domingo, 17 de julio de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 16 de tiempo ordinario

Génesis 18, 1-10ª



REFLEXIÓN

el Señor se apareció

Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él

En el día a día el Señor se aparece, no directamente, sino en otros: personas, circunstancias…

si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo

Lo que Abraham procede a hacer, es parte de una cultura de anfitrión hacia el forastero. Pero ella media la presencia del Señor y favorece un encuentro con Él. Abraham tiene una fe que se nutre de su cultura, pero da un paso más hacia un encuentro que se trasciende hacia una diferencia: el Señor.

Abrirnos a reconocer el que nos visita y pide ayuda aun con frecuencia, aun con un posible abuso. Es un encuentro con el Señor, mal que me pese, que me saca de mi egoísmo.

Sara habrá tenido un hijo

El preciado heredero, la descendencia anhelada es anunciada por este encuentro camuflado, y obsequiado con detalles de hospedaje.

La bendición consiste en vivir abiertos al encuentro con Él donde se dé, superando prejuicios, estrecheces, mezquindades. No se sabe dónde brotará la respuesta que nuestro corazón anhela, a pesar de las circunstancias adversas.

Salmo responsorial: 14



REFLEXIÓN

El que procede honradamente

y practica la justicia,

el que tiene intenciones leales

y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo

ni difama al vecino,

el que considera despreciable al impío

y honra a los que temen al Señor. R.

El que no presta dinero a usura

ni acepta soborno contra el inocente.

el que así obra nunca fallará

Es la actitud básica que el Espíritu inspiró a Abraham para su encuentro con el mundo, con la historia, con su misión. Es la invitación del Espíritu para que nosotros cultivemos esa actitud de bienvenida y docilidad al Señor en sus gestos históricos. No parece que hay otro lenguaje para la fe auténtica.

Colosenses 1, 24-28



REFLEXIÓN

sufrir por vosotros

completo en mi carne los dolores de Cristo

sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia

El sufrimiento puede degenerar en autocompasión, pero se puede redimir cuando se hace oblativo, más el que viene de la realidad que aquel que generamos por nuestra incapacidad y malicia. Pero aún este en Cristo es reversible, y fuente de transformación. Bajo la gracia y amor de Dios no hay nada irreversible, excepto negarse a ese amor.

Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo

Participar en alguna forma en este ministerio es el don de Dios, la vocación suprema, el sentido de mi vida. No obstante que para ejercerlo se plasme en tantas complejidades y encrucijadas.

Lucas 10, 38-42



REFLEXIÓN

María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra

Dile que me eche una mano

Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán

María es el paradigma de la centralidad de la Palabra que se escucha más que otra cosa, o contingencia.

Es como una paráfrasis de la búsqueda prioritaria del Reino confiados en que las otras cosas vendrán por sí solas.

Estos momentos de contacto con la palabra y de reflexión constituyen como un tesoro de encuentro con el Espíritu del Señor. Se da un gozo, serenidad y anclaje, que no da nada más.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1548630130486018048?s=20&t=D2UUxSxxjMXgZ4NTpSv05g

 

BEATO CARLO

 Comienza la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios(Cap. 1, 1--5, 2: Funk 1, 191-195)


ES NECESARIO NO SOLO LLAMARSE CRISTIANOS, SINO SERLO EN REALIDAD

Ignacio por sobrenombre Teóforo es decir Portador de Dios, a la Iglesia de Magnesia del Meandro, a la bendecida en la gracia de Dios Padre por Jesucristo, nuestro Salvador: mi saludo en él y mis votos por su más grande alegría en Dios Padre y en Jesucristo.

Después de enterarme del orden perfecto de vuestra caridad según Dios, me he determinado, con regocijo mío, a tener en la fe en Jesucristo esta conversación con vosotros. Habiéndose dignado el Señor honrarme con un nombre en extremo glorioso, voy entonando en estas cadenas que llevo por doquier un himno de alabanza a las Iglesias, a las que deseo la unión con la carne y el espíritu de Jesucristo, que es nuestra vida para siempre, una unión en la fe y en la caridad, a la que nada puede preferirse, y la unión con Jesús y con el Padre; en él resistimos y logramos escapar de toda malignidad del príncipe de este mundo, y así alcanzaremos a Dios.

Tuve la suerte de veros a todos vosotros en la persona de Damas, vuestro obispo, digno de Dios, y en la persona de vuestros dignos presbíteros Baso y Apolonio, así como del diácono Soción, consiervo mío, de cuya compañía ojalá me fuera dado gozar, pues se somete a su obispo como a la gracia de Dios, y al colegio de ancianos como a la ley de Jesucristo.

Es necesario que no tengáis en menos la poca edad de vuestro obispo, sino que mirando en él el poder de Dios Padre le tributéis toda reverencia. Así he sabido que vuestros santos ancianos no menosprecian su juvenil condición, que salta a la vista, sino que, como prudentes en Dios, le son obedientes, o por mejor decir, no a él, sino al Padre de Jesucristo, que es el obispo o supervisor de todos. Así pues, para honor de aquel que nos ha amado, es conveniente obedecer sin ningún género de fingimiento, porque no es a este o a aquel obispo que vemos a quien se trataría de engañar, sino que el engaño iría dirigido contra el obispo invisible; es decir, en este caso, ya no es contra un hombre mortal, sino contra Dios, a quien aun lo escondido está patente.

Es pues necesario no sólo llamarse cristianos, sino serlo en realidad; pues hay algunos que reconocen ciertamente al obispo su título de vigilante o supervisor, pero luego lo hacen todo a sus espaldas. Los tales no me parece a mí que tengan buena conciencia, pues no están firmemente reunidos con la grey, conforme al mandamiento.

Ahora bien, las cosas están tocando a su término, y se nos proponen juntamente estas dos cosas: la muerte y la vida, y cada uno irá a su propio lugar. Es como si se tratara de dos monedas, una de Dios y otra del mundo, que llevan cada una grabado su propio cuño: los incrédulos, el de este mundo, y los que han permanecido fieles por la caridad, el cuño de Dios Padre grabado por Jesucristo. Y si no estamos dispuestos a morir por él, para imitar su pasión, tampoco tendremos su vida en nosotros.