domingo, 1 de septiembre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 22 de tiempo ordinario

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8



REFLEXIÓN

Ahora, Israel, escucha

La Palabra que viaja en la historia muchos años, sin cansancio ni falla, en sus agentes de propagación humana, nos transmite una pretensión: que Ella es viviente y creerla nos transforma en escuchas actuales, hoy.

Si entro en contacto con ella con un espíritu parecido al que lee noticias en un periódico, pierdo algo fundamental: la actualidad. Porque el periódico se lee como pasado.

Escucharla con fe no es imaginarla, es sentirla profundamente. Una actitud recomendada por Ignacio de Loyola a su ejercitante de los Ejercicios Espirituales: no el mucho saber harta y satisface el espíritu sino sentir las cosas internamente.

Otros como Lonergan llaman a esta operación de conocimiento: apropiación. Es una actividad del sujeto, subjetiva, pero contundente por un lado porque hace vibrar el ser, e indispensable para el humano, porque sin este tránsito no se vivencia el mundo, la realidad, las cosas, la PALABRA.

los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar

Pero esta operación puede abortar sofocada en la subjetividad si no da pie al cumplimiento de lo escuchado como directrices de una vida de calidad superior.

No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada; así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy

Somos ingeniosos, innovativos y creativos los seres humanos y parece nos se podría impedir que metiéramos de nuestra cosecha en lo del Señor.

Parece que una de las maldiciones relacionadas con el conocimiento del bien y del mal que se originan en el pecado es el acceso con dificultad y con distorsiones a ese conocimiento.

Parece entonces necesaria una conversión de fe al pecado de conocimiento del bien y el mal, esforzándonos por establecer el sentido original a los mandatos de la Palabra para cumplirlos bien.

Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos

Poner por obra es parte del ciclo de escuchar. No se puede escuchar la Palabra sin poner por obra. Por eso Jesús de Nazaret recomienda en sus parábolas que el que tiene que escuchar que escuche: que obre lo que escucha.

¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy?

El sentido de justicia social que aparece tan alerta en nuestros días podría beber en esta sabiduría de la escucha de la Palabra que se pone por obra y es testimonio para los pueblos.

Salmo responsorial: 14



REFLEXIÓN

El que procede honradamente / y practica la justicia,

Lo que es más perfecto que solo no robar dinero a la empresa

el que tiene intenciones leales / y no calumnia con su lengua

O calumnia con su pluma y en las redes sociales

El que no hace mal a su prójimo / ni difama al vecino

Todos somos vecinos y nuestra paranoia y estereotipos nos pueden llevar al recelo y la malquerencia

el que considera despreciable al impío / y honra a los que temen al Señor

Está de moda el ateo y sus declaraciones sobre el universo sin Dios y la moral como mera cultura.

El que no presta dinero a usura / 

ni acepta soborno contra el inocente / El que así obra nunca fallará

La evidencia está en las casas de préstamos cuyos intereses van subiendo mientras baja el poder adquisitivo.

La evidencia está en las cárceles y reformatorios donde se alojan personas a quienes tarda su juicio, mientras el resentimiento los convierte en culpables por adelantado para cuando salgan alguna vez.

Qué significará escuchar la Palabra y ponerla por obra en estas y otras coyunturas semejantes?

Santiago 1, 17-18. 21b-22.27



REFLEXIÓN

Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.

Si la religión se hubiera mantenido en su ciclo perfecto de escuchar y obrar la Palabra, no hubiera sido señalada como opio del pueblo.

Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23



REFLEXIÓN

vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos.   (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes la manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas. )

Si los detentores de la religión insisten en las normas administrativas que son creación humana-lavarse las manos- y no en la normas que emanan de la Palabra para concretar su designio, el pueblo extravía su fe.

"¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores"?

la doctrina que enseñan / son preceptos humanos

Quizá hoy los jóvenes con un olfato único de rebeldes culturales se apartan de la tradición de sus mayores por insistir más en lo accesorio que en lo nuclear: un estilo de vida de calidad de vida.

Nada que entre de fuera puede hacer la hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro

Si el sujeto apropia la Palabra obra la Palabra. Si apropia el crimen obra criminalmente.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1431941937649553414?s=20

motivaciondehoy


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Domingo 22 de tiempo ordinario

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8

Salmo responsorial: 14

Santiago 1, 17-18. 21b-22.27

Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23



Del tratado de san Ireneo de Lyon, contra las herejías
(Lib 4, 12,1—13,3: SC 100, 508-516)
Tanto en la ley como en el evangelio, el primero y principal mandamiento es amar a Dios

La tradición de sus mayores que ellos afectaban observar como derivada de la ley era contraria a la ley dada por Moisés. Por eso dice Isaías: Tus taberneros echan agua al vino, indicando que al austero precepto de Dios los mayores habían mezclado una tradición aguada, esto es, una ley adulterada y contraria a la Ley, como lo manifestó el Señor, diciéndoles: ¿Por qué vosotros anuláis el manda-miento de Dios por mantener vuestra tradición?

Y no sólo anularon la ley de Dios por sus transgresiones, echando agua al vino, sino erigiendo en contra de ella su propia ley, ley que todavía hoy se llama «farisaica». En esta ley quitan unas cosas, añaden otras e interpretan no pocas a su capricho. De todo esto se sirven particularmente sus propios maestros.

Queriendo reivindicar dichas tradiciones, no quisieron someterse a la ley de Dios, que los orientaba hacia la venida de Cristo, antes bien, recriminaban al Señor porque curaba en sábado, cosa que ciertamente —como ya dijimos— la ley no prohibía, ya que, en cierto modo, ella también curaba circuncidando al hombre en sábado, pero se cuidaban muy bien de inculparse a sí mismos por transgredir el precepto de Dios en nombre de la tradición y de la mencionada ley farisaica, no teniendo en cuenta el principal mandamiento de la ley, que es el amor a Dios.

Siendo éste el primero y principal precepto y el segundo el amor al prójimo, el Señor enseñó que estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas. Y él mismo no nos dio ningún mandamiento mayor que éste, pero lo renovó, mandando a sus discípulos amar a Dios de todo corazón y a los demás como a sí mismos.

Y Pablo dice que amar es cumplir la ley entera, y que cuando hayan desaparecido todos los demás carismas; quedarán la fe, la esperanza y el amor, pero que el más grande de los tres es el amor; y que ni el conocimiento sin el amor a Dios vale para nada, ni tampoco el conocer todos los secretos, ni la fe, ni la profecía, sino que todo es vaciedad y vanidad sin el amor; que el amor hace al hombre perfecto, y que quien ama a Dios es un hombre cabal en este mundo y en el futuro: pues jamás dejaremos de amar a Dios, sino que cuanto más le contemplemos, más lo amaremos.

Siendo, pues, en la ley y en el evangelio el primero y principal mandamiento amar al Señor Dios de todo corazón, y el segundo, semejante a él, amar al prójimo como a sí mismo, es evidente que uno e idéntico es el autor tanto de la ley como del evangelio. Así que, siendo unos mismos, en ambos Testamentos, los mandamientos fundamentales de la vida, apuntan a un mismo Señor, el cual dio, es verdad, preceptos particulares adaptados a cada Testamento, pero propuso en ambos unos mismos mandamientos, los más importantes y sublimes, sin los cuales no es posible salvarse.