domingo, 31 de agosto de 2025

PALABRA COMENTADA

Domingo 22 de tiempo ordinario

Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29




REFLEXIÒN

Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso.

Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios;

porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes.

No hay autoestima posible sin autoconcepto. Es el conocimiento de sí mismo, que también enfatizó como valor primordial un antiguo filósofo griego.

Sabiduría humana y Palabra revelada convergen en una sabiduría práctica y cotidiana, que ayuda a construir un tejido social sano.

Nos sentiremos bien, con un sentido de la vida, si nos conocemos y en consecuencia nuestra autoestima se desprende al saber cuánto valemos, no cómo queremos que nos evalúen.

Así la humildad, mucho tiempo caricaturizada como un abajamiento que traiciona nuestro verdadero valor, se cimentará en la verdad de todo y en particular de nosotros mismos.

No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta.

El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará.

Un mundo mediático y cínico es hoy mayormente palpable, que se ufana de ser sabiduría y se valora por encima de lo que realmente es.

Quienes creen en la Palabra y su buena nueva constantemente son tentados a promover su mensaje para compartir su dicha.

Pero hay límites, en la mentalidad de quienes no viven su verdad y exageran lo que valen, por encima de los demás, menospreciando.

Sólo una conversión desde dentro de su profundidad del autoconocimiento los llevará a la escucha de la Palabra en una ponderada autoestima.

Salmo responsorial: 67




REFLEXIÒN

Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres

Buena nueva para el agricultor que valora una lluvia oportuna.

Buena nueva para el pastor que valora la tierra y los pastos para el rebaño.

Imágenes de una cultura pastoril y agrícola, en la que se condensa la satisfacción de necesidades humanas y su anhelo de plenitud y calidad de vida.

La Palabra nos ayuda a comprender que es posible tal anhelo cuando reconocemos al Señor que nos lo provee, como promesa de sí mismo.

Sólo cuando nos ubicamos en nuestra auto comprensión honesta nos iniciamos en la cosmovisión que nos dona la Palabra.

Entonces es posible la cadena bendita de autoconcepto, autoestima y ágape, en la que fundamos la esperanza de cambio social.

No son muchedumbres las que entienden que la ética tiene que ver con la humildad.

Hebreos 12, 18-19. 22-24ª




REFLEXIÓN

Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo,

Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los

primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de

los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús

Si pasamos junto a un lugar de fiesta, en la que se escuche música y algarabía sana, sin excesos ni violencia, nos llegará también la emoción de la alegría contagiosa, para la cual nuestro ánimo humano está inclinado.

La Palabra da cuenta de una fiesta, que se oye sonar en algún lado, cercano pero  desconocido, y nos contagia de alegría de tanto en tanto.

Es la buena nueva del Reino, comunicada por Jesús de Nazareth en varias imágenes de fiesta y festín, para que bulla en nosotros la gana de ingresar y festejar.

Por un lado accedemos a este bien en todo festejo sano que realizamos y nuestro ágape es enriquecido en el compartir.

Por otro lado nos consuela, cuando parten los seres queridos con su muerte y resurrección, la alegría de saberlos en un festejo sin fin, que en su hora nos tocará disfrutar.

Lucas 14, 1. 7-14




REFLEXIÒN

Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola

La historia nos sigue dando este mismo mensaje: el que llega primero arrasa.

Se viene dando entre civilizaciones, culturas, pueblos, colectivos e individuos.

Procedemos como si sólo nosotros debamos ser los que usufructuamos cualquier bien, natural o tecnológico, sin importar los que vienen detrás o se quedan fuera.

Es la actuación propia de las bestias, que al menos se acuerdan de sus crías.

"Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste."

Cómo negar que al promover el aspecto contrario y alterno, la Palabra de buena nueva da pie a un estilo de convivencia diverso, que dignifica al ser humano:civilización, cultura, pueblo, colectivo o individuo.

Porque se han dado igualadores sociales que funcionan por imposición y represión, pero dejan siempre la semilla del desquite, que a su tiempo fecundará y se desarrollará.

Pero al mundo le cuesta bajarse de su criterio que mira con desdén la estrategia de ubicarse en su autoconcepto y disfrutar de su autoestima.

Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido

Es conveniente por tanto que se de un igualador definitivo e inapelable. Una instancia que nos ubique donde merecemos realmente.

Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos

El estilo de vida que comparte sin aguardar una paga de quien no puede, nos libera de un ansia de reconocimiento que daña nuestra generosidad y autoconocimiento.

Nosotros somos un pueblo hipotecado al Señor que nos ha donado todo, incluso a su hijo Jesús de Nazareth.

Nos queda la vida para mostrar que compartimos lo que recibimos con generosidad, y asimétricamente pagar la deuda eterna, en el mismo Jesús de Nazareth.

https://x.com/motivaciondehoy 310825


COMPARTIR LA PALABRA


Domingo 22 de tiempo ordinario

Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29

Salmo responsorial: 67

Hebreos 12, 18-19. 22-24ª

Lucas 14, 1. 7-14

DOCTORES DE LA IGLESIA



De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 23 A, 1-4: CCL 41, 321-323)

EL SEÑOR SE HA COMPADECIDO DE NOSOTROS

Dichosos nosotros si llevamos a la práctica lo que escuchamos y cantamos. Porque cuando escuchamos es como si sembráramos una semilla, y cuando ponemos en práctica lo que hemos oído es como si esta semilla fructificara. Empiezo diciendo esto porque quisiera exhortaros a que no vengáis nunca a la iglesia de manera infructuosa, limitándoos sólo a escuchar lo que allí se dice, pero sin llevarlo a la práctica. Porque, como dice el Apóstol, estáis salvados por su gracia, pues no se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. No ha precedido, en efecto, de parte nuestra una vida santa, cuyas acciones Dios haya podido admirar, diciendo por ello: «Vayamos al encuentro y premiemos a estos hombres, porque la santidad de su vida lo merece.» A Dios le desagradaba nuestra vida, le desagradaban nuestras obras; le agradaba, en cambio, lo que él había realizado en nosotros. Por ello, en nosotros, condenó lo que nosotros habíamos realizado y salvó lo que él había obrado.

Nosotros, por tanto, no éramos buenos. Y, con todo, él se compadeció de nosotros y nos envió a su Hijo a fin de que muriera, no por los buenos, sino por los malos; no por los justos, sino por los impíos. Dice, en efecto, la Escritura: Cristo murió por los pecadores. Y ¿qué se dice a continuación? Apenas habrá quien dé su vida por un justo; quizás por un bienhechor se exponga alguno a perder la vida. Es posible, en efecto, encontrar quizás alguno que se atreva a morir por un bienhechor; pero por un inicuo, por un malhechor, por un pecador, ¿quién querrá entregar su vida, a no ser Cristo, que fue justo hasta tal punto que justificó incluso a los que eran injustos?

Ninguna obra buena habíamos realizado, hermanos míos; todas nuestras acciones eran malas. Pero, a pesar de ser malas las obras de los hombres, la misericordia de Dios no abandonó a los humanos. Y Dios envió a su Hijo para que nos rescatara, no con oro o plata, sino a precio de su sangre, la sangre de aquel Cordero sin mancha, llevado al matadero por el bien de los corderos manchados, si es que debe decirse simplemente manchados y no totalmente corrompidos. Tal ha sido, pues, la gracia que hemos recibido. Vivamos, por tanto, dignamente, ayudados por la gracia que hemos recibido y no hagamos injuria a la grandeza del don que nos ha sido dado. Un médico extraordinario ha venido hasta nosotros y todos nuestros pecados han sido perdonados. Si volvemos a enfermar no sólo nos dañaremos a nosotros mismos, sino que seremos además ingratos para con nuestro médico.

Sigamos, pues, las sendas que él nos indica e imitemos, en particular, su humildad, aquella humildad por la que él se rebajó a sí mismo en provecho nuestro. Esta senda de humildad nos la ha enseñado él con sus palabras y, para darnos ejemplo, él mismo anduvo por ella, muriendo por nosotros. Para poder morir por nosotros, siendo como era inmortal, la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Así el que era inmortal se revistió de mortalidad para poder morir por nosotros y destruir nuestra muerte con su muerte.

Esto fue lo que hizo el Señor, éste el don que nos otorgó. Siendo grande, se humilló; humillado, quiso morir; habiendo muerto, resucitó y fue exaltado para que nosotros no quedáramos abandonados en el abismo, sino que fuéramos exaltados con él en la resurrección de los muertos los que ya desde ahora hemos resucitado por la fe y por la confesión de su nombre. Nos dio y nos indicó, pues, la senda de la humildad. Si la seguimos confesaremos al Señor y con toda razón le daremos gracias, diciendo: Te damos gracias, oh Dios, te damos gracias, invocando tu nombre.