miércoles, 20 de enero de 2021

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Miércoles, II semana

De la vida de san Antonio, escrita por san Atanasio, obispo
(Cap. 2-4: PG 26, 842-846) 
LA VOCACIÓN DE SAN ANTONIO

Cuando murieron sus padres, Antonio tenía unos dieciocho o veinte años, y quedó él solo con su única hermana, pequeña aún, teniendo que encargarse de la casa y del cuidado de su hermana.
Habían transcurrido apenas seis meses de la muerte de sus padres, cuando un día en que se dirigía, según costumbre, a la iglesia, iba pensando en su interior cómo los apóstoles lo habían dejado todo para seguir al Salvador, y cómo, según narran los Hechos de los apóstoles, muchos vendían sus posesiones y ponían el precio de la venta a los pies de los apóstoles para que lo repartieran entre los pobres; pensaba también en la magnitud de la esperanza que para éstos estaba reservada en el cielo; imbuido de esos pensamientos, entró en la iglesia, y dio la casualidad de que en aquel momento estaban leyendo aquellas palabras del Señor en el Evangelio: Si quieres ser perfecto, ve a vender lo que tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme. Entonces Antonio, como si Dios le hubiese infundido el recuerdo de lo que habían hecho los santos y como si aquellas palabras hubiesen sido leídas especialmente para él, salió en seguida de la iglesia e hizo donación a los aldeanos de las posesiones heredadas de sus padres (tenía trescientas parcelas fértiles y muy hermosas), con el fin de evitar toda inquietud para sí y para su hermana. Vendió también todos sus bienes muebles, y repartió entre los pobres la considerable cantidad resultante de esta venta, reservando sólo una pequeña parte para su hermana. Habiendo vuelto a entrar en la iglesia, oyó aquellas palabras del Señor en el Evangelio: No os inquietéis por el día siguiente. Saliendo otra vez, dio a los necesitados incluso lo poco que se había reservado, ya que no soportaba que quedase en su poder ni la más mínima cantidad. Encomendó su hermana a una vírgenes que él sabía eran de confianza y cuidó de que recibiese una conveniente educación; en cuanto a él, a partir de entonces, libre ya de cuidados ajenos, emprendió en frente de su misma casa una vida de ascetismo y de intensa mortificación. Trabajaba con sus propias manos, ya que conocía aquella afirmación de la Escritura: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma; lo que ganaba con su trabajo lo destinaba parte a su propio sustento, parte a los pobres. Oraba con mucha frecuencia, ya que había aprendido que es necesario retirarse para orar sin cesar; en efecto, ponía tanta atención en la lectura, que retenía todo lo que había leído, hasta tal punto que llegó un momento en que su memoria suplía los libros.
Todos los habitantes del lugar, y todos los hombres honrados, cuya compañía frecuentaba, al ver su conducta, lo llamaban amigo de Dios; y todos lo amaban como a un hijo o como a un hermano.



REFLEXIÓN

En nuestro tiempo se discutiría si el santo tenía derecho a disponer de los bienes que corresponderían a su hermana, porque ella también tendría derechos: mínimo a ser consultada y respetada. No nos convenceríamos que pudiéramos medir la necesidad de otros en base a la exigua nuestra. Quizás estaríamos más de acuerdo en que el santo viviera según lo que había pregonado y anunciado: en pobreza y mortificación. Sólo entonces nos inclinaríamos a tener en cuenta su estilo de vida como admirable y poco usual. Porque vivimos un momento en el que se han multiplicado las demandas por los derechos conculcados, entre ellos de las mujeres, también dueñas de su propio destino. Y vivimos en un momento de extremo individualismo, en el que aunque recibamos buenos ejemplos, somos indiferentes porque cada uno debe ser respetado en lo que hace y no criticar. Así usamos nuestro ethos actual para juzgar el ethos del pasado. Lo cual no parece ajustado a verdad. Pero queda la lección que toda la Iglesia siguiendo el Evangelio de Jesús de Nazareth está llamada a un seguimiento en conciencia, aunque sea contra cultura.

martes, 19 de enero de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Martes 2 de tiempo ordinario

Hebreos 6,10-20

Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a los santos ahora igual que antes. Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido.

Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: "Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré abundantemente." Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido. Los hombres juran por alguien que sea mayor y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión. De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró por nosotros, como precursor, Jesús, sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.



REFLEXIÓN

con fe y perseverancia, consiguen lo prometido

No nos acabamos de convencer en lo profundo de los repliegues de nuestro ser: se requiere tiempo para aquilatar. El entusiasmo y la brillantez son efímeros, porque no reemplazan la convicción labrada y mantenida en la duración del tiempo.

Se oye que nuestros jóvenes, en esta generación, soportan mal la frustración del choque, con los puntos de vista fijos de su mayores y desesperan.

Es una pena que así sea. Y haríamos mal en abandonar nuestras convicciones para dar gusto a esa desesperación.

Ojalá más bien nos preocupemos por hallar la pedagogía adecuada y el ejemplo, para que se fortalezca la fe y la perseverancia sobre todo en los jóvenes.

se comprometió con juramento

Dios se obligó a sí mismo con juramento. Empeñó su autoridad, su identidad, que estabiliza al universo en el camino a su plenitud, en una promesa.

No necesitaba hacerlo porque en Él no hay sombra de duda, ni engaño, como ser todo transparencia que es.

Lo hizo por un sentido salvífico, por nosotros, para nuestro aprendizaje y guía.

asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme

La esperanza como ancla fijada en la fidelidad del Señor, es el contrapeso que nos permite la estabilidad en medio de las corrientes que pudieran hacernos zozobrar.

Los mayores a los más jovénes, para que resistan su frustración de un mundo que toma tiempo en cambiar, hemos de legar esperanza.

Es nuestra responsabilidad compartida que estas nuevas generaciones no la hayan desarrollado tanto.

No mirar atrás, no apartarse del derrotero, no hacer mudanza, no ser veleta, mantenerse en la huella, guardar la memoria, hacer memoria constante.

Salmo responsorial: 110



REFLEXIÓN

recordando siempre su alianza

Si alguien no olvida que prometió salvarnos es el Señor. Salvarnos en todo el sentido de lo que significa una existencia humana plena: un shalom.

Marcos 2,23-28

Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: "Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?" Él les respondió: "¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros." Y añadió: "El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado."



REFLEXIÓN

los discípulos iban arrancando espigas

En el orden social israelita la tradición que favorecía a los pobres, permitía que se dejaran sobras de la cosecha para que ellos obtuvieran alimento.

Un sábado atravesaba el Señor un sembrado

Pero el motivo de la confrontación es el sábado, no la propiedad. Actualmente se cambia la prioridad. Lo que nos interesa es la propiedad privada, privada más bien de función social.

Un sábado como tiempo dedicado a hacer espacio a la memoria del Señor, no parece tener lugar en una ciudad secular. Ni es problema.

cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre?

Jesús vuelve al espíritu de la ley, que es favorecer al hombre en sus necesidades humanas. Antes hay que comer que observar una prohibición de trabajo en sábado, que en este caso no se aplica, porque no es un trabajo sino una actividad lo que hacen los discípulos.

Jesús se muestra tomar partido por la necesidad sentida de hombres y mujeres. Eso vale más que una regulación prevista para momentos diferentes.

Son muchos los que claman por necesidad sentida y merecen atención por encima de legislaciones y sistemas que no los contemplan.

También se da los que levantan las necesidades como bandera de partidos para pugnar por el poder.

Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros"

En el ejemplo que plantea Jesús el contraste es más extremo: un lugar sagrado, unos panes consagrados, un privilegio sacerdotal. Todo esto cayó en segundo plano ante la necesidad de alimentarse.

Jesús los refiere a un relato que se relaciona a algo considerado tan sagrado como el sábado: el templo y sus ofrendas.

Si la necesidad del ser humano requiere respuesta, no hay excusa para atenderla. Ni siquiera una en nombre de lo santo.

Es congruente con la ética judeocristiana de la objeción de conciencia. No hay mandato humano, ni siquiera divino formulado por humanos, que no sea posible confrontar en nombre de Dios, ante una necesidad humana apremiante.

Los pobres son los portadores de esas necesidades apremiantes y ellos reescriben las prioridades de los mandatos, dados a conocer en nombre de Dios.

En el ejemplo que plantea Jesús el contraste es más extremo: un lugar sagrado, unos panes consagrados, un privilegio sacerdotal. Todo esto cayó en segundo plano ante la necesidad de alimentarse.

"El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado."

El sábado es importante, o su equivalente como tiempo para la memoria y acción de gracias al Señor. Pero el propio Señor hay momentos que antepone la necesidad sentida, como prioritaria según su voluntad.

Hemos de estar abiertos a esas señales de los tiempos para adecuarnos a su inspiración y seguirla.

Igual habrá que proceder a desenmascarar las pretensiones de poder de quienes utilizan las necesidades sentidas de las personas.

No sólo Jesús, Hijo de hombre, es Señor, sino que todo hombre/mujer hijo de hombre es señor de toda estructura que ordena la convivencia para servicio de él/ella.

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