lunes, 23 de enero de 2023

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


Lunes, III semana
San Agustín, obispo De los sermones (Sermón 276, 1-2: PL 38,1256)

Una y otra gracia había recibido el diácono Vicente, las había recibido y, por esto, las tenía. Si no las hubiese recibido, ¿cómo hubiera podido tenerlas? En sus palabras tenía la fe, en sus sufrimientos la paciencia. Nadie confíe en sí mismo al hablar; nadie confíe en sus propias fuerzas al sufrir la prueba, ya que, si hablamos con rectitud y prudencia, nuestra sabiduría proviene de Dios y, si sufrimos los males con fortaleza, nuestra paciencia es también don suyo. Recordad qué advertencias da a los suyos Cristo, el Señor, en el Evangelio; recordad que el Rey de los mártires es quien equipa a sus huestes con las armas espirituales, quien les enseña el modo de luchar, quien les suministra su ayuda, quien les promete el remedio, quien, habiendo dicho a sus discípulos: En el mundo tendréis luchas, añade inmediatamente, para consolarlos y ayudarlos a vencer el temor: Pero tened valor: yo he vencido al mundo.

San Agustín, obispo De los sermones (Sermón 274, Sobre el martirio de san Vicente: PL 38, 1252-1253)

Hemos contemplado un gran espectáculo con los ojos de la fe: al mártir san Vicente, vencedor en todo. Venció en las palabras y venció en los tormentos, venció en la confesión y venció en la tribulación, venció abrasado por el fuego y venció al ser arrojado a las olas, venció, finalmente, al ser atormentado y venció al morir por la fe. Cuando su carne, en la cual estaba el trofeo de Cristo vencedor, era arrojada desde la nave al mar, Vicente decía calladamente:«Nos derriban, pero no nos rematan».

REFLEXIÓN

La admirable resistencia al dolor del tormento, que a tantos nos intimida y nos parece desde antes de sufrirlo, intolerable, tiene su fuente en un espíritu de entrega por amor a una causa, que prefiere ser una víctima que un victimario. Es el Espíritu de Jesús crucificado y glorificado, impreso milagrosamente en nuestra carne.

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