JUGAR AL FÚTBOL COMO ALGO PROPIO DE SU VIDA CORRIENTE ES UN AMAR QUE SANTIFICA
De los sermones del Beato Guerrico de Igny(Sermón 5.6.7 en la solemnidad de Todos los Santos: SC 202, 508.510.512.514)¡Oh preclara herencia de los pobres!
Gloriémonos, hermanos, de ser pobres por Cristo; pero procuremos ser
humildes con Cristo. Nada más detestable que un pobre soberbio, nada más
miserable: pues ahora lo atenaza la pobreza y la soberbia lo esclavizará para
siempre. En cambio, un pobre humilde, si bien es abrasado y purificado en el
crisol de la pobreza, exulta con el refrigerio que le procura la riqueza de la
conciencia, se consuela con la promesa de una santa esperanza, sabiendo y
experimentando que es suyo el reino de Dios, que lo lleva ya dentro de sí como
en germen o en raíz, a saber, como primicia del Espíritu y prenda de la herencia
eterna.
Le habéis sacado, si no me equivoco, gusto a vuestra tarea: adquiriendo los
bienes supremos a cambio de cosas despreciables y dignas tan sólo de ser
arrojadas por la ventana. Efectivamente, no reina Dios por lo que uno come o
bebe, sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo. Y si
estamos convencidos de esto, ¿por qué confesamos paladinamente que el reino
de Dios está dentro de nosotros? Lo que está dentro de nosotros es realmente
nuestro, pues nadie puede arrebatárnoslo contra nuestra voluntad.
¡Oh preclara herencia de los pobres!, ¡oh dichosa posesión de quienes nada
tienen! Ciertamente no sólo nos proporcionas todo cuanto necesitamos, sino
que abundas en toda clase de gloria, desbordas todo tipo de alegría, como la
medida rebosante que os verterán: Realmente tú traes riqueza, fortuna copiosa
y bien ganada.
Vosotros, pues, que sois amigos de la pobreza y os es grata la humildad de
espíritu, habéis recibido de la Verdad inmutable la seguridad de poseer el reino
de los cielos, aseverando, que es vuestro y guardándooslo fielmente en depósito,
a condición sin embargo de que vosotros mismos conservéis en vuestro pecho
esta esperanza hasta el final con la cooperación de nuestro Señor Jesucristo, a
quien sea el honor y la gloria por todos los siglos de los siglos.