BEATO CARLO
De los tratados de Balduino de Cantorbery, obispo(Tratado 10: PL 204, 513-514. 516)ES FUERTE EL AMOR COMO LA MUERTE
Es fuerte la muerte, que puede privarnos del don de la vida. Es fuerte el amor, que
puede restituirnos a una vida mejor.
Es fuerte la muerte, que tiene poder para desposeernos de los despojos de este cuerpo.
Es fuerte el amor, que tiene poder para arrebatar a la muerte su presa y devolvérnosla.
Es fuerte la muerte, a la que nadie puede resistir. Es fuerte el amor, capaz de vencerla,
de embotar su aguijón, de reprimir sus embates, de confundir su victoria. Lo cual tendrá
lugar cuando podamos apostrofarla, diciendo: ¿Dónde están tus pestes, muerte? ¿Dónde
está, muerte, tu aguijón?
Es fuerte el amor como la muerte, porque el amor de Cristo da muerte a la misma
muerte. Por esto dice: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu
aguijón. También el amor con que nosotros amamos a Cristo es fuerte como la muerte, ya
que viene a ser él mismo como una muerte, en cuanto que es el aniquilamiento de la vida
anterior, la abolición de las malas costumbres y el sepelio de las obras muertas.
Este nuestro amor para con Cristo es como un intercambio de dos cosas semejantes,
aunque su amor hacia nosotros supera al nuestro. Porque él nos amó primero y, con el
ejemplo de amor que nos dio, se ha hecho para nosotros como un sello, mediante el cual
nos hacemos conformes a su imagen, abandonando la imagen del hombre terreno y
llevando la imagen del hombre celestial, por el hecho de amarlo como él nos ha amado.
Porque en esto nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus huellas.
Por esto dice: Grábame como un sello en tu corazón. Es como si dijera: “Ámame, como
yo te amo. Tenme en tu pensamiento, en tu recuerdo, en tu deseo, en tus suspiros, en tus
gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, qué tal te he hecho, cuán por encima te he
puesto de las demás criaturas, con qué dignidad te he ennoblecido, cómo te he coronado
de gloria y de honor, cómo te he hecho un poco inferior a los ángeles, cómo he puesto
bajo tus pies todas las cosas. Acuérdate no sólo de cuán grandes cosas he hecho para ti,
sino también de cuán duras y humillantes cosas he sufrido por ti; y dime si no obras
perversamente cuando dejas de amarme. ¿Quién te ama como yo? ¿Quién te ha creado
sino yo? ¿Quién te ha redimido sino yo?”
Quita de mí, Señor, este corazón de piedra, quita de mí este corazón endurecido,
incircunciso. Tú que purificas los corazones y amas los corazones puros, toma posesión de
mi corazón y habita en él, llénalo con tu presencia, tú que eres superior a lo más grande
que hay en mí y que estás más dentro de mí que mi propia intimidad. Tú que eres el
modelo perfecto de la belleza y el sello de la santidad, sella mi corazón con la impronta de
tu imagen; sella mi corazón, por tu misericordia, tú, Dios por quien se consume mi
corazón, mi lote perpetuo. Amén.