domingo, 23 de enero de 2022

PALABRA COMENTADA

 

Domingo 3 de tiempo ordinario

Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10



REFLEXIÓN

No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza(porque la alegría del Señor es nuestro refugio)

Una vez liberados, ya de vuelta en su suelo natal, los israelitas son persuadidos al gozo y la alegría, al descubrir en el curso de los acontecimientos, la mano protectora del Señor.

La prueba del destierro y el exilio en tierra extraña y pagana, ha pasado. Ahora en su terruño, pobre pero propio, renuevan sus raíces, se reconocen como pueblo elegido y amado de Yavé, y acarician nuevamente los sueños del futuro.

La consolación es un gozo que permite vibrar y pacificarse con la renovada presencia fuerte del Señor, a quien en la desolación creíamos perdido. A la vez que se le goza, es el momento de cargar la energía positiva y la confianza para las nuevas pruebas, que de seguro vendrán.

Salmo responsorial: 18



REFLEXIÓN

Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón

Cuando su Espíritu nos mueve a realizar su presencia fuerte y a gozarnos, correspondemos a su acción con nuestra plegaria y acción de gracias.

Es posible que el entusiasmo crezca hasta un nivel en el que nos dejamos llevar y hacemos planes y promesas que nunca cumpliremos.

No son una verdadera generosidad del corazón, que se confirmará con una entrega práctica, sino una retórica, quizá de buena voluntad, que hay que tratar con parsimonia.

Por eso hemos de ejercer la prudencia para llegar hasta donde sabemos que podemos, y en todo caso dejarnos en manos de la iniciativa del Espíritu, quien es el que verdaderamente nos empodera.

1Corintios 12, 12-30



REFLEXIÓN

Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo

Unidad en la diversidad para expresar a Jesucristo. Un tema difícil de explicar, y más difícil de vivir.

Porque nuestra tendencia anti-reino, la del ego, nos lleva a sentirnos los únicos como el todo del cuerpo, siendo miembros solamente, con nuestro aporte parcial.

todos los miembros por igual se preocupan unos de otros

La fraternidad y la actitud de colaboración es el antídoto al desgarrón que el miembro hace al cuerpo cuando se alza como el todo y único.

La verdadera consolación y gozo se mantienen en la fraternidad que es colaboración con el otro. Es una manera de preservarnos de decaer en un engaño del ego, para alzarse con todo.

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21



REFLEXIÓN

encontró el pasaje donde estaba escrito

Jesús ese día encontró el gozo del Señor en su Palabra y misión. Venía a Galilea huyendo de la persecución que le montaron a Juan B, para verse más seguro. Y probablemente reflexionaría sobre cuál era entonces, sin el Bautista, su misión.

Jesús vivía del ímpetu del Espíritu, y se dejaba llevar con docilidad. No se aferraba a ningún plan previo, ni preferencia, sino que aprendía a mantenerse abierto y disponible para la voluntad  del Padre.

Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres

Entonces cayó en cuenta que ya no sería más bautizador como Juan, sino evangelizador: anunciador de una realidad presente con la presencia del Señor. 

Mediante él Dios se haría sentir como liberador: de pobreza, de enfermedad, de prisión, de opresión.

“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir.”

La consolación de Jesús la vivió para el día presente, sin dejarse llevar de fantasías sobre el futuro, para gloria exclusiva de su ego.

https://twitter.com/motivaciondehoy/status/1485214701680316418?s=20

BEATO CARLO

COMO OTROS NIÑOS SANTOS CARLO FRECUENTÓ LA MISA Y COMUNIÓN


 De la Constitución Sacrosánctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, del Concilio Vaticano segundo.
(Núms. 7-8. 106)

 

CRISTO ESTÁ PRESENTE EN SU IGLESIA

 

Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, tanto en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, como sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que cuando alguien bautiza es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura es él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, pues él mismo prometió: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

 

En verdad, en esta obra tan grande, por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno.

 

Con razón, pues, se considera a la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y realizan, cada uno a su manera, la santificación del hombre; y así el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.

 

En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es la acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no es igualada, con el mismo título y en el mismo grado, por ninguna otra acción de la Iglesia.

 

En la liturgia terrena participamos, pregustándola, de aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo, ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, está sentado a la diestra de Dios; con todos los coros celestiales, cantamos en la liturgia el himno de la gloria del Señor; veneramos la memoria de los santos, esperando ser admitidos en su asamblea; esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor, hasta que se manifieste él, que es nuestra vida, y nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria.

 

La Iglesia, por una tradición apostólica que se remonta al mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la eucaristía, celebren el memorial de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No deben anteponérsele otras solemnidades, a no ser que sean realmente de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico