domingo, 22 de enero de 2023

PALABRA COMENTADA

 

domingo 3 de tiempo ordinario

Isaías 8,23b-9,3



REFLEXIÓN

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló.

Mas bien tropezaba. No se puede llamar caminar cuando se tropieza con obstáculos que retardan la marcha.

Los pueblos pobres tropiezan por condiciones endógenas y exógenas, en alianza perniciosa.

Liberarse como proceso requiere liderazgo, voluntad y tiempo, si no el desarrollo mostrará lagunas y regresiones.

Para mantener el proceso la voluntad requiere energía, que sostenga el esfuerzo continuado.

Proveerla es asunto de inspiración. La calidad de la misma es un trabajo de discernimiento porque no todo es bueno, ni todo lo bueno es mejor. Se da lo bueno que es alienante y resulta en retroceso. La inspiración de calidad requiere tiempo y paciencia, porque no se puede recoger inmediatamente después de sembrado. La ganancia fácil es el espejismo que tienta a los caminantes, y troncha la inspiración de calidad.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo

la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste

Las personas y los pueblos crucificados pueden identificar sus opresiones reconociendo la causa de sus lágrimas.

Entre ellas las muertes que se multiplican por la violencia de diferente clase.

La esperanza de liberación descansa en la certeza de fe sobre quien, con su muerte de justo y su resurrección rompió el señorío de la violencia y la muerte.

Aun en la muerte natural se muestra la violencia de la enfermedad y la muerte que pretenden atajar el flujo de la vitalidad.

La esperanza en el Resucitado nos provee del triunfo sobre la muerte opresora, y nos devuelve la dignidad a los humillados mortales para transformarnos en vivientes raizales.

Salmo responsorial: 26



REFLEXIÓN

¿a quién temeré?

Cada día tu palabra viene a fortalecer nuestros puños para la pelea, y así el temor se aleja, esperando mejores momentos para volver a dejarse sentir. No hay agobio en el temor con tu Espíritu de fortaleza.

habitar en la casa del Señor

Porque tu casa es tu obra: el universo. Habitar contigo tu universo es el anhelo supremo. Explorar contigo tus riquezas y tus bondades es un gozo que esperamos vivenciar en una existencia transformada.

Espero gozar de la dicha del Señor / en el país de la vida

Espera en el Señor, sé valiente, / ten ánimo, espera en el Señor

La valentía no es actuar con arrojo, necesariamente, sino mantener el ánimo. Se puede con la esperanza de la intervención del Señor, quien no defrauda.

1Corintios 1,10-13.17



REFLEXIÓN

poneos de acuerdo y no andéis divididos

En el acompañamiento de los pueblos la lección de la concordia es de primer orden. La torre de babel emerge constantemente en nuestras sociedades, como la señal de quien no ceja en entorpecer la unidad que busca la transformación en mejor calidad de vida.

Los profetas y Jesús constantemente hablaron en contra de la división y procuraron dar signos de solución.

Más que el enemigo externo, el interno socava las verdaderas soluciones. La distribución egoísta de la riqueza es una muestra de la división y es la fuente de otras divisiones que enfrentan los grupos en las sociedades.

Muchas soluciones a esta división operan como aceleradores de división y no como restauradores de unidad.

Una cosa es que la palabra alerte sobre la división que se vive, y otra que la división pretenda concitar la unificación.

hay discordias entre vosotros

"Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo." ¿Está dividido Cristo?

No debo afligirme porque los que me escuchan prefieren otro estilo de decir, de pensar, de comunicar. En toda esta diversidad existe un anhelo único: servir la causa de Jesús.

Mateo 4,12-23



REFLEXIÓN

se retiró a Galilea.

En ese momento no era oportuno dejarse matar, porque su ministerio estaba en los comienzos. Preservar la vida tiene un sentido de misión para Jesús. Es una vida para dar un servicio.

"Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos."

La luz que alumbra a los pueblos se enciende con la conversión.

"Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres."

De los que quieran picar, porque pescar hombres en la actualidad no puede ser un ejercicio de proselitismo, que implica violentar la conciencia del candidato.

Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo

Así quebrantaba Jesús el yugo del opresor y suprimía la carga sobre sus hombros.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1617137777337946112?s=20&t=sqOInP_Rm8gEagAGQ_rYKQ

BEATO CARLO



 De la Constitución Sacrosánctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, del Concilio Vaticano segundo.
(Núms. 7-8. 106)
 
CRISTO ESTÁ PRESENTE EN SU IGLESIA

 

Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, tanto en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, como sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que cuando alguien bautiza es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura es él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, pues él mismo prometió: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

 En verdad, en esta obra tan grande, por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno.

 Con razón, pues, se considera a la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y realizan, cada uno a su manera, la santificación del hombre; y así el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.

 En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es la acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no es igualada, con el mismo título y en el mismo grado, por ninguna otra acción de la Iglesia.

 En la liturgia terrena participamos, pregustándola, de aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo, ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, está sentado a la diestra de Dios; con todos los coros celestiales, cantamos en la liturgia el himno de la gloria del Señor; veneramos la memoria de los santos, esperando ser admitidos en su asamblea; esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor, hasta que se manifieste él, que es nuestra vida, y nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria.

La Iglesia, por una tradición apostólica que se remonta al mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la eucaristía, celebren el memorial de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No deben anteponérsele otras solemnidades, a no ser que sean realmente de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.