lunes, 1 de noviembre de 2021

BEATO CARLO

UN JOVEN QUE OFRECIÓ SUS ÚLTIMOS SUFRIMIENTOS POR LA IGLESIA QUE SOMOS TODOS
 
De la Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del
Concilio Vaticano segundo
(Núms. 82-83)

NECESIDAD DE INCULCAR SENTIMIENTOS QUE LLEVAN A LA PAZ

Procuren los hombres no limitarse a confiar sólo en el esfuerzo de unos pocos,
descuidando su propia actitud mental. Pues los gobernantes de los pueblos, como
gerentes que son del bien común de su propia nación y promotores al mismo tiempo del
bien universal, están enormemente influenciados por la opinión pública y por los
sentimientos del propio ambiente. Nada podrían hacer en favor de la paz si los
sentimientos de hostilidad, desprecio y desconfianza, y los odios raciales e ideologías
obstinadas, dividieran y enfrentaran entre sí a los hombres. De ahí la urgentísima
necesidad de una reeducación de las mentes y de una nueva orientación de la opinión
pública.
Quienes se consagran a la educación de los hombres, sobre todo de los jóvenes, o
tienen por misión educar la opinión pública consideren como su mayor deber el inculcar en
todas las mentes sentimientos nuevos, que llevan a la paz. Es necesario que todos
convirtamos nuestro corazón y abramos nuestros ojos al mundo entero, pensando en
aquello que podríamos realizar en favor del progreso del género humano si todos nos
uniéramos.
No deben engañarnos las falsas esperanzas. En efecto, mientras no desaparezcan las
enemistades y los odios y no se concluyan pactos sólidos y leales para el futuro de una
paz universal, la humanidad, amenazada ya hoy por graves peligros, a pesar de sus
admirables progresos científicos, puede llegar a conocer una hora funesta en la que ya no
podría experimentar otra paz que la paz horrenda de la muerte. La Iglesia de Cristo, que
participa de las angustias de nuestro tiempo, mientras denuncia estos peligros no pierde
con todo la esperanza; por ello, no deja de proponer al mundo actual, una y otra vez, con
oportunidad o sin ella, aquel mensaje apostólico: Ahora es tiempo favorable, para que se
opere un cambio en los corazones, ahora es día de salvación.
Para construir la paz es preciso que desaparezcan primero todas las causas de discordia
entre los hombres, que son las que engendran las guerras; entre estas causas deben
desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de estas injusticias tienen su origen
en las excesivas desigualdades económicas y también en la lentitud con que se aplican los
remedios necesarios para corregirlas. Otras injusticias provienen de la ambición de
dominio, del desprecio a las personas, y, si queremos buscar sus causas más profundas,
las encontraremos en la envidia, la desconfianza, el orgullo y demás pasiones egoístas.
Como el hombre no puede soportar tantos desórdenes, de ahí se sigue que, aun cuando
no se llegue a la guerra, el mundo se ve envuelto en contiendas y violencias.
Además, como estos mismos males se encuentran también en las relaciones entre las
diversas naciones, se hace absolutamente imprescindible que, para superar o prevenir
esas discordias y para acabar con las violencias, se busque, como mejor remedio, la
cooperación y coordinación entre las instituciones internacionales, y se estimule sin cesar
la creación de organismos que promuevan la paz.

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