Todos los Santos
Apocalipsis 7,2-4.9-14
REFLEXIÓN
apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie
podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono
y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban
con voz potente: "¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el
trono, y del Cordero!"
Héroes
anónimos, eso son los santos innombrados y ocultos.
Hombres,
mujeres, niños y ancianos, tejiendo existencias que aportan bien, amor y
justicia a otros, no obstante sus traspiés.
Grupos
humanos acosados, perseguidos, violentados por fuerzas hostiles que los
desarraigan de sus bienes, y sancionan por su fe pacífica y religiosa.
"Éstos son los que vienen de la gran
tribulación(tzlipsis:presión interna extrema que deja sin escapatoria, ni
opciones, en impotencia): han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre
del Cordero."
La
Palabra recoge un momento histórico de martirio. Persecución, aflicción y
muerte por ser cristiano, en el siglo I d.C.
Los
santos serán en toda época quienes den su sangre y sus vidas en nombre de
Jesús, como testimonio de fe.
Un
martirio para serlo no requiere exigitivamente el derramamiento de sangre,
porque la confesión o testimonio de fe también se puede manifestar a lo largo
de la vida de una persona, asumiendo las presiones y tensiones que comporta la congruencia y fidelidad a la
Palabra.
Así
muchos creyentes anónimamente viven entregando sus existencias a una lucha por
un reino de equidad, justicia, paz, amor.
Esta humilde,
muda y sorda construcción tiene un espacio de celebración en este día memorial,
porque nada se pierde de esa lucha por la acogida que le hace el Padre de
Jesús.
En esta
celebración y abrazo del Señor tiene su lugar toda acción solidaria de buena voluntad
esparcida por el ancho mundo.
Encuentran
su nicho en esta conmemoración los mártires jesuitas de la UCA de San Salvador,
entre otros.
Hombres
y mujeres sin afán de notoriedad, pero servidores del evangelio en diversos
contextos: académico, político, investigativo, pastoral o el servicio
doméstico.
Vidas
que echan luz sobre la propia existencia y la de nuestras violentas sociedades,
faltas de suficiente equidad.
Igual
parece un signo, dentro de la diversidad de ellos, la conciencia que se tiene
entre muchos creyentes, sobre la justicia de tantos que no están, oficial y
confesionalmente, como creyentes de un credo determinado.
Quizás
ante el desengaño y la desilusión de la inconguencia de nuestro testimonio,
fijamos la mirada en otros modos de creer en el Absoluto Radical, por si entre
ellos se da la verdadera justicia.
Salmo
responsorial: 23
REFLEXIÓN
¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar
en el recinto sacro? / El hombre de
manos inocentes / y puro corazón, / que no confía en los ídolos
Cualquiera
que cumple con este perfil es un santo de Dios. Aun sin ceremonia de
canonización eclesiástica.
Los
ídolos pueden revolcarnos, pero no derrotarnos, si contamos con la justicia del
Señor.
1Juan
3,1-3
REFLEXIÓN
El mundo no nos conoce porque no le conoció a él
El
anonimato y no el protagonismo es el que distingue a este pueblo de santos.
Confiamos
en hacerlo conocer cuando nos conozcan
ahora somos hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que seremos
En la opacidad de la carne, como en el cuarzo, refulgen diminutos
destellos cual advertencia de una silente transformación.
Todo el
que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es puro.
La autocrítica purificadora brota imparable como signo de la presencia
de la esperanza y en ella el Señor.
Se va
abriendo nuestra conciencia, capa tras capa para ir revelándose en nosotros, en
medio de las contingencias històricas.
Mateo 5,1-12ª
REFLEXIÓN
al ver
Jesús el gentío
Qué
vería Jesús en ese momento dentro del corazón de la muchedumbre? Porque la masa
popular en muchos textos bíblicos se muestra torpe, de dura cerviz, inconforme,
demandante, exigente, malagradecida, insaciable.
Sin
embargo en lo profundo Jesús recoge un espíritu que es ayudado por el gemido de
otro Espíritu, y así es alcanzado en su corazón.
Un
anhelo de transformación de su destino e incorporación al designio del Padre.
Por y
para ese anhelo Jesús enumera las felicidades de los pobres, los sufridos, los
misericordiosos…
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es
el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen
hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa
de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros
cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el
cielo."
Una
felicidad especial nace del estilo de vida que nos comunica aquí la Palabra.
Gente
que busca ciertos valores que casi nadie ambiciona, pero permiten una
convivencia pacífica y equitativa.
Se
configura así un reino, un dominio, una jurisdicción a contravía de la
violencia mundana que prolonga la ley del más fuerte de una evolución del caos
no humanizante.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será
grande en el cielo
Confesamos
que sí nos motiva nuestra recompensa en los cielos, morada del Padre.
Porque
en ello, más allá del interés por el premio, se encuentra la convivencia
perfecta que anhelamos.
Sobre todo valor relativo, hay un valor absoluto: el Reino de Dios, Dios.
Esto implica una captación del valor supremo, mas allá de la razón, que no
es suficientemente capaz.
Por eso la necesidad del espíritu: ser pobres de espíritu.
El es el que permite y facilita la purificación por medio de la esperanza.
En ella anima nuestra vigilia histórica hasta el fin…
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