jueves, 10 de marzo de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 1 de Cuaresma

Ester 14,1.3-5.12-14





REFLEXIÓN

temiendo el peligro inminente, acudió al Señor

El temor está de vuelta. Hace poco parecía un dogma la declaración, sobretodo sicológica sobre el temor, remordimiento y culpa. Eran signos inequívocos de trastorno e inmadurez. El imaginario sicoanalítico lo ponderaba como un estorbo para el crecimiento.

No sabemos si este tipo de influencias en la tansmisión divulgada hayan hecho el efecto dañino de minusvalorar las personas y aumentar el trastorno sicótico, porque hoy parece que la vida humana en ciertas regiones no vale mucho, y segarlas no produce ni hipo.

Sin embargo se vuelve a apreciar que una dosis de remordimiento y culpa, de temor, ayuda a la prudencia, y en caso de falta, a la satisfacción del daño.

En las reglas para discernir espíritus de los ejercicios de San Ignacio de Loyola el temor y la culpa tienen valencias diferentes según su origen: buen y mal espíritu. Y según el contexto: de mal en peor bajando, o de bien en mejor subiendo. Bajando la ancha via de la perdición, y subiendo la estrecha senda de la salvación. Imágenes clásicas para referirse al estilo de vida en el que sobretodo priman los intereses egoístas o al que invierte esfuerzos constantes en superar ese egoísmo.

Por lo tanto lo mejor es enfrentar el temor en el contexto de la misericordia del Padre, y orar por la sabiduría que nos da su Espíritu para conocer el signo y la solución al mismo.

Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido

El judaísmo creyente aseguraba y mantiene todavía una tradición sobre la maravilla de un Dios que que ha liberado y se mantiene dispuesto a seguir liberando.

Es una plataforma que sostiene un sentido de vida, una cierta felicidad espiritual, que nos ofrece un resguardo y consuelo en el malestar existencial ocasionado por los problemas.

Es cierto que otros no parecen necesitar ni echar de menos de tal tradición y sentido de fe.

Pero los que lo tenemos podemos gozarnos de un activo que es favorable, positivo y constructivo.

Salmo responsorial: 137



REFLEXIÓN

Te doy gracias, Señor, de todo corazón

Solo una convicción de fe basada en tal tradición tanto para judíos como para cristianos, hace posible entender que infantes puedan recibir algún sacramento, cuando no pueden aún discernir.

Lo contrario, si se elige, es como poner en paréntesis y suspenso la fe de vida corriente que empeñan sus padres en todo lo que hacen por la familia. De esa fe beben sin sentir esos infantes.

Daré gracias a tu nombre, / por tu misericordia y tu lealtad; / cuando te invoqué, me escuchaste, / acreciste el valor en mi alma

La bendición de mano del Señor nos provee de fortaleza y paciencia, entre otras cosas, para soportarnos en nuestra debilidad e inseguridad.

Mateo 7,7-12



REFLEXIÓN

quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre

En Jesús se nos fortalece esa tradición de la que brotará la confianza para orar y la esperanza para recibir.

Porque él vivió desde su infancia, un estilo de vida de fe que lo alentó posteriormente, a profundizar la relación con el Señor a quien llamó papito y en quien confió, hasta su trágico final.

Como el viento que empuja las velas de un navío, e incluso es factor determinante en una nave áerea moderna, facilitando o ralentando, así es el Espíritu que viene del Señor, dando paz y seguridad y paciencia en su designio.

si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos

Porque sólo el Padre es bueno y ni Jesús acepta ese apelativo. Así el contraste es mayor, ya que si somos imperfectos e incongruentes en alguna medida, pero cuando se trata de hijos y allegados accedemos a sus peticiones, cuanto más el Padre que no tiene sombra que opaque la bondad

dará cosas buenas a los que le piden

A quien lo pida aunque no sea bueno. En otra versión dará su Espíritu.

Porque es su Espíritu en su accionar en nosotros, quien nos ayuda a ver la acción del Padre en nuestras vidas como buena, y a satisfacer nuestro anhelo más profundo.

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BEATO CARLO



 De las Homilías de san Asterio de Amasea, obispo
(Homilía 13: PG 40, 355-358. 362)
 
IMITEMOS EL ESTILO DEL SEÑOR EN SU MANERA DE APACENTAR

 

Si queréis asemejaros a Dios, puesto que habéis sido hechos a su imagen, imitad su ejemplo. Vosotros, que sois cristianos, nombre que en sí mismo implica la bondad, imitad el amor de Cristo.

 

Considerad las riquezas de su bondad, ya que, queriendo venir a los hombres haciéndose él mismo hombre, envió ante sí a Juan, como pregonero y ejemplo de penitencia, y, antes de Juan, a todos los profetas, los cuales exhortaban a los hombres a que se arrepintieran, a que volvieran a la vida, a que se enmendaran.

 

Luego, al venir él en persona, clamaba con su propia voz: Venid a mí todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os daré descanso. ¿Y cómo acogió a los que hicieron caso de esta invitación? Les concedió sin dificultad el perdón de sus pecados, al momento los libró de todo aquello que los agobiaba: el Hijo los santificó, el Espíritu los confirmó, el hombre viejo fue sepultado en el agua bautismal y el hombre nuevo, regenerado, resplandeció por la gracia.

 

¿Qué se siguió de ahí? El que antes era enemigo se convirtió en amigo, el que era un extraño en hijo, el que era profano en sagrado y santo.

 

Imitemos el estilo del Señor en su manera de apacentar; meditemos los evangelios y, viendo en ellos, como en un espejo, su ejemplo de diligencia y benignidad, aprenderemos a fondo estas virtudes.

 

En ellos, en efecto, encontramos descrito, con un lenguaje parabólico y misterioso, a un hombre, pastor de cien ovejas, el cual, cuando una de las cien se separó del rebaño e iba errando descarriada, no se quedó con las demás que continuaban paciendo ordenadamente, sino que se marchó a buscar a la descarriada, atravesando valles y desfiladeros, subiendo montes altos y escarpados, pasando por desiertos, y así le fue siguiendo la pista con gran fatiga, hasta que la halló errante.

 

Una vez hallada, no le dio de azotes, ni la hizo volver con prisas y a empujones al rebaño, sino que la cargó sobre sus hombros y, tratándola suavemente, la llevó al rebaño, con una alegría mayor por aquella sola que había encontrado que por la muchedumbre de las demás. Reflexionemos sobre el significado de este hecho, envuelto en la oscuridad de una semejanza. Esta oveja y este pastor no significan simplemente una oveja y un pastor cualquiera, sino algo más profundo.

 

En estos ejemplos se esconde una enseñanza sagrada. En ellos se nos advierte que no tengamos nunca a nadie por perdido sin remedio y que, cuando alguien se halle en peligro, no seamos negligentes o remisos en prestarle ayuda, sino que a los que se han desviado de la recta conducta los volvamos al buen camino, nos alegremos de su vuelta y los agreguemos a la muchedumbre de los que viven recta y piadosamente