Solemnidad de San Ignacio de Loyola
REFLEXIÓN
Jeremías 15, 10. 16-21
Te me has vuelto arroyo engañoso, de aguas inconstantes.
Se anuncia la nueva libertad para el creyente que todo lo espera del Señor: una amistad en la que caben los reproches y la amargura contra Dios.
Nos enfrentamos con el misterio de la persona, en este caso el Misterio absoluto y totalmente Otro, que nos rebasa y no comprendemos casi nada.
Pero no obstante amamos ese Misterio y Persona y nos abrimos a su abismo de novedad y sorpresa, manteniendo la confianza como el el peso que nos ancla.
Que ellos se conviertan a ti, no te conviertas tú a ellos. Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable; lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte -oráculo del Señor-. Te libraré de manos de los perversos, te rescataré del puño de los opresores."
La misión que sirve a los intereses del Señor mantiene al enviado de pie, no por su fuerza sino por la gracia del que envía.
En nuestro tiempo no es de buen gusto atribuirnos tan poco protagonismo en la definición del rumbo de las cosas.
Es el tiempo del superhombre nietzcheano, no del débil cristiano, que como Pablo de Tarso se considera fuerte por su debilidad.
Es el nuevo dogma que se respira y la nueva escala de valores con la que se decide.
Por eso la cruz sigue siendo la oportunidad de descubrir un horizonte alternativo y rasgar el Misterio del absoluto.
REFLEXIÓN
Salmo responsorial: 58
Estoy velando contigo, fuerza mía,
Los momentos de prueba son como la vela de armas, en las novelas de caballería de la Edad Media.
Ese rito fue ridiculizado y relativizado por don Quijote: un iluso desfasado de su tiempo, que aún velaba armas creyendo estar llamado a rescatar a su dama.
Los creyentes y seguidores de Jesús de Nazareth igualmente velan y oran para que la siembra no termine con más mala hierba que grano, y cada momento de vela es apocalíptico porque descubre las estrategias del anti-reino.
Vivir la fe a conciencia es participar en ese combate final contra las tinieblas.
REFLEXIÓN
Mateo 13, 44-46
"El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra."
Se requiere en la construcción del reino una actitud semejante a la del emprendedor: audacia para asumir riesgos.
Eso somos los creyentes y más vale serlo con lucidez: personas que apostamos por un valor y decidimos correr el riesgo. Nos estamos jugando la vida definitiva.
El Reino es comparado con un encuentro inesperado de una realidad muy valiosa por la que vale la pena invertir fuertemente.
Es como una oportunidad propicia para beneficiarse notablemente. Es un encuentro que difícilmente se puede despreciar.
Un encuentro así implica para quien lo experimenta saber que se trata de una realidad que vale la pena el riesgo y el esfuerzo.
Por lo tanto implica una capacidad de apreciar el valor de la realidad que encuentra.Implica un cierto conocimiento del valor y su aprecio de esa realidad.
Es un encuentro que impulsa a cualquier sacrificio con tal de obtener ese valor apreciado.
El Reino se parece al encuentro de un bien altamente significativo y que vale la pena y que merece se le entreguen todas las energías para conseguirlo.
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Solemnidad de San Ignacio de Loyola
Jeremías 15, 10. 16-21
Salmo responsorial: 58
Mateo 13, 44-46