miércoles, 16 de octubre de 2024

PALABRA COMENTADA

PALABRA COMENTADA

 

Miércoles 28 de tiempo ordinario

Año Par

Gálatas 5, 18-25



REFLEXIÓN

Si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley

Porque el Espíritu es más exigente en contra de los intereses perversamente centrados en lo propio, sea persona, grupo o sociedad.

Pero a la vez es más refrescante, porque la exigencia se torna ligera y gozosa al salir de la cárcel en la que nos hemos internado.

Las obras de la carne están patentes: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, envidias, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, discordias, borracheras, orgías y cosas por el estilo.

En estos descriptores que se dice son catálogos de la literatura clásica antigua grecolatina, se da cuenta de conductas escandalosas, ruidosas y exhibicionistas, pero también de las secretas y sigilosas que se cuecen en el corazón. Una gama no completa de afecciones del corazón humano en cuanto humano: carnal. Carne sin espíritu, contra espíritu, desdeñosa de espíritu. Brutal o solapada pero carnal. Se puede decir que la enumeración de los vicios no son una invención de Pablo.

Su valor no estriba en el establecimiento de un criterio de selección, sino en un perfil de aquellos aherrojados en carne, con Espíritu débil.

los que así obran no heredarán el reino de Dios

De las raras veces que esa expresión se lee en Pablo. Con sentido de futuro.

amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí

Son las conductas que están en las antípodas de la carne sin espíritu. Son las consolaciones espirituales, el otro campo del reino anticipado.

Contra esto no va la ley

Más que nada importa entender que la lista de conductas que impulsa el Espíritu tampoco son exhaustivas, sino un perfil de quienes van más allá de la ley.

Y los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos

Sentido de mortificación, que hoy se menosprecia, quizás porque se perdió la conexión de sentido. Y porque la mortificación ha cambiado de medios probablemente.

Salmo responsorial: 1



REFLEXIÓN

Dichoso el hombre

La dicha de la bienaventuranza que acompaña el seguimiento del Espíritu, mientras peregrinamos, se parece poco al éxtasis emocional que acompaña las conductas carnales.

Gustar más de una que de otra es un desafío que todos tenemos para procesar mediante discernimiento espiritual las contingencias de la existencia humana.

Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales mediante las reglas de discernimiento de espíritus pretende enseñar a degustar el Espíritu para aceptar sus toques y seguirlo.

No se oculta que este seguimiento según momentos y niveles entraña una lucha, que no se reduce a la esfera individual, porque la decisión de compromiso con el Espíritu atraviesa colectividades.

Lucas 11,42-46



REFLEXIÓN

que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!

La Palabra encarnada va más a fondo aún. Porque desenmascara aparentes conductas según el Espíritu que excluyen un compromiso más profundo.

Como sí se contrastara la exterioridad y formalidad de ciertas obras buenas, que sirven a propósitos carnales y egoístas, pero dejan de lado una opción fundamental por el reino.

Por lo que mucho hemos de interrogarnos sobre la relación con el reino de nuestras obras y conductas aparentemente buenas y espirituales.

Es posible ser buen ciudadano y cumplir las leyes pero sin derecho y amor de Dios, que es ágape

Esto habría que practicar, sin descuidar aquello

No es procurar lo mejor a costa de lo bueno, sino poner en orden los énfasis, de acuerdo al mayor bien, a lo más importante: derecho y amor de Dios.

Tampoco lo contrario es positivo para el reino. 

Porque el conocimiento de que hay obras espirituales incorrectamente planteadas, no es para abstenerse de ellas, como gusta cierta corriente anti-tradicional.

abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo

Padres, maestros, sacerdotes e incluso pelagatos con un décimo de poder, que gustamos de criticar lo que nosotros no hubiéramos hecho en su lugar.

Lo correcto es no hacernos a un lado como si la Palabra no nos concerniera.

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Miércoles 28 de tiempo ordinario

Año Par

Gálatas 5, 18-25

Salmo responsorial: 1

Lucas 11,42-46

SAN CARLO DE JESUS ACUTIS DE ASIS

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

MIÉRCOLES, XXIX SEMANA

De los sermones de Pedro de Blois
(Sermón 54, sobre el sacrificio del altar : PL 207, 720-721)
Cristo por nosotros se hizo pan

La ley se dio por medio de Moisés; la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Por tanto, si Cristo es la verdad, mejor, porque él es la verdad, si

creemos en Cristo, creamos también a Cristo. Es él mismo el que dice: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; él es el maná reconfortante, él es el cordero que en la ley era inmolado y manducado: efectivamente se nos da en comida y precio el mismo que alimentó a nuestros padres con el maná; nos alimenta con el pan cumpliendo de esta forma lo que está escrito: Comeréis de cosechas

almacenadas y sacaréis lo almacenado para hacer sitio a lo nuevo.

Lo almacenado son los sacrificios de la antigua ley, que ofrecían Aarón y sus hijos sacrificando las crías de las ovejas, derramando la sangre de los novillos y de los cabritos. Lo añejo almacenado fueron el pan y el vino ofrecidos por Melquisedec, que prefiguraba el sacramento de Cristo, respecto a quien había jurado el Padre: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec. Para hacer sitio a lo nuevo había que sacar los sacrificios legales y comer lo añejo almacenado, en cuanto que el hombre comió pan de ángeles, que Dios, en su bondad, preparó para los pobres desde los tiempos antiguos.

La asunción de nuestra naturaleza es el pan de que nos alimentamos. Porque Cristo ha convertido en trigo el heno de nuestra carne, para alimentarnos con flor de harina. Se ha convertido en pan para nosotros, porque el corazón del hombre hay que sembrarlo y multiplicarlo en un corazón bueno; se ha

convertido para nosotros en grano de trigo, en pan que da vigor para consuelo de esta mísera vida, para sostenimiento de la fatiga del camino; es pan en la palabra de doctrina, pan en el ejemplo de la vida, pan de la gracia espiritual, pan de la gloria inacabable. Ésta es —dice— la nueva alianza sellada con mi sangre.

Esta alianza nos ha sido confirmada con la muerte de Cristo, para que nuestra existencia esté unida a él en una muerte como la suya, muramos al mundo y nuestra vida esté con Cristo escondida en Dios. De acuerdo con esta

alianza hemos de ordenar los sacrificios, de modo que el hombre, ofreciéndose en su integridad como hostia viva y agradable a Dios, presente ante todo el sacrificio de la penitencia. Mi espíritu —dice— es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.

El segundo sacrificio es el ejercicio de la misericordia, sacrificio que en atención a su exquisita excelencia, el Señor no lo llama sacrificio, sino justicia, diciendo: Misericordia quiero y no sacrificios. De este sacrificio está escrito: Ofreced sacrificios de justicia.

Existe un tercer sacrificio que consiste íntegramente en la enjundia y la manteca y que procede de los entresijos del alma y de las profundidades del corazón con exclusividad. Me refiero al sacrificio de alabanza. Deseando el profeta presentar este sacrificio que procede de la fertilidad del corazón y de la

plenitud de la caridad, dijo: Me saciaré como de enjundia y de manteca.

El primer sacrificio se refiere a mí, el segundo al prójimo, el tercero a Dios.

Pero todos los refiero a Dios y los ofrezco por Dios. No obstante, si queremos ofrecer sacrificios en el régimen de la alianza de Cristo, único es el modo y uno solo el mensaje; el orden es éste: que así como se nos manda encomendar a Dios nuestros afanes, así depositemos la fe de los sacrificios en su palabra. Que el hombre crea más a Cristo que a sí mismo, para que su espíritu sea creíble a

Dios, niéguese a sí mismo y siga a Cristo con la esperanza y la fe; porque él es el camino y la verdad y la vida