miércoles, 23 de junio de 2021

BEATO CARLO

 BEATO CARLO


“Estar siempre unido a Jesús, ese es mi proyecto de vida”

SAL 146(145)

 

seres de polvo que no pueden salvar; / exhalan el espíritu y vuelven al polvo

Solo debemos dejarnos del Señor, Espíritu que puede salvar y alejarnos de la dependencia de los seres de polvo, que no pueden salvar.

Cuando en la tradición de la Iglesia, la comunidad, a través de los siglos, ha madurado la fe en Jesús de Nazareth, como hijo unigénito del Padre, y  ha confesado su cualidad divina, más que categorías culturales griegas, expuso una iluminación vital para la existencia humana: creer que alguien de carne y hueso era portador de una salvación definitiva y radical para la angustia humana.

Más que Jesús que sana, es Jesús Vida Nueva a quien confesamos, desde lo profundo de nuestra fe.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, / el que espera en el Señor, su Dios

La dicha es definida por algún diccionario como ausencia de tropiezo.

No así con la dicha que proviene del esperanzado en el Señor, porque se da incluso en la pobreza.

Esto no significa hacer las paces con la injusticia y soportar resignadamente su victimización.

Porque la dicha del Señor en medio de la pobreza moviliza las fuerzas personales y colectivas para cambiar la situación por vías pacíficas, al estilo de Jesús.

Él mantiene su fidelidad perpetuamente, él hace justicia a los oprimidos, él da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos.

Un régimen que se orienta a esto es de apoyar y aplaudir.

Pero si la apariencia de bien solidario es una pantalla que esconde un nuevo género de explotación?

Si lo que se promueve es la revancha, el odio al hermano, el desquite y las medidas que atentan contra la dignidad de la persona?

Hay que creer y esperar, que vivir y participar en el acompañamiento del oprimido es exponerse a la intervención justiciera del Señor por formas inéditas.

Conviene por tanto  estar alerta y abrir los ojos

La justicia del Señor tal como nos la revela la Palabra, no se reduce a un desquite, de manera que el que estaba abajo pasa a estar arriba, en venganza de sus antiguos opresores.

Tal parece que, aun dispensadores de la Palabra, se empantanan en un esquema de la revolución sangrienta o no, que da paso a un cambio social en el que campea el resarcirse.

La justicia del Señor implica más allá de eso, y a pesar de eso, una experiencia de familiaridad con el Señor que pone en efecto un reino de fraternidad y buena voluntad.

Hemos de saludar con esperanza los cambios sociales, pero con discernimiento, para que no se conviertan en meros desquites, y hemos de alegrarnos por toda iniciativa de pacificación, pero con vigilancia, para que no sean subterfugios de más impunidad.

La cautividad de la falta de salud de algún tipo, física o mental, es una dura cruz en la existencia de muchos, por los dolores y limitaciones que acarrea, y la dependencia en la que postra a las víctimas enfermas.

Vivimos una hora de activismo: protesta por diferentes razones y supuestas necesidades, que reclaman derechos supuestamente vulnerados, y para lo que no se tiene ya paciencia en la solución institucional. Porque la institución ha sido desbordada.

Las protestas en su mayoría pacíficas en cierta forma, recurren a otra forma de imposición: cerrar calles, obstaculizar la movilidad en las ciudades o carreteras de un país.

Ese activismo no tolera que no se le escuche.

Medido en tiempo este clamor es el de los pacientes impacientes, los pacientes que se cansaron de la paciencia, y están irritados porque las soluciones se dan para otros, que ya tienen sus necesidades básicas satisfechas o para los bancos, que tienen todavía recursos.

El clamor de los pobres es el clamor que escucha el Señor, como en el Éxodo. No nos extrañemos de los cambios que impulsa su Espíritu en las circunstancias actuales de la historia.

Aunque el clamor nos incomode.

El Señor abre los ojos al ciego                 

La verdad profunda y auténtica del Señor y para la cual necesitamos sanación de nuestra ceguera, sólo podemos lograrla con docilidad del corazón, superando la contumacia que nos encierra en la dureza de nuestro exclusivo interés.

Tú estás por los más débiles y desafortunados para levantar y erguir, para  dignificar y transformar. Somos tus colaboradores y tú eres el diseñador.

Todos son ejemplos y prototipos de personas con algún grado de vulnerabilidad y dependencia, de quienes se presume una esperanza acuciante y viva por lograr la plenitud del bien, que aún no llega.

Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados

También cabe en lo posible que por caminos ignotos pueden llegar las medidas que hacen justicia a segmentos de población, permanentemente oprimidas.

Hay que alzarse generosamente por encima de los derechos propios lastimados, para apreciar que la justicia llega a otros más débiles y largamente ultrajados.

El Señor reina eternamente

Un reinado es un dominio efectivo, absoluto pero benéfico. Un orden de cosas y circunstancias que favorecen valores éticos de fraternidad.

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