martes, 9 de enero de 2024

BEATO CARLO

 


 

De la Regla monástica mayor de san Basilio Magno, obispo
(Respuesta 2, 1: PG 31, 908-910)

 

TENEMOS DEPOSITADA EN NOSOTROS UNA FUERZA QUE NOS CAPACITA PARA AMAR

 

El amor de Dios no es algo que pueda aprenderse con unas normas y preceptos. Así como nadie nos ha enseñado a gozar de la luz, a amar la vida, a querer a nuestros padres y educadores, así también, y con mayor razón, el amor de Dios no es algo que pueda enseñarse, sino que desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección.

Por eso nosotros, dándonos cuenta de vuestro deseo por llegar a esta perfección, con la ayuda de Dios y de vuestras oraciones, nos esforzaremos, en la medida en que nos lo permita la luz del Espíritu Santo, por avivar la chispa del amor divino escondida en vuestro interior.

Digamos en primer lugar que Dios nos ha dado previamente la fuerza necesaria para cumplir todos los mandamientos que él nos ha impuesto, de manera que no hemos de apenarnos como si se nos exigiese algo extraordinario, ni hemos de enorgullecernos como si devolviésemos a cambio más de lo que se nos ha dado. Si usamos recta y adecuadamente de estas energías que se nos han otorgado, entonces llevaremos con amor una vida llena de virtudes; en cambio, si no las usamos debidamente, habremos viciado su finalidad.

En esto consiste precisamente el pecado, en el uso desviado y contrario a la voluntad de Dios de las facultades que él nos ha dado para practicar el bien; por el contrario, la virtud, que es lo que Dios pide de nosotros, consiste en usar de esas facultades con recta conciencia, de acuerdo con los designios del Señor.

Siendo esto así, lo mismo podemos afirmar de la caridad. Habiendo recibido el mandato de amar a Dios, tenemos depositada en nosotros, desde nuestro origen, una fuerza que nos capacita para amar; y ello no necesita demostrarse con argumentos exteriores, ya que cada cual puede comprobarlo por sí mismo y en sí mismo. En efecto, un impulso natural nos inclina a lo bueno y a lo bello, aunque no todos coinciden siempre en lo que es bello y bueno; y, aunque nadie nos lo ha enseñado, amamos a todos los que de algún modo están vinculados muy de cerca a nosotros, y rodeamos de benevolencia, por inclinación espontánea, a aquellos que nos complacen y nos hacen el bien.

Y ahora yo pregunto, ¿qué hay más admirable que la belleza de Dios? ¿Puede pensarse en algo más dulce y agradable que la magnificencia divina? ¿Puede existir un deseo más fuerte e impetuoso que el que Dios infunde en el alma limpia de todo pecado y que dice con sincero afecto: Desfallezco de amor? El resplandor de la belleza divina es algo absolutamente inefable e inenarrable.

lunes, 8 de enero de 2024

PALABRA COMENTADA

 Domingo Bautismo del Señor B

Isaías 42, 1-4. 6-7



REFLEXIÓN

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

La Palabra nos llega por medio de los seguidores de Isaías, que predicaron a los cautivos israelitas en Babilonia hacia el siglo VI a.C.

La postración y desolación de este asentamiento, arrancado de sus raíces, motivó a una Palabra de Dios de consuelo y ánimo.

La esperanza que comunica es la promesa de una elección: se trata de un siervo, servidor o esclavo, figuración de un individuo o un grupo, cuyo perfil se detalla como pacífico, hacedor de justicia, firme pero compasivo, capaz de traer alivio a los más vulnerables: ciegos, encarcelados.

Los cristianos de las primeras comunidades apropiaron para Jesús de Nazareth, ya muerto y resucitado, el título de Siervo de Yavé porque su vida, enseñanza y muerte ponía en efecto lo vaticinado.

Cuando los cristianos hicieron esto no sólo era una forma de profundizar en la identidad de su maestro, sino también de actualizar en sus vidas de cada día el seguimiento y la fe.

A su ejemplo nosotros podemos inspirarnos para continuar en nuestro cuadrante de espacio y tiempo esa misión que sostiene el Señor.

Salmo responsorial: 28



REFLEXIÓN

La voz del Señor sobre las aguas,

el Señor sobre las aguas torrenciales

El Señor se sienta por encima del aguacero

El agua es un elemento vital. Somos el planeta azul, de agua. Somos humedad ambulante con nuestros cuerpos formados por el mayor porcentaje de agua.

El agua también es un elemento mortal. Fuera de cauce, en los diluvios, excesiva en nuestro cuerpo, puede amenazar nuestra vida.

Como criatura de Dios es bendita, pero como calentamiento global o hidropesía, en parte por nuestra responsabilidad, puede ser maldición.

Nuestra esperanza es que domine su beneficio y su autor nos mantenga la bendición sobre la maldición.

Hechos de los apóstoles 10, 34-38



REFLEXIÓN

Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él."

Juan Bautista encabezaba un movimiento cuya acción principal era bañarse como signo de lavarse de los pecados, con la aspiración de pasar a formar el grupo que celebraría la venida definitiva de Dios.

Se piensa que esta iniciativa la había tomado de comunidades retiradas de Jerusalén, a orillas del Mar Muerto, que formaban parte de un estilo de vida Esenio. En estas comunidades los baños de purificación eran comunes.

También Jesús según el evangelio de Juan, participó del movimiento de Juan Bautista y hasta bautizaba.

O sea que las primeras comunidades cristianas tenían motivos suficientes para incorporar el baño de perdón y purificación a su fe en Jesús de Nazaret, ya muerto y resucitado.

Lucas 3, 15-16. 21-22



REFLEXIÓN

y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías

Para nuestro gusto histórico actual resulta promitente pensar que Jesús también, dentro del movimiento de Juan Bautista, su pariente, se preguntaría si era el mesías.

Pero este mismo evangelista es uno de los que incorpora los evangelios de la infancia, como dando a entender que la identidad mesiánica de Jesús ya le era conocida por tradición familiar, de parte de sus padres.

En todo caso podría ser que Jesús aguardara una señal para iniciar la misión de su Padre Dios de salvación del pueblo.

Jesús también se bautizó.

Entretanto Jesús aguardaba la señal, se mantenía en las actividades apropiadas y se formaba. Aprendía y discernía, para estar preparado.

mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espiritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto."

Jesús es confirmado. Su Espíritu es el del Señor. La teofanía intenta expresar algo inenarrable en forma escueta y sencilla. Jesús de su oración y de las aguas como recién nacido al Espíritu, emerge como el preferido Siervo de Yavé profetizado.

Los cristianos lectores de Lucas, se motivaban al escuchar de su maestro, sobre el sentido de su propio bautismo cristiano. Todos como Jesús se sentían hijos predilectos ahora en una recién estrenada vida del Espíritu.

Para ellos el agua ganaba en sentido bendito, con capacidades de regeneración, más allá de la muerte que podía infligir.

Como la muerte de su maestro Jesús, cuya muerte no pudo contener la vida definitiva que se adueñó de él para siempre.

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