BEATO CARLO
El padre Roberto Gazzaniga, que le tuvo como alumno en el Instituto León XIII de Milán, le recuerda así: «Era muy bueno, su talento era evidente para todo el mundo, pero sin dar pie a envidias o celos. Carlo nunca ocultó su fe e incluso en el diálogo-confrontación con sus compañeros de clase siempre mostraba respeto hacia las ideas de los demás, pero sin renunciar a la transparencia ni a decir y testimoniar los principios inspiradores de su vida cristiana».
Carlo era un chico normal, vivaz, con muchos amigos y apasionado por la informática y los animales. Pero aquel ser especial tenía un nombre: Jesús, su Amigo. Se dio cuenta cuando Carlo, aún muy pequeño, al pasar por delante de las iglesias le decía: «Mamá, vamos a entrar a saludar a Jesús y le rezamos una oración». Luego descubrió que leía la vida de los santos y la Biblia. La suya era una familia corriente, que no frecuentaba a menudo la iglesia. «Pero ese “trasto” me hacía muchas preguntas profundas a las que yo no sabía responder. Me quedaba perpleja ante su devoción. Era tan pequeño como seguro. Entendía que era algo suyo, pero que también me implicaba a mí. Fue así como empecé mi camino de reacercamiento a la fe. Le seguí»
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