jueves, 30 de marzo de 2023

PALABRA COMENTADA

 

Jueves 5 de Cuaresma

Génesis 17,3-9



REFLEXIÓN

seré su Dios

Se insiste en la pertenencia de este Dios a Abraham. Él quiere ser de Abraham, quedarse con Abraham. Colmarlo de bendiciones: tierra, muchedumbre de descendientes. Lo ama, lo elige, se queda con Abraham y lo acompaña.

Es un Dios voluntariamente en las cercanía humana. Su designio es ser un Dios nuestro.

Llega profundo en nosotros la Palabra que dice que Dios sale a buscarnos y encontrarnos, en generosidad rebosante.

Nos lo muestra narrativamente la parábola del Padre pródigo con el hijo arrepentido del evangelio de Lucas.

Dios de ternura y delicadeza. Propicio a festejar y alegrar nuestra existencia como seres insustituibles.

Por qué o cómo esta misma bendición se hace ver en tanta tragedia y maldad como hay en el mundo? Cómo lo compaginamos?

Tú guarda mi pacto

Más bien dice que no olvide que estamos en Alianza. Es lo básico y con ello viene todo, lo demás. Es el reino que hay que buscar: recordar la alianza.

Serás padre de muchedumbre de pueblos

El cristiano, el judío y el musulmán. Entre ellos aún no hay paz a pesar del padre común: Abraham.

Para cada uno lo suyo es lo máximo, lo mejor. Es un sentimiento legítimo. Solamente que debe abrirse al respeto y aceptación de la existencia del otro.

Trabajar por ello es constructivo y según el Nuevo Testamento es necesario: que sean uno.

Salmo responsorial: 104



REFLEXIÓN

El Señor es nuestro Dios

Antes que su poder nos pasme de admiración  Él es un compañero: es para nosotros para que seamos de Él. Un amor absorbente y radical, que aguarda nuestra correspondencia coherente e íntegra.

Cada uno de estos pueblos hermanos pero aún fratricidas dio un nombre al único Dios de Abraham: Santo, Misericordioso, Amor.

Ninguno de estos nombres equivalen a aniquilación de los demás. No conllevan un programa de exterminio, ni de exclusión.

Somos nosotros, nuestras mezquindades y egoísmos, personales y colectivos, los que hacen la discordia.

Tan dañados podemos llegar a ser, que aún en cada pueblo hay divisiones internas, tendencias, mutuas recriminaciones.

Es como una división sin fin rumbo a la aniquilación total.

Por eso el camino de la paz y amistad es una contracorriente de unificación, que colabora y sirve a la causa del ser humano: para que siga vivo sobre la tierra.

La vida que Dios aporta es cohesión y unificación del todo, en permanente vigilia contra la enfermedad y la muerte, que trae separación, división, disolución.

Dos corrientes, dos tendencias y debemos decidir en cada coyuntura de la existencia a cuál nos sumamos.

Se acuerda de su alianza eternamente, / de la palabra dada, por mil generaciones; / de la alianza sellada con Abrahán, / del juramento hecho a Isaac

El amor conyugal refleja algo de esta alianza. Refleja a alguien como Él enamorado y en enamoramiento constante y persistente. No abandona, no se aleja, siempre presente.

La fidelidad conyugal, cuando se da, es una muestra y promoción de un amor de Dios así: desbordante, gratuito, como un perro fiel.

Juan 8,51-59



REFLEXIÓN

quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre

Porque esta palabra es comunicación y convivencia con un Dios Padre viviente.

Esta palabra escuchada con atención y buena voluntad, no nos deja dormir en el endurecimiento del corazón.

Nos mantiene inquietos y en el peregrinaje que busca mejores momentos.

¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?

Es la mentalidad lastrada que no puede remontar, ni atina a dejarse convencer, que se resiste a mirar de otro modo, por suspicacia, miedo, temor, para no sentirse burlada y engañada. Temor a creer. Demasiado bueno y bello para creer.

yo lo conozco y guardo su palabra

y convivo con el viviente

Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría.

"Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo."

Sin embargo los seguidores de Jesús de Nazareth creemos que él sirve a la causa de unificación de los pueblos hermanos pero fratricidas.

Por supuesto, también debe inspirar la causa de unificación del propio pueblo creyente cristiano.

Esta conversión es básica y nuclear si queremos servir a otros hermanos.

Aun entre los teólogos cristiano católicos se busca escamotear esta afirmación de Juan y otras semejantes.

Como una consigna se minimiza, se disipa, se polemiza la comprensión de Jesús como partícipe de la divinidad del Padre desde su pre-existencia.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1641406044143251459?s=20

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Génesis 17,3-9

Se registran cambios de nombre para Dios, Altísimo, o de la montaña, para Abraham, padre de pueblos, y para Sara. Se añade la circuncisión como marca visible de la Alianza. Una costumbre que también se da en otros pueblos, pero en la adolescencia, no en el recien nacido como aquí. El cambio de nombre reviste importancia por la simbólica de cambio de misión. El nombre es la caracterización de la persona pueblo, su aporte, su destino.

Salmo responsorial: 104

Hacer memoria de cada momento de la historia de salvación ayuda a guardar la alianza. Sin memoria no hay posibilidad de reconocimiento, lo que agrada a Dios.

Juan 8,51-59

Hasta hoy para rabinos comprometidos en el diálogo de acercamiento con cristianos aceptar la vida eterna en las palabras de Jesús es un escándalo, difícil de superar. No es un obstáculo menor. Es el hueso duro de roer, la confesión de Jesús como Palabra de Dios eterna, sostenido por un hombre joven que sólo se tiene a sí y la interpretación de las escrituras que hace y los milagros que opera, para que su testimonio sea afirmado entre los posibles creyentes. Algo parecido al drama del profeta luchando por hacerse creíble. Pero mucho más radical.

Jesús acude a que Dios es el que testifica y da Gloria en él. Que él solo no valdría nada. Importante retener esto para una desmedida glorificación humana de Jesús, que no está en sus cálculos.Hay cristologías que pueden resultar solo un reflejo de la vanidad humana, incluso las kenóticas.

BEATO CARLO


 
De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo
(Núm. 9)
 
LA IGLESIA, SACRAMENTO VISIBLE DE LA UNIDAD SALUTÍFERA

 

Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. Pondré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande -oráculo del Señor-.

 Pacto nuevo que estableció Cristo, es decir, el nuevo Testamento en su sangre, convocando un pueblo de entre los judíos y los gentiles, que se condensara en unidad no según la carne, sino en el Espíritu, y constituyera un nuevo pueblo de Dios.

 Pues los que creen en Cristo -renacidos de germen no corruptible, sino incorruptible, por la palabra de Dios vivo, no de la carne, sino del agua y del Espíritu Santo- son hechos por fin linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios; aquellos que en otro tiempo no eran pueblo y son ahora pueblo de Dios.

 Ese pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación y, habiendo conseguido un nombre que está sobre todo nombre, reina ahora gloriosamente en los cielos.

 Poseen los que forman este pueblo la dignidad y libertad de los hijos de Dios, y en sus corazones habita el Espíritu Santo como en un templo.

 Tienen por ley el mandato de amar como el mismo Cristo nos amó.

 Tiene, últimamente, este pueblo como fin la dilatación del reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado por él mismo al fin de los tiempos, cuando se manifieste Cristo, nuestra vida, y la creación misma se vea liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

 Aquel pueblo mesiánico, por tanto, aunque de momento no contenga a todos los hombres y muchas veces aparezca como una pequeña grey, es, sin embargo, el germen firmísimo de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano.

Constituido por Cristo en orden a la comunión de vida, de caridad y de verdad, es empleado también por él como instrumento de la redención universal y es enviado a todo el mundo como luz del mundo y sal de la tierra.

 Así como el pueblo de Israel según la carne, cuando peregrinaba por el desierto, fue llamado ya alguna vez Iglesia de Dios, así el nuevo Israel, que va avanzando en este mundo hacia la ciudad futura y permanente, es llamado también Iglesia de Cristo, porque él la adquirió con su sangre, la llenó de su Espíritu y la proveyó de medios aptos para una unión visible y social.

 La congregación de todos los creyentes, que miran a Jesús como autor de la salvación y principio de la unidad y de la paz, es la Iglesia convocada y constituida por Dios para que sea sacramento visible de esta unidad salutífera para todos y cada uno.