseo que enciende en nosotros la conmemoración de los santos es que, cómo a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos manifestemos también nosotros con él,

revestidos de gloria. Entretanto, aquel que es nuestra cabeza se nos representa no tal como es, sino tal como se hizo por nosotros, no coronado de gloria, sino rodeado de las espinas de nuestros pecados. Teniendo a

aquel que es nuestra cabeza coronado de espinas, nosotros, miembros suyos, debemos avergonzarnos de nuestros refinamientos y de buscar cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión. Llegará un día en que vendrá Cristo, y entonces ya no se anunciará su muerte, para recordarnos que también nosotros estamos muertos y nuestra vida está oculta con él.

Se manifestará la cabeza gloriosa y, junto con él, brillarán glorificados sus miembros, cuando transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante a la cabeza, que es él. Deseemos, pues, esta gloria con un afán seguro y total. Mas, para que nos sea permitido esperar esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también, en gran manera, la intercesión de los santos,

para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas.