Viernes después de Ceniza
Isaías 58,1-9ª
REFLEXIÓN
denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa
de Jacob sus pecados.
Gobernantes
y gobernados tienen sus propios pecados y la Palabra hecha voz los denuncia a
todos, sin excepción.
Pueblo y
Casa de Jacob pueden referirse al grueso de la población y a sus gobernantes.
Las denuncias que actualmente escuchamos, y son de temas objetivamente
importantes y con señalamientos enérgicos, se centran exclusivamente en los
gobernantes. Como si la dinámica de corrupción pudiera afectarse con uno de los
extremos, cuando la complicidad es de todos: mandantes y mandados.
Es como
ausencia de autocrítica de la sociedad, y de los denunciantes que pertenecen a
la misma, con lo que se levantan suspicacias sobre su sinceridad.
La denuncia
bíblica se muestra más libre, imparcial e independiente a favor de los más
débiles y vulnerables, que son los afectados, y perjudicados siempre por la
corrupción.
El
efecto sobre los que nada pueden muestra la malicia de la iniquidad. Los
siempre aplastados, siguen siendo los más aplastados.
Consultan mi oráculo a diario, muestran
deseo de conocer mi camino, como un pueblo que practicara la justicia y no
abandonase el mandato de Dios. Me piden sentencias justas, desean tener cerca a
Dios
Aparentemente,
por el protocolo que emplean, parecen, pero no son. Solo simulan querer conocer
al Señor.
Quizás
sociedades seculares menos pródigas en expresiones de fervor y menos
confesionales en sus leyes y prácticas, sean más justas y equitativas.
Somos de
una simulación sutil, acudiendo al Señor para vivir la ficción de una
conversión que no se resuelve en hechos tangibles. Nuestra hipocresía no es
superficial sino constitutiva, equizofrénica.
Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro
interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y
disputas, dando puñetazos sin piedad
Es
preferible enfocarse primero en la conducta justa con los hermanos, pero todos,
aun fuera de nuestro círculo acostumbrado de carne y sangre, pensamiento y
cultura.
No que
los ritos y los símbolos no tengan valor. Son necesarios, más por nosotros que
por el Señor, quien no vive de ellos.
Nos
recuerdan y traen la memoria la importancia de mantenernos leales en la
conducta a la confesión expresada para que no se convierta en palabra vana.
Hoy
vemos como una sed ardiente por la congruencia. Una desesperación por encontrar
rectitud, que se expresa en tonos acusatorios y en burlas de lo sagrado y
respetable.
No nos
gusta porque parece injusta y mentirosa en algunos casos, pero la podemos tomar
en cuenta como señales que llaman renovadamente a la conversión que se muestra
en la congruencia vivida.
¿Es ése el ayuno que el Señor desea, para
el día en que el hombre se mortifica?, mover la cabeza como un junco, acostarse
sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?
Lo mismo
se puede decir, transfiriendo el mensaje a la práctica externa y sin
congruencia, de los sacramentos, repetidos incesantemente.
En la
primera corintios Pablo reprende las eucaristías prostituidas por la comilona y
la borrachera, y por la discriminación de los que menos tienen.
Es como
un eco de estas expresiones de ayuno y penitencia que se desarrollan en medio
de escándalos y peleas.
Las
cosas buenas, los medios aptos pueden ser pervertidos durante su ejecución.
Como nos
alerta Ignacio de Loyola sobre el proceso del pensamiento que de bueno puede
parar en menos bueno y en francamente malo.
Abrir las prisiones injustas, hacer saltar
los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los
cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir
al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne.
Desde la
observación de los fenómenos sociales de masas actuales, se puede sentir que
avanza una tendencia clamorosa a la queja, denuncia y señalamiento de
situaciones de opresión e injusticia.
Los
cepos que creamos y mantenemos con nuestra iniquidad activa y omisión pasiva
romperá tu luz como la aurora, en seguida
te brotará la carne sana
Le damos
tantas vueltas en consultas y estudios. Las reuniones de alto, medio y bajo
nivel para hacer acuerdos no cesan. Multiplicamos las declaraciones, cuyo costo
en séquito, viajes, alojamiento y esplendor resulta una paradoja.
Pero no
brilla nuestra luz, porque actuamos individual y colectivamente como segundos
binarios: damos algo pero nos reservamos más. Manipulamos.
Parece
claro. Por qué no aprenderemos.? Por qué una revolución, si bien logra alguna
mejorías, encalla en un programa similar de opresión? A qué se debe que las víctimas,
ya en el poder, se conviertan en verdugos?
Entonces clamarás al Señor, y te
responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy.""
Para
algunos efectos, en esperanza por ahora.
Salmo responsorial: 50
REFLEXIÓN
Misericordia, Dios mío, por tu bondad
Porque
no atinamos a salir de este laberinto de complicidad en el que nos hallamos
pertrechados.
Pensar
que tal situación deviene hasta en patologías de salud mental, porque cómo
negar que trastornos de todo tipo tienen en su raíz la insuficiencia en asumir
la propia responsabilidad frente a la realidad que nos circunda.
por tu inmensa compasión borra mi culpa
Purifica
mi intención, nuestra intención. Ayúdanos a lograr el bien integral.
limpia mi pecado.
Aspirar
a ser limpios en tal forma que ya no seamos más verdugos, ni nos transformemos
en ellos.
Pues yo reconozco mi culpa
Reconozco
que mi intención todavía no es pura
tengo siempre presente mi pecado
Esta
forma mía de rehuir el compromiso del reino. Soy un evasor permanente en
potencia y en acto.
un corazón quebrantado y humillado, / tú no
lo desprecias
Quebrantamiento
y humillación, por voluntad propia o venida de otras circunstancias, son
verdaderas torturas para el Ego y sus ínfulas, para la conciencia de clase y
sus proyectos, para la dominancia prepotente ubicada en los círculos de poder
más altos y refinados, así como en las voluntades de poder individuales, que
pasan por ser una inocente superación y realización, quizá a costa de otros más
débiles.
Mateo 9,14-15
REF
LEXIÓN
¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a
menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?"
Con todo
y la predicación de Juan, sus discípulos no habían quebrado con el liderazgo de
Moisés, que era el oficial. Lo de Jesús era muy novedoso y movía el piso de las
antiguas creencias.
pueden guardar luto los invitados a la
boda, mientras el novio está con ellos?
Uno de
los recursos de Ignacio en los ejercicios para disponerse a salir de la
desolación, como ausencia del novio, es el ayuno y la mortificación.
No es
que se active algún automatismo, de manera que si se ayuna desaparece la
desolación. Sino que ayunar y hacer penitencia nos elevan el sentido del
compromiso de la conciencia por un cambio de actitud, que puede impedir la
presencia del novio.
Porque
novio, como presencia del Espíritu de Jesús entre nosotros, está ofrecido en la
fidelidad del Señor y su Palabra.
Somos
nosotros los que lo perdemos de vista con frecuencia, y nos confundimos.
Vivir a
plenitud el reino es vivir la actualidad de un festín de bodas, con el novio
incluído.
Por lo
tanto, hemos de trabajar con mayor intensidad para mantenernos en esa presencia
y de tanto en tanto ayunar para recobrarla.
Llegará un día en que se lleven al novio, y
entonces ayunarán.
Sin
embargo el novio no se ha ido del todo. Permanece su Espíritu. Nuestro ayuno no
es de duelo, sino la memoria de la pobreza, como forma de solidaridad.
Es el
señor Jesús resucitado un novio llevado? Nos pone en situación de ayuno? O más
bien en el proceso de ir resucitando con Él, porque nos encontramos vivencialmente
con momentos de separación y momentos de cercanía?
Entonces
el ayuno nuestro después de que Jesús fue resucitado no tiene el mismo sentido
de luto, porque el vive para siempre y nosotros estamos llamados a hacerlo con
Él.
Es más,
no debe haber ayuno. Si acaso un llamado a la reflexión y profundización del
proceso de muerte y resurrección en nuestras vidas.
Somos
bautizados que vamos haciendo una existencia de muerte y resurrección en Jesús,
y nuestro ayuno forma parte de esa dinámica de transformación para la nueva
vida.
El ayuno
que nos pide la tradición eclesial nos recuerda siempre que el hombre viejo no
ha muerto, en todo caso agoniza. A pesar de los triunfalismos progresistas.
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