miércoles, 28 de junio de 2023

PALABRA COMENTADA

 

Miércoles 12 de tiempo ordinario

Año Impar

Génesis 15,1-12.17-18



REFLEXIÓN

Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber

un terror intenso y oscuro cayó sobre él

el Señor hizo alianza con Abrán

Estas palabras recogen una experiencia del Señor, su vivencia como fe, como terror, como alianza. Parece una experiencia paradójica, porque coexisten aspectos gratificantes y negativos, como si la realidad que los origina superara los límites y umbrales de nuestro conocimiento.

Sufrimiento en la vivencia del Señor es como un desafío a lo que suele ser la experiencia humana de alegría o tristeza. Es como invitación a una apertura a lo inexpresable o inefable. Es como la purificación de quien no es apto del todo para estar con El.

El ser humano, hombres y mujeres nacen con una actitud de fe. Es el don de Dios a Abraham, ratificado en Jesús de Nazareth.

Una fe que inicia en la confianza del amor que le rodea, con excepciones, desde el nacimiento de parte de sus figuras parentales.

Es el núcleo del capital humano. Su haber, su energía para gastar en proyectos y construcciones, que le llevarán toda la vida a través de muchas contingencias.

Y con esta fe en alianza con la Promesa se irá dando la esperanza de llegar a la comunión del amor Increado, a la comunidad perfecta del Padre, Hijo y Espíritu.

Salmo responsorial: 104



REFLEXIÓN

Dad gracias al Señor

La alianza con el Señor mediante su palabra nos invita a mantenernos en la fe de su amor más allá de las contrariedades, conflictos, sufrimientos. Sin cruz de lucha no conocemos al Señor.

Mateo 7,15-20



REFLEXIÓN

"Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis".

En nuestro discernimiento cotidiano de hechos y personas debemos contar con criterios como el que nos ofrece esta Palabra evangélica. Mirar la calidad de frutos de un individuo u obra nos puede anticipar la calidad de persona que es.

Pero atravesamos una época compleja de enorme confusión de buenos y malos frutos, simultáneamente en el mismo sembrado.

Hemos de echar mano de otro criterio evangélico que nos dice no arrancar la mala hierba, para no arrancar también el fruto.

No podemos precipitarnos en juzgar, sino madurar en sabiduría, para que la Palabra muestre el superávit o el déficit de la buena voluntad del corazón.

Alguien que sabe de agricultura o mínimamente de plantas, ve que si una fruta es buena, el árbol o planta es bueno.

Entonces: ese árbol será bueno? Es el problema de la justificación, que sólo se resuelve en la misericordia del Señor, confiando en su justo juicio.

También el panorama puede hacerse complejo, en intrincado trenzado de lo bueno y lo malo: árboles que dan algunos frutos buenos, pero no todos.

Tal complejidad requiere una discernimiento espiritual que pondere y sopese el verdadero bien, el más urgente, el más universal, el más generoso y solidario.

Y una voluntaria purificación de todo apego y egoísmos detectado como injustificado y dañino para sí y para otros.

Por eso las escuelas clásicas de espiritualidad encomiaban el sacrificio asceta, para mantener una tendencia a la prontitud en tal purificación purgativa.

Con la mentalidad actual hedonista, que mira el sufrimiento como el mal por definición, se ha echado a pique la estrategia de alerta para detectar nuestra injusticia y proceder e extirparla.

Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos

Una relación fuera de ley de Dios, puede dar pie a buenas acciones. Pero también colateralmente a injusticias y sufrimiento a otros. Puede ser escándalo para la fe y el amor. Puede producir víctimas.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1674026270571606017?s=20

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Génesis 15,1-12.17-18

Una alianza con Abraham en la prehistoria de Israel, fundamenta su sentido de elección y la promesa de bienestar en la tierra prometida. Esta alianza revivida en Jesús, fundamenta la novedad de una vida que no termina, en un reino de bienaventuranzas aquí y para siempre. La alianza de Abraham, tiene algun precedente o referente en pueblos antiguos, como la maldición para el que viole: ser descuartizado.

Salmo responsorial: 104

Un vestigio histórico de la Alianza primera y su novedad en Jesús es la sucesión generacional hasta nuestros días que hace memoria y la celebra, manteniendo la llama viva de la elección y su promesa para la eternidad. Es la tabla a la que el náufrago de nuestra época de creciente agnosticismo se puede asir.

Mateo 7,15-20

El dicho profético en el pasado pudo ser probado como auténtico si ser realizaba. Era el criterio de autenticidad, entretanto podría pasar por una anticipación con valor variado según el índice de escepticismo o credulidad. Cosa no ajena a nuestros tiempos de opinión pública con pretensiones de verdad absoluta, que oscila entre la desconfianza, el fanatismo y el pragmatismo. Pero para la nueva comunidad de los de Jesús, el fruto calificaba el árbol, quizá fundamentados en los dichos parabólicos del Señor, que mando talar una higuera.

 

DOCTORES DE LA IGLESIA



 Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías
(Libro 4, 20, 5-7: SC 100, 640-642. 644-648)


LA GLORIA DE DIOS CONSISTE EN QUE EL HOMBRE VIVA Y LA VIDA DEL HOMBRE CONSISTE EN LA VISIÓN DE DIOS

La claridad de Dios vivifica y, por lo tanto, los que ven a Dios reciben la vida. Por esto aquel que supera nuestra capacidad, que es incomprensible, invisible, se hace visible y comprensible para los hombres, se adapta a su capacidad, para dar vida a los que lo perciben y lo ven. Vivir sin vida es algo imposible, y la subsistencia de esta vida proviene de la participación de Dios, que consiste en ver a Dios y gozar de su bondad.

Los hombres, pues, verán a Dios y vivirán, ya que esta visión los hará inmortales, al hacer que lleguen hasta la posesión de Dios. Esto, como dije antes, lo anunciaban ya los profetas de un modo velado, a saber, que verán a Dios los que son portadores de su Espíritu y esperan continuamente su venida. Como dice Moisés en el Deuteronomio: Aquel día veremos que puede Dios hablar a un hombre, y seguir éste con vida.

Aquel que obra todo en todos es invisible e inefable en su ser y en su grandeza, con respecto a todos los seres creados por él, mas no por esto deja de ser conocido, porque todos sabemos, por medio de su Verbo, que es un solo Dios Padre, que lo abarca todo y que da el ser a todo; este conocimiento viene atestiguado por el Evangelio, cuando dice: Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.

Así, pues, el Hijo nos ha dado a conocer al Padre desde el principio, ya que desde el principio está con el Padre; él, en efecto, ha manifestado al género humano el sentido de las visiones proféticas, de la distribución de los diversos carismas, con sus ministerios, y en qué consiste la glorificación del Padre, y lo ha hecho de un modo consecuente y ordenado, a su debido tiempo y con provecho; porque donde hay orden allí hay armonía, y donde hay armonía allí todo sucede a su debido tiempo, y donde todo sucede a su debido tiempo allí hay provecho.

Por esto el Verbo se ha constituido en distribuidor de la gracia del Padre en provecho de los hombres, en cuyo favor ha puesto por obra los inescrutables designios de Dios, mostrando a Dios a los hombres, presentando al hombre a Dios; salvaguardando la invisibilidad del Padre, para que el hombre tuviera siempre un concepto muy elevado de Dios y un objetivo hacia el cual tender, pero haciendo también visible a Dios para los hombres, realizando así los designios eternos del padre, no fuera que el hombre, privado totalmente de Dios, dejara de existir; porque la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios. En efecto, si la revelación de Dios a través de la creación es causa de vida para todos los seres que viven en la tierra, mucho más lo será la manifestación del Padre por medio del Verbo para los que ven a Dios.