martes, 30 de julio de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Martes 17 de tiempo ordinario

Año Par

Jeremías 14, 17-22



REFLEXIÓN

Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre; tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país

La desolación de la guerra, sobre todo para los inocentes, es eso: desolación. Experiencia amarga del fin del mundo.

Así es la guerra, cualquiera y en dondequiera. Llegar a ella-plaga apocalíptica- es la consecuencia final de nuestros egoísmos y nuestra iniquidad, construídos en un proceso que arranca de la pequeñez de las cosas y los gestos, pero crece como un anti-reino cuyas tinieblas opacan el reino.

Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación

La paz es una consolación, es don del Padre al que hay que disponerse en autocrítica. No es lo común en los discursos y actuaciones de los líderes de todo tipo.

Si ellos no saben de paz, cómo la van a procurar a otros?

Señor, reconocemos nuestra impiedad, la culpa de nuestros padres, porque pecamos contra ti

Hasta que no logremos una confesión de una calidad como la que nos sugiere la Palabra, la paz será un sol poniente y su luz un ocaso.

Salmo responsorial: 78



REFLEXIÓN

que tu compasión nos alcance pronto, / pues estamos agotados

líbranos y perdona nuestros pecados / a causa de tu nombre

Perdona sobretodo aquello que ni miramos en nosotros pues damos por descontado que es nuestro derecho.

Es preciso alcanzar del Señor la gracia de tener todo por gracia, por iniciativa amorosa de Él, quien comparte con nosotros la vida.

Tal perspectiva nos inspira una existencia en acción de gracias, venga lo que venga.

Mateo 13,36-43



REFLEXIÓN

Jesús dejó a la gente y se fue a casa

Jesús regresa a su hogar(oikos). Su refugio, su base. Allí donde se supone que puede restaurar sus fuerzas.

Los discípulos se le acercaron a decirle:

Pero no lo dejan quieto sino que le siguen para que sigan instruyendo, aclarando, compartiendo su sabiduría.

En estos pequeños detalles se capta el servicio entregado de Jesús a la Palabra del Padre. Hasta copar su privacidad.

la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo

El maligno es como el autor intelectual de un anti-designio, del sabotaje al designio, para lograr que el mismo no culmine. 

Hay una guerra, se dan batallas, entre las mediaciones que siembran cizaña y los seguidores del Reino.

arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados

Cada vez se enardece más la ira de los que protestan contra la corrupción rampante en todos los países. 

Es una oleada cuyo fragor hace temer un tsunami.

los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre

Benditos entonces quienes no se hacen oídos sordos, autoridades y no autoridades, y ponen de su parte para salirse de la gran corrupción.

La corrupción por sexo, por codicia y por soberbia. Cadenas que atan la libertad de hombres y mujeres, denunciadas por los ejercicios espirituales ignacianos como el terreno de la bandera enemiga, al que Jesús convoca a derrotar.

Sí, se trata de una batalla sin cuartel, hasta que se extinga la vida terrena y es mejor hacerse la idea que en esa dimensión no hay descanso permanente.

Para quienes toman en serio el proceso de justificación por la Palabra, al que podemos identificar como un proceso de discernimiento, imparable mientras se vive, estas palabras de reconocimiento en el reino del Padre son un estímulo y aliciente.

Porque el mundo no se cansa de descalificar una existencia entregada al proceso de justificación, como una inversión vana.

Los creyentes que perfeccionemos nuestro proceso de discernimiento tenemos un premio: brillar en el reino del Padre.

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motivaciondehoy


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Martes 17 de tiempo ordinario

Año Par

Jeremías 14, 17-22

Salmo responsorial: 78

Mateo 13,36-43

SAN CARLO ACUTIS DE ASIS

DOCTORES DE LA IGLESIA

 


MARTES, XVII

San Doroteo de Gaza, Instrucción 7, sobre la acusación de sí mismo
(2-3: PG 88, 1699)
La falsa paz de espíritu

El que se acusa a sí mismo acepta con alegría toda clase de molestias, daños, ultrajes, ignominias y otra aflicción cualquiera que haya de soportar, pues se considera merecedor de todo ello, y en modo alguno pierde la paz. Nada hay más apacible que un hombre de ese temple.

Pero quizá alguien me objetará: «Si un hermano me aflige, y yo, examinándome a mí mismo, no encuentro que le haya dado ocasión alguna, ¿por qué tengo que acusarme?»

En realidad, el que se examina con diligencia y con temor de Dios nunca se hallará del todo inocente, y se dará cuenta de que ha dado alguna ocasión, ya sea de obra, de palabra o con el pensamiento. Y, si en nada de esto se halla culpable, seguro que en otro tiempo habrá sido motivo de aflicción para aquel hermano, por la misma o por diferente causa; o quizá habrá causado molestia a algún otro hermano. Por esto, sufre ahora en justa compensación, o también por otros pecados que haya podido cometer en muchas otras ocasiones.

Otro preguntará por qué deba acusarse si, estando sentado con toda paz y tranquilidad, viene un hermano y lo molesta con alguna palabra desagradable o ignominiosa y, sintiéndose incapaz de aguantarla, cree que tiene razón en alterarse y enfadarse con su hermano; porque, si éste no hubiese venido a molestarlo, él no hubiera pecado.

Este modo de pensar es, en verdad, ridículo y carente de toda razón. En efecto, no es que al decirle aquella palabra haya puesto en él la pasión de la ira, sino que más bien ha puesto al descubierto la pasión de que se hallaba aquejado; con ello le ha proporcionado ocasión de enmendarse, si quiere. Este tal es semejante a un trigo nítido y brillante que, al ser roto, pone al descubierto la suciedad que contenía.

Así también el que está sentado en paz y tranquilidad, según cree, esconde, sin embargo, en su interior una pasión que él no ve. Viene el hermano, le dice alguna palabra molesta y, al momento, aquél echa fuera todo el pus y la suciedad escondidos en su interior. Por lo cual, si quiere alcanzar misericordia, mire de enmendarse, purifíquese, procure perfeccionarse, y verá que, más que atribuirle una injuria, lo que tenía que haber hecho era dar gracias a aquel hermano, ya que le ha sido motivo de tan gran provecho. Y, en lo sucesivo, estas pruebas no le causarán tanta aflicción, sino que, cuanto más se vaya perfeccionando, más leves le parecerán. Pues el alma, cuanto más avanza en la perfección, tanto más fuerte y valerosa se vuelve en orden a soportar las penalidades que le puedan sobrevenir.