miércoles, 23 de junio de 2021

PALABRA COMENTADA

 

MIÉRCOLES DE TIEMPO ORDINARIO

Año Impar

Génesis 15,1-12.17-18



REFLEXIÓN

Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber

un terror intenso y oscuro cayó sobre él

el Señor hizo alianza con Abrán

Estas palabras recogen una experiencia del Señor, su vivencia como fe, como terror, como alianza. Parece una experiencia paradójica, porque coexisten aspectos gratificantes y negativos, como si la realidad que los origina superara los límites y umbrales de nuestro conocimiento.

Sufrimiento en la vivencia del Señor es como un desafío a lo que suele ser la experiencia humana de alegría o tristeza. Es como invitación a una apertura a lo inexpresable o inefable. Es como la purificación de quien no es apto del todo para estar con El.

El ser humano, hombres y mujeres nacen con una actitud de fe. Es el don de Dios a Abraham, ratificado en Jesús de Nazareth.

Una fe que inicia en la confianza del amor que le rodea, con excepciones, desde el nacimiento de parte de sus figuras parentales.

Es el núcleo del capital humano. Su haber, su energía para gastar en proyectos y construcciones, que le llevarán toda la vida a través de muchas contingencias.

Y con esta fe en alianza con la Promesa se irá dando la esperanza de llegar a la comunión del amor Increado, a la comunidad perfecta del Padre, Hijo y Espíritu.

Salmo responsorial: 104



REFLEXIÓN

 

Dad gracias al Señor

La alianza con el Señor mediante su palabra nos invita a mantenernos en la fe de su amor más allá de las contrariedades, conflictos, sufrimientos. Sin cruz de lucha no conocemos al Señor.

Mateo 7,15-20



REFLEXIÓN

 

"Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis".

En nuestro discernimiento cotidiano de hechos y personas debemos contar con criterios como el que nos ofrece esta Palabra evangélica. Mirar la calidad de frutos de un individuo u obra nos puede anticipar la calidad de persona que es.

Pero atravesamos una época compleja de enorme confusión de buenos y malos frutos, simultáneamente en el mismo sembrado.

Hemos de echar mano de otro criterio evangélico que nos dice no arrancar la mala hierba, para no arrancar también el fruto.

No podemos precipitarnos en juzgar, sino madurar en sabiduría, para que la Palabra muestre el superávit o el déficit de la buena voluntad del corazón.

Alguien que sabe de agricultura o mínimamente de plantas, ve que si una fruta es buena, el árbol o planta es bueno.

Y una voluntaria purificación de todo apego y egoísmos detectado como injustificado y dañino para sí y para otros.

Por eso las escuelas clásicas de espiritualidad encomiaban el sacrificio asceta, para mantener una tendencia a la prontitud en tal purificación purgativa.

Con la mentalidad actual hedonista, que mira el sufrimiento como el mal por definición, se ha echado a pique la estrategia de alerta para detectar nuestra injusticia y proceder e extirparla.

Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos

Una relación fuera de ley de Dios, puede dar pie a buenas acciones. Pero también colateralmente a injusticias y sufrimiento a otros. Puede ser escándalo para la fe y el amor. Puede producir víctimas.

Entonces: ese árbol será bueno? Es el problema de la justificación, que sólo se resuelve en la misericordia del Señor, confiando en su justo juicio.

También el panorama puede hacerse complejo, en intrincado trenzado de lo bueno y lo malo: árboles que dan frutos buenos, pero no todos.

Tal complejidad requiere una discernimiento espiritual que pondere y sopese el verdadero bien, el más urgente, el más universal, el más generoso y solidario.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1407655085811851270?s=20

BEATO CARLO

 BEATO CARLO


“Estar siempre unido a Jesús, ese es mi proyecto de vida”

SAL 146(145)

 

seres de polvo que no pueden salvar; / exhalan el espíritu y vuelven al polvo

Solo debemos dejarnos del Señor, Espíritu que puede salvar y alejarnos de la dependencia de los seres de polvo, que no pueden salvar.

Cuando en la tradición de la Iglesia, la comunidad, a través de los siglos, ha madurado la fe en Jesús de Nazareth, como hijo unigénito del Padre, y  ha confesado su cualidad divina, más que categorías culturales griegas, expuso una iluminación vital para la existencia humana: creer que alguien de carne y hueso era portador de una salvación definitiva y radical para la angustia humana.

Más que Jesús que sana, es Jesús Vida Nueva a quien confesamos, desde lo profundo de nuestra fe.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, / el que espera en el Señor, su Dios

La dicha es definida por algún diccionario como ausencia de tropiezo.

No así con la dicha que proviene del esperanzado en el Señor, porque se da incluso en la pobreza.

Esto no significa hacer las paces con la injusticia y soportar resignadamente su victimización.

Porque la dicha del Señor en medio de la pobreza moviliza las fuerzas personales y colectivas para cambiar la situación por vías pacíficas, al estilo de Jesús.

Él mantiene su fidelidad perpetuamente, él hace justicia a los oprimidos, él da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos.

Un régimen que se orienta a esto es de apoyar y aplaudir.

Pero si la apariencia de bien solidario es una pantalla que esconde un nuevo género de explotación?

Si lo que se promueve es la revancha, el odio al hermano, el desquite y las medidas que atentan contra la dignidad de la persona?

Hay que creer y esperar, que vivir y participar en el acompañamiento del oprimido es exponerse a la intervención justiciera del Señor por formas inéditas.

Conviene por tanto  estar alerta y abrir los ojos

La justicia del Señor tal como nos la revela la Palabra, no se reduce a un desquite, de manera que el que estaba abajo pasa a estar arriba, en venganza de sus antiguos opresores.

Tal parece que, aun dispensadores de la Palabra, se empantanan en un esquema de la revolución sangrienta o no, que da paso a un cambio social en el que campea el resarcirse.

La justicia del Señor implica más allá de eso, y a pesar de eso, una experiencia de familiaridad con el Señor que pone en efecto un reino de fraternidad y buena voluntad.

Hemos de saludar con esperanza los cambios sociales, pero con discernimiento, para que no se conviertan en meros desquites, y hemos de alegrarnos por toda iniciativa de pacificación, pero con vigilancia, para que no sean subterfugios de más impunidad.

La cautividad de la falta de salud de algún tipo, física o mental, es una dura cruz en la existencia de muchos, por los dolores y limitaciones que acarrea, y la dependencia en la que postra a las víctimas enfermas.

Vivimos una hora de activismo: protesta por diferentes razones y supuestas necesidades, que reclaman derechos supuestamente vulnerados, y para lo que no se tiene ya paciencia en la solución institucional. Porque la institución ha sido desbordada.

Las protestas en su mayoría pacíficas en cierta forma, recurren a otra forma de imposición: cerrar calles, obstaculizar la movilidad en las ciudades o carreteras de un país.

Ese activismo no tolera que no se le escuche.

Medido en tiempo este clamor es el de los pacientes impacientes, los pacientes que se cansaron de la paciencia, y están irritados porque las soluciones se dan para otros, que ya tienen sus necesidades básicas satisfechas o para los bancos, que tienen todavía recursos.

El clamor de los pobres es el clamor que escucha el Señor, como en el Éxodo. No nos extrañemos de los cambios que impulsa su Espíritu en las circunstancias actuales de la historia.

Aunque el clamor nos incomode.

El Señor abre los ojos al ciego                 

La verdad profunda y auténtica del Señor y para la cual necesitamos sanación de nuestra ceguera, sólo podemos lograrla con docilidad del corazón, superando la contumacia que nos encierra en la dureza de nuestro exclusivo interés.

Tú estás por los más débiles y desafortunados para levantar y erguir, para  dignificar y transformar. Somos tus colaboradores y tú eres el diseñador.

Todos son ejemplos y prototipos de personas con algún grado de vulnerabilidad y dependencia, de quienes se presume una esperanza acuciante y viva por lograr la plenitud del bien, que aún no llega.

Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados

También cabe en lo posible que por caminos ignotos pueden llegar las medidas que hacen justicia a segmentos de población, permanentemente oprimidas.

Hay que alzarse generosamente por encima de los derechos propios lastimados, para apreciar que la justicia llega a otros más débiles y largamente ultrajados.

El Señor reina eternamente

Un reinado es un dominio efectivo, absoluto pero benéfico. Un orden de cosas y circunstancias que favorecen valores éticos de fraternidad.