martes, 21 de mayo de 2024

BEATO CARLO



Martes, VII semana 

San Gregorio de Nisa De las homilías sobre el libro del Eclesiastés 6 

Tiene su tiempo –leemos– el nacer y su tiempo el morir. Bellamente comienza yuxtaponiendo estos dos hechos inseparables, el nacimiento y la muerte. Después del nacimiento, en efecto, viene inevitablemente la muerte, ya que toda nueva vida tiene por fin necesario la disolución de la muerte. Tiene su tiempo –dice– el nacer y su tiempo el morir. ¡Ojalá se me conceda también a mí el nacer a su tiempo y el morir oportunamente! Pues nadie debe pensar que el Eclesiastés habla aquí del nacimiento involuntario y de la muerte natural, como si en ello pudiera haber algún mérito. Porque el nacimiento no depende de la voluntad de la mujer, ni la muerte del libre albedrío del que muere. Y lo que no depende de nuestra voluntad no puede ser llamado virtud ni vicio. Hay que entender esta afirmación, pues, del nacimiento y muerte oportunos. 

REFLEXIÓN

No obstante los cálculos aproximados hay que admitir que nadie, ni los médicos dominan el día, hora, minuto y segundo de un nacimiento común, no por cesárea. Y lo mismo con la muerte. Se puede decir que , por ahora, sigue escapándose de la omnisciencia ese cálculo. Y es posible hablar de una entrega donada, no arrancada por fuerza.

Según mi entender, el nacimiento es a tiempo y no abortivo cuando, como dice Isaías, aquel que ha concebido del temor de Dios engendra su propia salvación con los dolores de parto del alma. Somos, en cierto modo, padres de nosotros mismos cuando, por la buena disposición de nuestro espíritu y por nuestro libre albedrío, nos formamos a nosotros mismos, nos engendramos, nos damos a luz. Esto hacemos cuando aceptamos a Dios en nosotros, hechos hijos de Dios, hijos de la virtud, hijos del Altísimo. 

REFLEXIÓN

Autores de nuestro destino podemos ser si nos auto-concebimos en fe, porque fe y libertad van de la mano. Y lo mismo cuando vamos gestando su crecimiento.  Hasta que por fe rendimos nuestra vida en acción de gracias por la muerte.

Por el contrario, nos damos a luz abortivamente y nos hacemos imperfectos y nacidos fuera de tiempo cuando no está formada en nosotros lo que el Apóstol llama la forma de Cristo. Conviene, por tanto, que el hombre de Dios sea íntegro y perfecto. Así, pues, queda claro de qué manera nacemos a su tiempo y, en el mismo sentido, queda claro también de qué manera morimos a su tiempo y de qué manera, para san Pablo, cualquier tiempo era oportuno para una buena muerte. Él, en efecto, en sus escritos, exclama a modo de conjuro: Por el orgullo que siento por vosotros, cada día estoy al borde de la muerte, y también: Por tu causa nos degüellan cada día. Y también nosotros nos hemos enfrentado con la muerte. No se nos oculta, pues, en qué sentido Pablo estaba cada día al borde de la muerte: él nunca vivió para el pecado, mortificó siempre sus miembros carnales, llevó siempre en sí mismo la mortificación del cuerpo de Cristo, estuvo siempre crucificado con Cristo, no vivió nunca para sí mismo, sino que Cristo vivía en él. 

                                                                      REFLEXIÓN 

un momento en el pensar cristiano que se sobrevaloró la carne como representativa del pecado, en su versión erótica. Más otra línea nos lleva a la carne como debilidad, que requiere fortaleza, y así el pecado es sinónimo de debilidad para cosas del Espíritu, quien fortalece.

Ésta, a mi juicio, es la muerte oportuna, la que alcanza la vida verdadera. Yo –dice el Señor– doy la muerte y la vida, para que estemos convencidos de que estar muertos al pecado y vivos en el espíritu es un verdadero don de Dios. Porque el oráculo divino nos asegura que es él quien, a través de la muerte, nos da la vida.

PALABRA COMENTADA

Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia (Memoria)



  • Primera Lectura

    Génesis 3:9-15, 20

    9Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?»10Este contestó: «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.»11El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?»12Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.»13Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.»14Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.15Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.»20El hombre llamó a su mujer «Eva», por ser ella la madre de todos los vivientes.

    OR



    Hechos 1:12-14

    12Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático.13Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago.14Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.

  • Salmo Responsorial

    Salmo 87:1-3, 5-7



    1De los hijos de Coré. Salmo. Cántico. Su fundación sobre los santos montes2ama Yahveh: las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob.3Glorias se dicen de ti, ciudad de Dios:5Pero de Sión se ha de decir: «Todos han nacido en ella», y quien la funda es el propio Altísimo.6Yahveh a los pueblos inscribe en el registro: «Fulano nació allí»,7y los príncipes, lo mismo que los hijos, todos ponen su mansión en ti.

  • Evangelio

    Juan 19:25-34



    25Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.26Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»27Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.»29Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.30Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu.31Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado - porque aquel sábado era muy solemne - rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran.32Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.33Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,34sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
    motivaciondehoy
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    Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia

    Génesis 3:9-15, 20
    Hechos 1:12-14
    Salmo 87:1-3, 5-7
    Juan 19:25-34