San Bartolomé apóstol(24 de agosto)
Apocalipsis 21,9b-14
REFLEXIÓN
me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del
cielo, enviada por Dios, trayendo
la gloria de Dios.
La reunión final de todos, la Jerusalén que baja del cielo como un don, es un anhelo profundo de las diferentes sociedades que desean
la paz.
Una paz que abarca todos los ámbitos
y diversidades humanas.
Una verdadera unión,
una comunión.
La Jerusalén que baja del cielo es una ciudad que existió, pero al
final transformada por la gloria de Dios y
su cordero.
La búsqueda y esfuerzo humano constructivo de la ciudad de paz será recompensado con el don de una ciudad que baja del cielo, transformada por la paz.
Una semejanza de los símbolos del Israel terrenal se incorporan en ese
don de la Jerusalén celestial, como
signos para nuestra esperanza, porque
nuestros aportes han sido tomados en
cuenta en esta transformación definitiva.
La gloria de Dios, la mayor, fue la obsesión apostólica de Ignacio de Loyola, para sí y sus compañeros.
Qué se entendió por eso? Cómo se puede entender hoy, para que mueva como entonces a asumir estilos de vida apostólicos?
La gloria, el prestigio, el brillo, la fascinación de la presencia
y actividad del Señor, en
su creación y su pueblo.
Dónde ubicarla hoy?
Hay festejos, celebraciones, efectos especiales que nos dejan sin respiración por la admiración que despiertan.
Podrá sobrepujar la gloria de Dios estas
creatividad humana efímera?
los nombres
de los apóstoles del Cordero.
Los que estuvieron con Jesús, y murieron por su nombre. Como los jesuitas que murieron por su nombre en San Salvador.
Gente entregada a su milpa y en apariencia
cotidiana, que fueron transformados en testigos.
Salmo responsorial: 144
REFLEXIÓN
que proclamen
la gloria de tu reinado
Quienquiera se dedique a su parcela
del Reino proclama la gloria
de su reinado, sino se buscan exclusivamente los intereses propios
y de grupo.
Explicando tus hazañas a los hombres,
Esta es su gloria entre nosotros: hacer entender sus hazañas porque somos sus
dispensadores.
cerca está el Señor de los que lo invocan, / de los
que lo invocan sinceramente
El esfuerzo por la sinceridad es un reto de cada día cuando venimos a su encuentro. Entonces nos debemos enfrentar al Señor, a nuestro
vacío y a la esperanza.
La cercanía del Señor está disponible siempre, pero al orar nosotros
nos abrimos a ella.
La oración nos persuade que está con nosotros como el que escucha y salva.
Juan 1,45-51
REFLEXIÓN
Felipe encuentra a Natanael y le dice: "Aquel de
quien escribieron Moisés en la Ley
y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret."
Felipe comunica un hallazgo, una experiencia cumbre: se ha dado con el Mesías.
La construcción de la fe en él inicia con la aceptación de la
carne común de Jesús: hijo de José, de Nazaret.
Si Natanael logra superar esta dimensión común, y por lo oído, ir más allá,
su fe podrá crecer.
Son los encuentros con otros creyentes los que nos permiten crecer, afianzados en sus testimonios y experiencias de fe.
Porque nuestra fe es comunitaria, eclesial, apostólica.
Natanael le replicó: "¿De Nazaret puede salir
algo bueno?" Felipe le contestó: "Ven y verás."
Es preciso atravesar nuestros prejuicios y verificar por nosotros mismos.
La búsqueda y encuentro de una verdad de salvación-algo bueno- requiere una voluntad personal, una decisión intransferible, no delegable.
Todos debemos asumir “Soy yo quien tiene
que correr ese riesgo”.
Ahí tenéis a
un israelita de verdad,
en quien no hay engaño
Todo un ideal
de transparencia porque se deja ver, escrutar, discernir.
Como la mirada que debe practicar el que acompaña al ejercitante de los ejercicios ignacianos, para colaborarle en el discernimiento de las mociones que experimenta.
Como la mirada que debemos experimentar en cualquier relación de amistad, pareja o conyugal, para que se construya la mutua confianza y lealtad.
cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
La expresión con reminiscencia de las escrituras es suficiente para abrir al apóstol a un horizonte nuevo.
Para él la palabra se había hecho carne en Jesús, y cualquier resistencia a su avasallamiento era inútil, excepto rendirse.
Natanael respondió: "Rabí, tú eres el Hijo de
Dios, tú eres el Rey de Israel."
En el juego y re-juego de quién ve qué o a quién, Natanael pierde
terreno, porque su ver, percibir y conocer lo bueno de Nazaret es deconstruído por otro ver que lo percibe a él, con tal penetración y profundidad, que no puede menos que vivenciar una experiencia del misterio de Jesús de Nazareth y su carisma.
"¿Por haberte
dicho que te vi debajo
de la higuera, crees?
La experiencia de fe que se da en el encuentro con Jesús de Nazareth implica
la experiencia humana de ser conocido y amado. De ahí brota una expectativa de bien cada vez más grande, cada vez más abierta al despliegue que el Espíritu va haciendo del reino en la historia, de camino
hacia el final de paz.
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