martes, 24 de agosto de 2021

PALABRA COMENTADA

 

San Bartolomé apóstol(24 de agosto)

Apocalipsis 21,9b-14



REFLEXIÓN

me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.

La reunión final de todos, la Jerusalén que baja del cielo como un don, es un anhelo profundo de las diferentes sociedades que desean la paz.

Una paz que abarca todos los ámbitos y diversidades humanas.

Una verdadera unión, una comunión.

La Jerusalén que baja del cielo es una ciudad que existió, pero al


 

final transformada por la gloria de Dios y su cordero.

La búsqueda y esfuerzo humano constructivo de la ciudad de paz será recompensado con el don de una ciudad que baja del cielo, transformada por la paz.

Una semejanza de los símbolos del Israel terrenal se incorporan en ese don de la Jerusalén celestial, como signos para nuestra esperanza, porque nuestros aportes han sido tomados en cuenta en esta transformación definitiva.

La gloria de Dios, la mayor, fue la obsesión apostólica de Ignacio de Loyola, para sí y sus compañeros.

Qué se entendió por eso? Cómo se puede entender hoy, para que mueva como entonces a asumir estilos de vida apostólicos?

La gloria, el prestigio, el brillo, la fascinación de la presencia y actividad del Señor, en


 

su creación y su pueblo. Dónde ubicarla hoy?

Hay festejos, celebraciones, efectos especiales que nos dejan sin respiración por la admiración que despiertan.

Podrá sobrepujar la gloria de Dios estas creatividad humana efímera?

los nombres de los apóstoles del Cordero.

Los que estuvieron con Jesús, y murieron por su nombre. Como los jesuitas que murieron por su nombre en San Salvador.

Gente entregada a su milpa y en apariencia cotidiana, que fueron transformados en testigos.

Salmo responsorial: 144



REFLEXI
ÓN

que proclamen la gloria de tu reinado

Quienquiera se dedique a su parcela del Reino proclama la gloria de su reinado, sino se buscan exclusivamente los intereses propios y de grupo.

Explicando tus hazañas a los hombres,


 

Esta es su gloria entre nosotros: hacer entender sus hazañas porque somos sus dispensadores.

cerca está el Señor de los que lo invocan, / de los que lo invocan sinceramente

El esfuerzo por la sinceridad es un reto de cada día cuando venimos a su encuentro. Entonces nos debemos enfrentar al Señor, a nuestro vacío y a la esperanza.

La cercanía del Señor está disponible siempre, pero al orar nosotros nos abrimos a ella.

La oración nos persuade que está con nosotros como el que escucha y salva.

Juan 1,45-51



REFLEXIÓN

Felipe encuentra a Natanael y le dice: "Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret."

Felipe comunica un hallazgo, una experiencia cumbre: se ha dado con el Mesías.

La construcción de la fe en él inicia con la aceptación de la


 

carne común de Jesús: hijo de José, de Nazaret.

Si Natanael logra superar esta dimensión común, y por lo oído, ir más allá, su fe podrá crecer.

Son los encuentros con otros creyentes los que nos permiten crecer, afianzados en sus testimonios y experiencias de fe.

Porque nuestra fe es comunitaria, eclesial, apostólica.

Natanael le replicó: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le contestó: "Ven y verás."

Es preciso atravesar nuestros prejuicios y verificar por nosotros mismos.

La búsqueda y encuentro de una verdad de salvación-algo bueno- requiere una voluntad personal, una decisión intransferible, no delegable.

Todos debemos asumir “Soy yo quien tiene que correr ese riesgo”.

Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño


 

Todo un ideal de transparencia porque se deja ver, escrutar, discernir.

Como la mirada que debe practicar el que acompaña al ejercitante de los ejercicios ignacianos, para colaborarle en el discernimiento de las mociones que experimenta.

Como la mirada que debemos experimentar en cualquier relación de amistad, pareja o conyugal, para que se construya la mutua confianza y lealtad.

cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

La expresión con reminiscencia de las escrituras es suficiente para abrir al apóstol a un horizonte nuevo.

Para él la palabra se había hecho carne en Jesús, y cualquier resistencia a su avasallamiento era inútil, excepto rendirse.

Natanael respondió: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel."

En el juego y re-juego de quién ve qué o a quién, Natanael pierde


 

terreno, porque su ver, percibir y conocer lo bueno de Nazaret es deconstruído por otro ver que lo percibe a él, con tal penetración y profundidad, que no puede menos que vivenciar una experiencia del misterio de Jesús de Nazareth y su carisma.

"¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees?

La experiencia de fe que se da en el encuentro con Jesús de Nazareth implica la experiencia humana de ser conocido y amado. De ahí brota una expectativa de bien cada vez más grande, cada vez más abierta al despliegue que el Espíritu va haciendo del reino en la historia, de camino hacia el final de paz.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1430131520971460618?s=20

DOCTORES DE LA IGLESIA

 

Martes, XXI semana



San Juan Crisóstomo Homilía 2 sobre el diablo tentador 6

¿Queréis que os recuerde los diversos caminos de penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo. El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados, y serás justificado. Por eso dice el salmista: Propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Condena, pues, tú mismo, aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor, pues, quien condena aquello en lo que faltó, con más dificultad volverá a cometerlo; haz que tu conciencia esté siempre despierta y sea como tu acusador doméstico, y así no tendrás quien te acuse ante el tribunal de Dios.

REFLEXIÓN

Porque vivimos un trance moral aupado por una ética rebelde. Ésta debía ajustar aquella al tiempo presente, pero se ha vuelto flexible para gustar  todos, y no para exigir firmeza y lealtad al valor comprometido.

Éste es un primer y óptimo camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros enemigos, de tal forma que, poniendo a raya nuestra ira, olvidemos las faltas de nuestros hermanos; obrando así, obtendremos que Dios perdone aquellas deudas que ante él hemos contraído; he aquí, pues, un segundo modo de expiar nuestras culpas. Porque si perdonáis a los demás sus culpas –dice el Señor–, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros.

REFLEXIÓN

El creyente purifica su amor hacia sí y los demás si se somete voluntariamente a la criba de la vida diaria que trae constantemente sinsabores, incomprensiones, malos entendidos, animosidades, maledicencia, calumnias y demás. Y va emergiendo de todo a través del perdón.

REFLEXIÓN

¿Quieres conocer un tercer camino de penitencia? Lo tienes en la oración ferviente y continuada, que brota de lo íntimo del corazón.

Ninguna oración ensayada y ritualizada es por sí misma una varita mágica que actúa la transformación del corazón, si éste no abre su profundidad al Misterio del Espíritu del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y a la mediación sabia y tenaz de María de Nazareth.

Si deseas que te hable aún de un cuarto camino, te diré que lo tienes en la limosna: ella posee una grande y extraordinaria virtualidad. También, si eres humilde y obras con modestia, en este proceder encontrarás, no menos que en cuanto hemos dicho hasta aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel publicano, que, si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta, en lugar de buenas obras presentó su humildad y se vio descargado del gran peso de sus muchos pecados.

REFLEXIÓN

La limosna que se da con una mano que no sabe lo de la otra, con generosidad, lejos del cálculo que brota de la impaciencia, del menosprecio, del juicio injusto que se hace sobre quien requiere la ayuda.

Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia: primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto, la humildad. No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos: ello, en efecto, resulta fácil, y no te puedes excusar aduciendo tu pobreza, pues, aunque vivieres en gran penuria, podrías deponer tu ira y mostrarte humilde, podrías orar asiduamente y confesar tus pecados; la pobreza no es obstáculo para dedicarte a estas prácticas. Pero, ¿qué estoy diciendo? La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes — hablo de la limosna—, pues esto lo realizó incluso aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas. Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas, decídete a usar de estas medicinas, y así, recuperada ya tu salud, podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al encuentro del Señor, rey de la gloria, y alcanzar los bienes eternos por la gracia, la misericordia y la benignidad de nuestro Señor Jesucristo.