Viernes, XX
San Ambrosio Comentario sobre los salmos 48,13-14
El hermano no rescata, un hombre rescatará;
nadie puede rescatarse a sí mismo, ni dar a Dios un precio por su vida; esto
es, ¿por qué habré de temer los días aciagos? Pues, ¿qué es lo que puede
perjudicarme? No necesito yo redención. Al contrario, yo mismo soy el único
redentor de todos. En mis manos está la libertad de los demás; y ¿yo voy a
echarme a temblar por mí? Voy a hacer algo nuevo, que transcienda el amor
fraternal y todo afecto de piedad. A quien no puede redimir a su propio
hermano, nacido de un mismo seno materno, lo redimirá aquel hombre de quien
está escrito: Les enviará el Señor un hombre que los salvará; aquel que,
hablando de sí mismo, afirma: Tratáis de matarme a mí, el hombre que os ha
hablado de la verdad. Pero, aunque se trate de un hombre, ¿quién será capaz de
conocerlo? ¿Por qué no podrá nadie conocerlo? Porque, así como Dios es uno
solo, así también uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre
Cristo Jesús. Sólo él podrá redimir al hombre, aventajando en amor fraternal a
los propios hermanos. Porque él, por los que no eran de su propia familia,
derramó su propia sangre, cosa que no se hace ni por los propios hermanos. Y
así, no tuvo consideración con su propio cuerpo, a fin de redimirnos de
nuestros pecados, y se entregó en rescate por todos. Así lo afirma el apóstol
Pablo, su testigo veraz, como se califica a sí mismo cuando dice: Digo la
verdad, no miento. Y ¿por qué sólo él es capaz de redimir? Porque nadie puede
tener un amor como el suyo, hasta dar la vida por sus mismos siervos; ni una
santidad como la de él, porque todos están sujetos al pecado, todos sufriendo
las consecuencias del de Adán. Sólo puede ser designado Redentor aquel que no
podía estar sometido al pecado de origen.
REFLEXIÓN
La falta de credibilidad en los líderes de
turno es un síntoma generalizado del malestar de nuestro tiempo. Parece un eco
de lo que se dice en el evangelio sobre que no hay profeta en su tierra, porque
parece que todos saben de sus flaquezas. De ahí que se puede sentir que no está
el salvarnos de nosotros mismos y del mundo malsano en nuestras impotentes
manos. Y la respuesta de salvación del mensaje evangélico da qué pensar en
alguna esperanza si el Salvador es parte de un Misterio salvador que está para
darnos la mano y librarnos.