BEATO CARLO
ven aprisa a librarme
Que
el dominio eterno se nos haga asimilable por la prontitud de la respuesta de
salvación del Señor.
tú que eres mi roca y mi baluarte
Si
este fuera el eco de la meditación del rey David, quien como guerrero buscaba
dónde ponerse a salvo de sus perseguidores, se podría entender la roca como el
lugar de refugio que lo protegería.
El
genio religioso de este pueblo les permite encontrar realidades concretas y
operativas como señales de la presencia activa y dinámica del Señor en sus
circunstancias vividas y en los escenarios geográficos concretos.
En
esto también la palabra es nuestra maestra, para que aprendamos a leer y
descifrar su presencia en las realidades de nuestra existencia, que actúan como
señales de su intervención constante.
Sácame de la red que me
han tendido, / porque tú eres mi amparo. / A tus manos encomiendo mi espíritu:
/ tú, el Dios leal, me librarás
Es Jesús quien ora en la cruz porque sigue esperando.
Plegarias
como ésta tienen sentido en el corazón de Jesús, cuando temía en vísperas de la
crucifixión.
Eran
oraciones para encontrar fortaleza y esperanza. Confiar con todas las fuerzas y
dejar en manos de su Padre su suerte. La liberación puede ser en el
ofrecimiento de una cautividad presente y activa.
Jesús
en su última hora no desistía de abandonarse en su Padre, como clave definitiva
de todo el horror que vivía.
Aprendemos
con Jesús que en todo y sobre todo, en su Padre podemos confiar.
Pero yo confío en ti, Señor,
La
resistencia de Jesús, en la prueba de chivo expiatorio, estuvo en su apoyo en
el Padre y la confianza en su designio.
Soy la burla de todos mis enemigos, / la irrisión de mis vecinos, /
el espanto de mis conocidos; / me ven por la calle, y escapan de mí. / Me han
olvidado como a un muerto, / me han desechado como a un cachorro inútil.
Esta
es la cautividad en la que existe la esperanza de ser librado.
Qué bondad tan grande, Señor, / reservas para tus fieles, / y
concedes a los que a ti se acogen / a la vista de todos
Este
testimonio del Padre sobre su hijo debió ser conocido, para ser creído libremente,
sino no hubiera podido darse la corriente de agua viva, que salta hasta la vida
definitiva.
En el asilo de tu presencia los escondes / de las conjuras humanas
Efectivamente,
en la presencia por fe del Señor hallamos, la reciedumbre y la inmunidad,
frente a las acechanzas que buscan perjudicarnos, en la lucha por la vida.
Y
si son nuestra responsabilidad, nos llevan a una mayor conciencia de ella, para
no llegar a proyectar nuestras culpas a otros.
Los
perdedores para el mundo requieren de una energía que los afirme y estabilice
para soportar la conjura de los ganadores.
Y
así el acompañamiento fraterno consistirá en promover esa energía que no se
compra ni se vende, sino que el Señor dona.
Entonces
los vulnerables podrán hacer frente a la conjura y caminar con la cabeza alta y
la mirada enfocada en la consumación.
Los
perdedores para el mundo requieren de una energía que los afirme y estabilice
para soportar la conjura de los ganadores.
Sed fuertes y valientes de corazón, / los que esperáis en el Señor
Es
la fortaleza que sentimos cuando pedimos en oración, creyendo que nuestra
salvación tarda, por nuestro modo de vivir el tiempo, y nos abrimos al paso del
Señor que tiene su propio tiempo.
La
espiritualidad que acompañó la conquista y colonización de América, propia del
siglo de oro español, hizo un fuerte énfasis en el sufrimiento y la
resignación.
Nos
acostumbramos a mirar y ser víctimas impotentes, que utilizaban la paciencia
para sobrevivir, y hacer de la obligación virtud.
Es
una distorsión del sufrimiento, que siempre existirá por nuestra limitada y
contingente condición humana.
Jesús
vive el sufrimiento como resistencia, que es su misión a cumplir. Es el gesto
de quien no transige con el pecado, la mala voluntad, la injusticia.
Es
el salario del justo, no del corrupto.
Sufre
quien no hace las paces con la iniquidad y se rehúsa a formar parte de ella.
No
es un ejercicio de aguante, sino de confianza en el Señor, fuerza nuestra.
Amad al Señor, fieles suyos; / el Señor guarda a sus leales, / y a
los soberbios les paga con creces
Lo
que importa es que nos guarda, y lo secundario cómo pagan los soberbios que
conspiran. Eso queda en las manos del Señor.
Así nos alejamos de la sed de venganza
y la ansiedad del resentimiento se evapora.