viernes, 31 de marzo de 2023

PALABRA COMENTADA

 

Viernes 5 de Cuaresma

Jeremías 20,10-13



REFLEXIÓN

Mis amigos acechaban mi traspié

En el transcurso de una misión del Señor, en la divulgación de su Palabra, se dan acechanzas de oposición.

Indicarlas puede ser visto además, como patología paranoica, narcisismo del supuesto perseguido. Se dan casos que dan pie a esas conjeturas.

Pero quien asume la Palabra para guardarla por la fe y practicarla, y la comparte fraternalmente, tenga por seguro que las acechanzas y conspiraciones vendrán. Porque el anti-reino no descansa.

No se trata de una culpabilización a ultranza de alguien. O por buscar culpable de situaciones indeseables. Porque hay quienes ante eso se encogen indiferentes como si fuera un producto de la coincidencia o el azar.

Se trata de que vivimos según la Palabra en un combate contra las fuerzas que se oponen a la salvación del Señor.

Como se pone en los ejercicios ignacianos, estamos ante la decisión de acogernos a una de las banderas o causas que plantea la Palabra: la del reino de Dios o la del anti-reino.

Los estados de ánimo paranoides, con causa proporcionada o sin ella, aunque no sea por una causa de fe religiosa, pero sí por una lucha contra las fuerzas que halan para la injusticia, inequidad, hipocresía o perversión, son un motivo de oración humilde y acción de gracias, en medio del sufrimiento íntimo, que el Señor, en la tortura de su hijo, mira y acepta como holocausto de paz, de justicia y de amor.

Asumir con fe y ejercitar la paciencia es un gesto de amor y acción de gracias a la comunicación del Padre, que misteriosamente desarrolla su designio y en él nos bendice.

examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón

Solo un tú Trascendente y absoluto escudriña la red de motivaciones, ocultas y explícitas, que nos impulsan en las decisiones rutinarias o solemnes. Y más allá tiene en cuenta las oscuras, que ni nosotros sospechamos de nosotros mismos.

libró la vida del pobre de manos de los impíos.

La Palabra del Señor se encarnó en un ethos que configuró un lenguaje, en el que los sentidos se obtienen por reflexión o meditación de entornos circunstanciales y coyunturales.

Así hablan del aprendizaje recientemente los especialistas: como una interacción entre lo que viene donado en la subjetividad y lo que sale al encuentro desde la realidad circundante.

Justo y pobre son dos acepciones claves en la develación que hace el Señor de su proyecto. Y mientras el justo carga con énfasis de la individualidad personal, quizás por una matriz sapiencial, el pobre carga con un énfasis circunstancial poblado de adversidades y humillaciones.

Pero ambas no se confinan, sino que se intercambian porque los énfasis se revierten, el justo con lo circunstancial, el pobre con la subjetividad personal.

Sin embargo los tiempos, los horizontes históricos e ideológicos, suelen marcar o presionar más por un énfasis que en otro, de acuerdo a las necesidades más sentidas, o que se suponen así.

Porque en el diagnóstico que las diversas culturas hacen de sus necesidades perentorias a las cuales deben dar respuesta, no se excluye el interés egoísta de unas clases, grupos, élites sobre otros.

Y en el discernir de la Palabra encarnada se confronta el desafío de separar esos intereses egoístas grupales o colectivos, del núcleo del designio del Señor.

Como fuego abrasador y purificador, va el Señor abrasando todo lo que se opone al avance de su amor.

Salmo responsorial: 17



REFLEXIÓN

tú eres mi fortaleza

Hemos de dar gracias de corazón constantemente al Señor, por la persistencia que nos comunica con su gracia, para mantenernos peregrinando más y mejor, superando las acechanzas internas y externas, subjetivas y objetivas.

Porque nuestra subjetividad no se encuentra libre totalmente de los miedos, suposiciones, susceptibilidades y especulaciones que nos asaltan y atormentan, en nuestras relaciones con el mundo.

Con mucho esfuerzo, en ciertas coyunturas, podemos mantener una perspectiva positiva o constructiva, a pesar de nuestra desolación sicológica y espiritual.

Se ama a alguien valioso, que aporta un significado, que se traduce en bienestar de una existencia.

La vivencia a la que invita la oración sálmica inspirada por el Espíritu, tiene que ver con un posicionamiento en la seguridad que proviene de vivir al Señor como protector.

Es un sentir como si fuéramos un fiel de la balanza: recto hacia tierra sin movernos a un lado o a otro, sensibles y disponibles a cualquier carga.

Sabernos en el Señor produce descanso profundo. Un abandono en manos de quien sabe mejor. Dejarnos conducir impregnados de serenidad, es una señal de la activa vitalidad del Espíritu en y desde nosotros.

torrentes destructores me aterraban

Se dan circunstancias conflictivas y potencialmente destructivas en nuestra vivencia de la existencia, de tiempo en tiempo.

No sólo es un gozo vivir, sino que también a ratos cuesta vivir, con el cúmulo de preocupaciones, agonías, limitaciones o daños que nos sobrevienen.

Son los torrentes que nos apabullan, y obligan a reunir nuestras fuerzas para clamar en la confianza del Señor.

Entonces una voz dentro de nosotros puede irse amplificando. Una voz que nos conmina: Resiste! El Señor está cerca. Ya viene!

Juan 10,31-42



REFLEXIÓN

los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús

Jesús pudo morir en cualquier esquina, sumariamente, sin ningún tipo de proceso, por un arranque de pasión de una turba enardecida o manipulada.

Pero aun en el mayor refinamiento con el que se le procesa desde la religión judía y desde el poder de ocupación romana, hemos de advertir la distancia con la verdadera justicia que salva al inocente.

No importa si sumaria o procesualmente, por técnicas jurídicas, hoy ejerzamos el juicio en pos de la justicia, porque se siente y se vive la honda frustración e insatisfacción de la imperfección de la misma.

Más bien el clamor es porque se logre siquiera un mínimo de limitación a la arbitrariedad de quien ocupe el poder y se detenga, un poco el sinsentido de la venganza. Hasta por motivos baladíes.

Son tantos los que mueren, en una especie de aberración del sentido y valor de una vida humana.

Hasta esas honduras y escenarios tenebrosos se avino a abajarse el Señor Jesús por amor.

Quizás para que sintamos que hasta allí Él es roca y alcázar.

Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?

La recompensa de los humanos no es necesariamente la justificación comparable a la del Señor. Se queda en el exterior, en la apariencia, y no entra en la verdad completa.

No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios

Un barrunto de la peligrosidad de la acusación por blasfemia la tenemos en los casos de cristianos, que son minoría, en algunos países islámicos, cuando sus palabras son presentadas como blasfemia contra Mahoma.

Una acusación así es prácticamente una sentencia de muerte, emitida desde un linchamiento apasionado.

A la hora del ataque quién puede apostar que no se trata de una excusa esgrimida, y no más bien de la envidia del corazón, que mueve a atacar a los que bien obran.

quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios?

Se establece en Juan una diferencia cualitativa en la filiación de Jesús frente a la de quienes escuchan la palabra.

Esta diferencia aún entre sus seguidores no es aceptada unánimemente.

"¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses

No obstante la interpretación de que todos somos o estamos llamados a ser dios, a Jesús se le reconoce a fines del siglo primero una distinción cualitativamente superior: consagrado del Padre.

Por lo tanto si no sus palabras, al menos sus obras merecen ser creídas.

Así en el diálogo con los hermanos no cristianos, conviene hacer énfasis en cómo nos une asumir las obras buenas de Jesús, como un terreno común de creencia.

creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

No creer las obras es una ceguera injustificable. Cierra la puerta al reconocimiento del amor transformador en el mundo.

Sí! Efectivamente somos hijos del Padre, dioses como Jesús: si hacemos las buenas obras del Padre.

En esto se muestra nuestra divinidad y filiación. Si nuestro ágape construye la fraternidad.

todo lo que Juan dijo de éste era verdad

Las palabras del testimonio de Juan vibran aun cuando él no vive. Y señalan a Jesús.

La resurrección de Monseñor Romero y cualquier otro, en el pueblo, muestra persistencia de la vibración de este testigo a favor de Jesús, en los pobres.

La causa de Jesús en los pobres es la causa del reino de Dios, la muestra encarnada del amor de Dios que salva todo el ser humano.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1641773478180159488?s=20

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Jeremías 20,10-13

El ministerio profético acarrea pasar por delincuente, en el sentido de ser denunciado, distorsionado, acechado, vigilado para ver dónde cae y se equivoca. No es un paseo triunfal asegurado para siempre, ni una ovación que no cesa. Pero su fortaleza es la experiencia salvadora de Dios, actualizada en su clamor orante

Salmo responsorial: 17

La roca abunda en el paisaje montañoso y desértico de la tierra bíblica, dando pie a las semejanzas con Dios como roca firme y estable a la que nos podemos adherir y donde podemos buscar refurgio frente a peligros y males de muerte.

Juan 10,31-42

El salmo 82,5 Dios degrada a los supuestos dioses, pertenecientes a la corte de Dios, que hicieron mal su tarea y juzgaron indebidamente a los más débiles. A este salmo se refiere Jesús, cuando echa en cara por llamarse Hijo de Dios, haciendo obras buenas a favor de los desfavorecidos.

Las obras que hace Jesús son su testigo. Pero también en esto, los que crean lo aceptarán, y si no se irán en contra, como los que quieren apedrearlo.

 

BEATO CARLO


 
Del Tratado de san Fulgencio de Ruspe, obispo, Sobre la fe a Pedro
(Cap. 22, 62: CCL 91 A, 726. 750-751)
 
SE ENTREGÓ POR NOSOTROS

 

Los sacrificios de víctimas carnales, que la Santísima Trinidad, el mismo y único Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había mandado a nuestros padres que le fueran ofrecidos, significaban la agradabilísima ofrenda de aquel sacrificio en el cual el Hijo de Dios había de ofrecerse misericordiosamente según la carne, él solo, por nosotros.

 Él, en efecto, como nos enseña el Apóstol, se entregó por nosotros a Dios como oblación de suave fragancia. Él es el verdadero Dios y el verdadero sumo sacerdote, que por nosotros penetró una sola vez en el santuario, no con la sangre de toros o de machos cabríos, sino con su propia sangre. Esto es lo que significaba el sumo sacerdote del antiguo Testamento cuando entraba con la sangre de las víctimas, una vez al año, en el santuario.

 Él es, por tanto, el que manifestó en su sola persona todo lo que sabía que era necesario para nuestra redención; él mismo fue sacerdote y sacrificio, Dios y templo; sacerdote por quien fuimos absueltos, sacrificio con el que fuimos perdonados, templo en el que fuimos purificados, Dios con el que fuimos reconciliados. Pero él fue sacerdote, sacrificio y templo sólo en su condición de Dios unido a la naturaleza de siervo; no en su condición divina sola, porque bajo este aspecto todo es común con el Padre y el Espíritu Santo.

 Debemos, pues, retener firmemente y sin asomo de duda que el mismo Hijo único de Dios, la Palabra hecha carne, se ofreció por nosotros a Dios en oblación y sacrificio de agradable olor; el mismo al que, junto con el Padre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes del antiguo Testamento sacrificaban animales; el mismo al que ahora, en el nuevo Testamento, junto con el Padre y el Espíritu Santo, con los que es un solo Dios, la santa Iglesia católica no cesa de ofrecerle, en la fe y la caridad, por todo el orbe de la tierra, el sacrificio de pan y vino.

 Aquellas víctimas carnales significaban la carne de Cristo, que él, libre de pecado, había de ofrecer por nuestros pecados, y la sangre que para el perdón de ellos había de derramar; pero en este sacrificio se halla la acción de gracias y el memorial de la carne de Cristo, que él ofreció por nosotros, y de la sangre, que el mismo Dios derramó por nosotros. Acerca de lo cual dice san Pablo en los Hechos de los apóstoles: Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo.

 Por tanto, los antiguos sacrificios eran figura y signo de lo que se nos daría en el futuro; pero en este sacrificio se nos muestra de modo evidente lo que ya nos ha sido dado.

 Los sacrificios antiguos anunciaban por anticipado que el Hijo de Dios sería muerto en favor de los impíos; pero en este sacrificio se anuncia ya realizada esta muerte, como lo atestigua el Apóstol, al decir: Cuando estábamos nosotros todavía sumidos en la impotencia del pecado, murió Cristo por los pecadores, en el tiempo prefijado por el Padre; y añade: Siendo enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo