lunes, 1 de noviembre de 2021

PALABRA COMENTADA

 

Todos los Santos

Apocalipsis 7,2-4.9-14



REFLEXIÓN

apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: "¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!"

Héroes anónimos, eso son los santos innombrados y ocultos.

Hombres, mujeres, niños y ancianos, tejiendo existencias que aportan bien, amor y justicia a otros, no obstante sus traspiés.

Grupos humanos acosados, perseguidos, violentados por fuerzas hostiles que los desarraigan de sus bienes, y sancionan por su fe pacífica y religiosa.

"Éstos son los que vienen de la gran tribulación(tzlipsis:presión interna extrema que deja sin escapatoria, ni opciones, en impotencia): han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero."

La Palabra recoge un momento histórico de martirio. Persecución, aflicción y muerte por ser cristiano, en el siglo I d.C.

Los santos serán en toda época quienes den su sangre y sus vidas en nombre de Jesús, como testimonio de fe.

Un martirio para serlo no requiere exigitivamente el derramamiento de sangre, porque la confesión o testimonio de fe también se puede manifestar a lo largo de la vida de una persona, asumiendo las presiones y tensiones  que comporta la congruencia y fidelidad a la Palabra.

Así muchos creyentes anónimamente viven entregando sus existencias a una lucha por un reino de equidad, justicia, paz, amor.

Esta humilde, muda y sorda construcción tiene un espacio de celebración en este día memorial, porque nada se pierde de esa lucha por la acogida que le hace el Padre de Jesús.

En esta celebración y abrazo del Señor tiene su lugar toda acción solidaria de buena voluntad esparcida por el ancho mundo.

Encuentran su nicho en esta conmemoración los mártires jesuitas de la UCA de San Salvador, entre otros.

Hombres y mujeres sin afán de notoriedad, pero servidores del evangelio en diversos contextos: académico, político, investigativo, pastoral o el servicio doméstico.

Vidas que echan luz sobre la propia existencia y la de nuestras violentas sociedades, faltas de suficiente equidad.

Igual parece un signo, dentro de la diversidad de ellos, la conciencia que se tiene entre muchos creyentes, sobre la justicia de tantos que no están, oficial y confesionalmente, como creyentes de un credo determinado.

Quizás ante el desengaño y la desilusión de la inconguencia de nuestro testimonio, fijamos la mirada en otros modos de creer en el Absoluto Radical, por si entre ellos se da la verdadera justicia.

Salmo responsorial: 23



REFLEXIÓN

¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón, / que no confía en los ídolos

Cualquiera que cumple con este perfil es un santo de Dios. Aun sin ceremonia de canonización eclesiástica.

Los ídolos pueden revolcarnos, pero no derrotarnos, si contamos con la justicia del Señor.

1Juan 3,1-3



REFLEXIÓN

El mundo no nos conoce porque no le conoció a él

El anonimato y no el protagonismo es el que distingue a este pueblo de santos.

Confiamos en hacerlo conocer cuando nos conozcan

ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos

En la opacidad de la carne, como en el cuarzo, refulgen diminutos destellos cual advertencia de una silente transformación.

Todo el que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él es puro.

La autocrítica purificadora brota imparable como signo de la presencia de la esperanza y en ella el Señor.

Se va abriendo nuestra conciencia, capa tras capa para ir revelándose en nosotros, en medio de las contingencias històricas.

Mateo 5,1-12ª



REFLEXIÓN

al ver Jesús el gentío

Qué vería Jesús en ese momento dentro del corazón de la muchedumbre? Porque la masa popular en muchos textos bíblicos se muestra torpe, de dura cerviz, inconforme, demandante, exigente, malagradecida, insaciable.

Sin embargo en lo profundo Jesús recoge un espíritu que es ayudado por el gemido de otro Espíritu, y así es alcanzado en su corazón.

Un anhelo de transformación de su destino e incorporación al designio del Padre.

Por y para ese anhelo Jesús enumera las felicidades de los pobres, los sufridos, los misericordiosos…

"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo."

Una felicidad especial nace del estilo de vida que nos comunica aquí la Palabra.

Gente que busca ciertos valores que casi nadie ambiciona, pero permiten una convivencia pacífica y equitativa.

Se configura así un reino, un dominio, una jurisdicción a contravía de la violencia mundana que prolonga la ley del más fuerte de una evolución del caos no humanizante.

Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo

Confesamos que sí nos motiva nuestra recompensa en los cielos, morada del Padre.

Porque en ello, más allá del interés por el premio, se encuentra la convivencia perfecta que anhelamos.

Sobre todo valor relativo, hay un valor absoluto: el Reino de Dios, Dios.

 

Esto implica una captación del valor supremo, mas allá de la razón, que no es suficientemente capaz.

 

Por eso la necesidad del espíritu: ser pobres de espíritu.

 

El es el que permite y facilita la purificación por medio de la esperanza.

 

En ella anima nuestra vigilia histórica hasta el fin…

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1455139013535412226?s=20

BEATO CARLO

UN JOVEN QUE OFRECIÓ SUS ÚLTIMOS SUFRIMIENTOS POR LA IGLESIA QUE SOMOS TODOS
 
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del
Concilio Vaticano segundo
(Núms. 82-83)

NECESIDAD DE INCULCAR SENTIMIENTOS QUE LLEVAN A LA PAZ

Procuren los hombres no limitarse a confiar sólo en el esfuerzo de unos pocos,
descuidando su propia actitud mental. Pues los gobernantes de los pueblos, como
gerentes que son del bien común de su propia nación y promotores al mismo tiempo del
bien universal, están enormemente influenciados por la opinión pública y por los
sentimientos del propio ambiente. Nada podrían hacer en favor de la paz si los
sentimientos de hostilidad, desprecio y desconfianza, y los odios raciales e ideologías
obstinadas, dividieran y enfrentaran entre sí a los hombres. De ahí la urgentísima
necesidad de una reeducación de las mentes y de una nueva orientación de la opinión
pública.
Quienes se consagran a la educación de los hombres, sobre todo de los jóvenes, o
tienen por misión educar la opinión pública consideren como su mayor deber el inculcar en
todas las mentes sentimientos nuevos, que llevan a la paz. Es necesario que todos
convirtamos nuestro corazón y abramos nuestros ojos al mundo entero, pensando en
aquello que podríamos realizar en favor del progreso del género humano si todos nos
uniéramos.
No deben engañarnos las falsas esperanzas. En efecto, mientras no desaparezcan las
enemistades y los odios y no se concluyan pactos sólidos y leales para el futuro de una
paz universal, la humanidad, amenazada ya hoy por graves peligros, a pesar de sus
admirables progresos científicos, puede llegar a conocer una hora funesta en la que ya no
podría experimentar otra paz que la paz horrenda de la muerte. La Iglesia de Cristo, que
participa de las angustias de nuestro tiempo, mientras denuncia estos peligros no pierde
con todo la esperanza; por ello, no deja de proponer al mundo actual, una y otra vez, con
oportunidad o sin ella, aquel mensaje apostólico: Ahora es tiempo favorable, para que se
opere un cambio en los corazones, ahora es día de salvación.
Para construir la paz es preciso que desaparezcan primero todas las causas de discordia
entre los hombres, que son las que engendran las guerras; entre estas causas deben
desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de estas injusticias tienen su origen
en las excesivas desigualdades económicas y también en la lentitud con que se aplican los
remedios necesarios para corregirlas. Otras injusticias provienen de la ambición de
dominio, del desprecio a las personas, y, si queremos buscar sus causas más profundas,
las encontraremos en la envidia, la desconfianza, el orgullo y demás pasiones egoístas.
Como el hombre no puede soportar tantos desórdenes, de ahí se sigue que, aun cuando
no se llegue a la guerra, el mundo se ve envuelto en contiendas y violencias.
Además, como estos mismos males se encuentran también en las relaciones entre las
diversas naciones, se hace absolutamente imprescindible que, para superar o prevenir
esas discordias y para acabar con las violencias, se busque, como mejor remedio, la
cooperación y coordinación entre las instituciones internacionales, y se estimule sin cesar
la creación de organismos que promuevan la paz.