viernes, 1 de diciembre de 2023

BEATO CARLO

 


 Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la muerte

(Cap. 18, 24. 26: CSEL 3, 308. 312-314)


RECHACEMOS EL TEMOR A LA MUERTE CON EL PENSAMIENTO DE LA INMORTALIDAD QUE LA SIGUE

Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza. ¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro deseo de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?

Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que
no amemos el mundo ni sigamos las apetencias de la carne: No améis al mundo —dice— ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no posee el amor del Padre, porque todo cuanto hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. El mundo pasa y sus concupiscencias con él. Pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Procuremos más bien, hermanos muy queridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.

Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que mientras vivimos en él somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros,
nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.

Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que con el vigor de su continencia dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos.
Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él

jueves, 30 de noviembre de 2023

PALABRA COMENTADA

 San Andrés apóstol(30 de noviembre)

Romanos 10,9-18



REFLEXIÓN

Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo  resucitó de entre los muertos, te salvarás

El exterior y lo profundo e íntimo     de la persona individual debe estar  comprometida con el Kerygma, el mensaje central de la evangelización, con el Señor Jesús y la obra del Señor Dios su Padre, en él.

Este compromiso tiene dos desafíos  principales: que sea juzgado aceptable para la salvación por parte del Señor, Dios nuestro. Y que motive obras congruas, que correspondan a la profesión.

Si no un signo de interrogación se  abre sobre su validez y eficacia.

Por eso hasta el fin, nuestra confianza está en su misericordia, que pondera nuestra fidelidad.

Ni la confesión exclusivamente es  garantía y seguridad de salvación, ni las obras, por su lado. Son errores que constantemente nos rondan, como polos de una esquizofrenia en la existencia creyente. A fuerza de confesiones creemos garantizar la salvación, porque sentimos alivio. A fuerza de  obras también, porque nos parece solucionar problemas sociales, que asumimos aportan salvación radical.

Pero la salvación, la vida plena en el Señor, en comunión con Él y  su amistad, es en definitiva un juicio, frente al cual nos posicionamos en su misericordia y no en el pago de una confesión o el mérito de una obra.

Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación

En este versículo hay una estructura llamativa y no común: la  primera parte de ambas no es sinonimia sino amplificación, despliegue.

Porque la “fe del corazón” se  amplifica en su sentido con la “profesión de los labios”.

La segunda parte sí es sinonimia, porque “justificación” es una forma de ver ”salvación”.La primera parte alude a totalidad de la persona: interna y externa, individual y social.

La segunda se enfoca en un sentido de salvación, como es la justificación.

Ésta en su origen puede haber tenido un origen forense, jurídico: una declaración autorizada sobre la

inocencia de alguien como resultado de un juicio.

Pero en sentido paulino va más allá: la recuperación del estado de  amistad con Dios, volver a ser justos. El Señor nos vuelve a dar su confianza y volvemos a ganar credibilidad para Él.

Puestas en relación la primera y segunda parte del versículo se puede atisbar un sentido tal como: haber sido hechos justos nuevamente  en nombre de Jesús atañe a la totalidad de la persona, incluyendo  su proyección social.

"Nadie que cree en él quedará defraudado." Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con  todos los que lo invocan

Tal praxis de fe está a disposición de toda sinceridad sin discriminación. Es el sentido de la  no distinción entre judío y griego.

Hoy en día existe una fuerte inclinación y sensibilidad a enfocar el sentido de fe más allá de la exclusividad en los del propio credo tradicional para tener en cuenta otros credos: también  antiguos y hasta nuevos.

Una explicación sociocultural  atribuye este movimiento de sensibilidad al desgaste de las religiones organizadas tradicionales.

Más allá de eso lo podemos asumir  como signo de los tiempos que sonoramente nos inducen a ser receptivos con otras confesiones de  labios, pero con un solo corazón.

¿cómo van a invocarlo si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen  hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían?

Para salvarse en misericordia hay  que confesar, creer, oir hablar, oir proclamar, que el que proclama sea enviado. Una cadena de transmisión hasta que el mensaje es  recibido. No es suficiente un enviado, sino que debe proclamar. Y a su vez la proclama debe producir un conocimiento, que a su vez puede  llegar a suscitar la fe y por esta la salvación. Por lo que entre los extremos del enviado y la salvación, hay condiciones que llenar, todas colgadas de la misericordia del Señor, de su gracia, de su don, de la eficacia de su Espíritu. El operario de la viña del Señor, el evangelizador es  un trabajador carismático. Cosa que  puede ahogar y opacar una institucionalidad creada por hombres.

Se urge una consecuencia perentoria: la fe del corazón expresada en los labios, desde cualquier rincón tiene que ser comunicada, compartida para hacer  nacer o avivar la fe.

"Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?"

No debemos inhibirnos de esta proyección de nuestra fe si no parece despertar la fe de los que escuchan.

No se nos han dado garantías de que seremos escuchados. No obstante  seguimos siendo llamados a compartir, porque es la dinámica de  la fe del corazón.

Salmo responsorial: 18



REFLEXIÓN

Sin que hablen, sin que pronuncien, / sin que resuene su voz, / a toda la tierra alcanza su pregón / y hasta los límites del orbe su lenguaje

Con solo abrir los ojos y oidos entra en nosotros la naturaleza, para dar oportunidad de convertirse en creación y en ella un Creador.

Es un camino para llegar a la fe  del corazón y los labios.

La contemplación para alcanzar amor de los ejercicios ignacianos, como final que persiste de ese peregrinar de un mes, nos dispone a  tal contacto de fe con la creación, para aprender a comunicar implícita  y explícitamente nuestra convicción.

Ese es el sentido de contemplar  ignaciano: abrirse ahora a una revelación de la Palabra y contagiarse de la urgencia de compartir.

Mateo 4,18-22



REFLEXIÓN

Jesús ante el lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores

Compartir la fe del corazón, comunicarla con los labios y los gestos de solidaridad, son como los encuentros de Jesús con la personas  en su tiempo, cuando él veía detenidamente a las personas y estimaba su potencial para el reino  más allá de las apariencias.

Esa fe comunicada puede ser para  muchos la experiencia de un Jesús histórico, hecho presente en medio  de las actuales circunstancias y necesidades.

"Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres."

A menos que la fama de Jesús le precediese ya, y juntarse a él y su caminar fuera una oportunidad de mejoramiento social, la propuesta de Jesús, en frío, resulta un desafío enorme: dejar su medio de vida, el sustento de sus familias, su lugar en la sociedad, hasta su cierta independencia, lo conocido, para irse a lo nuevo, incierto, aventurero. Muy romántico, pero quizás “una locura”, como podrían

decirle sus familias.

Una transformación de nuestros proyectos de vida es lo que puede  significar la fe en Jesús de Nazareth.

Entonces las nuevas dimensiones de nuestra proyección social son insospechadas porque no sabemos todo lo que podemos llegar a ser.

Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron

Cuando esos pescadores entrevieron el nuevo programa quedaron cautivados por la brillantez de tal futuro y se sintieron capaces de desarraigarse y salir de sus apegos.

Eso puede pasar con nuestra fe.

Que emigremos de nuestra perspectiva actual con sus prejuicios hacia una tierra prometida, si compartimos nuestra  fe y atendemos el llamado.

 

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Romanos 10,9-18

El dedo en la llaga lo pone Pablo, porque por muy hermoso y significativo que sea la proclamación de la propia Creación sobre la Gloria de Dios, se requiere constantemente la voz humana para llegar a humanos de toda clase y condición, de toda cultura. Sólo a partir de esa comunicación es posible la conversión del corazón. Un efecto que no está asegurado en la voz humana, pero le abre acceso.

Salmo responsorial: 18

Proclamar y pregonar es una misión del todo, porque la Gloria de Dios no se contiene, se desborda. Y es contagioso unirse en la misión de la proclamación.

Mateo 4,18-22

Llamado de Jesús suficientemente perentorio como para dejar inmediatamente las redes. Es como el paradigma del discípulo ideal, que responde prontamente al llamado. Llamados a un cambio de proyecto de vida, menos material, y mas comunicacional. Pero significativo.