Lunes, XXIX
semana
San Agustín Carta a Proba 130,9,18-
10,20
Deseemos siempre la vida dichosa y
eterna, que nos dará nuestro Dios y Señor, y así estaremos siempre orando.
Pero, con objeto de mantener vivo este deseo, debemos, en ciertos momentos,
apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que, de algún modo,
nos distraen de él y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal, no
fuese caso que si nuestro deseo empezó a entibiarse llegara a quedar totalmente
frío y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabara por extinguirse del
todo. Por eso, cuando dice el Apóstol: Vuestras peticiones sean presentadas a
Dios, no hay que entender estas palabras como si se tratara de descubrir a Dios
nuestras peticiones, pues él continuamente las conoce, aun antes de que se las
formulemos; estas palabras significan, mas bien, que debemos descubrir nuestras
peticiones a nosotros mismos en presencia de Dios, perseverando en la oración,
sin mostrarlas ante los hombres por vanagloria de nuestras plegarias.
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