domingo, 22 de agosto de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 21 de tiempo ordinario

Josué 24, 1-2a. 15-17.18b



REFLEXIÓN

escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor

La Palabra nos recuerda con frecuencia la opción de fe que hemos hecho, porque lo necesitamos. Nuestra memoria y voluntad lo requieren, nuestra debilidad lo urge.

La Palabra nos convoca mediante sus agentes a un memorial recurrente que actúa como la nutrición cotidiana.

Pero también en ciertos momentos, circunstancias y eventos, la Palabra urge el compromiso pactado. Son ocasiones fuertes, de gravedad especial. Incursiones sentidas del Espíritu para potenciar la misión.

él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos

Esos momentos especiales aportan una perspectiva renovada con iluminaciones anteriormente desconocidas que pueden ofrecer un giro radical a nuestra existencia.

Salmo responsorial: 33



REFLEXIÓN

 

Cuando uno grita, el Señor lo escucha / y lo libra de sus angustias; / el Señor está cerca de los atribulados, / salva a los abatidos

Las apreturas del camino nos impulsan a clamar por ayuda. Al Señor le gusta que le clamemos. Ama servirnos en nuestra salvación.

Efesios 5, 21 – 32



REFLEXIÓN

 

"Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne." Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

Construir la pareja, independientemente del sexo de sus integrantes, es una proeza que termina con frecuencia en disolución.

Sin embargo no cesan los ensayos y se multiplican por conseguir la anhelada compañía del alma gemela.

No importa cuántos fracasos se experimenten, el anhelo permanece en el fondo del ser. El anhelo de comunión y fusión.

Es la dinámica y potencialidad del misterio de unión en Jesús de Dios y el humano.

Juan 6, 60-69



REFLEXIÓN

 

El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada

La carne se experimenta inútil y débil para alcanzar metas altas y requiere el Espíritu para su empoderamiento.

Hay testimonios de personas con una fortaleza admirable en medio de su debilidad e insignificancia.

En ellos se glorifica el Espíritu del Señor y con Él el ser humano alcanza su máxima expresión de poder y gloria.

Por eso la necesidad que tenemos por nuestra debilidad de ratificar frecuentemente nuestra opción de entrega. Para potenciar nuestra debilidad.

"Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna

Se requiere pues esforzar la fe para que la Palabra se haga en nosotros palabra de vida eterna, de vida nueva, más que calidad de vida.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1429409628174045185?s=20

BEATO CARLO

BEATO CARLO
 
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del
Concilio Vaticano segundo
(Núm. 34)

LA ESPERANZA DE LA TIERRA NUEVA

No conocemos ni el tiempo de la nueva tierra y de la nueva humanidad, ni el modo en
que el universo se transformará. Se termina ciertamente la representación de este mundo,
deformado por el pecado, pero sabemos que Dios prepara una nueva morada y una nueva
tierra, en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y sobrepasará todos los
deseos de paz que brotan en el corazón del hombre. Entonces, vencida la muerte, los
hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que se había sembrado débil y corruptible se
vestirá de incorrupción y, permaneciendo la caridad y sus frutos, toda la creación, que
Dios creó por el hombre, se verá libre de la esclavitud de la vanidad.
Aunque se nos advierta que de nada le vale al hombre ganar todo el mundo si se pierde
a sí mismo, sin embargo, la esperanza de la tierra nueva no debe debilitar, al contrario,
debe excitar la solicitud de perfeccionar esta tierra, en la que crece el cuerpo de la nueva
humanidad, que ya presenta las esbozadas líneas de lo que será el siglo futuro. Por eso,
aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de
Dios, con todo, el primero, por lo que puede contribuir a una mejor ordenación de la
humana sociedad, interesa mucho al bien del reino de Dios.
Los bienes que proceden de la dignidad humana, de la comunión fraterna y de la
libertad, bienes que son un producto de nuestra naturaleza y de nuestro trabajo, una vez
que, en el Espíritu del Señor y según su mandato, los hayamos propagado en la tierra, los
volveremos a encontrar limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando
Cristo devuelva a su Padre "un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el
reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz". En la tierra este
reino está ya presente de una manera misteriosa, pero se completará con la llegada del
Señor.